La crisis abierta tras el arresto y la tipificación de varios delitos al jefe de la custodia presidencial toca el corazón del funcionamiento del sistema político democrático, basado en la credibilidad de los gobernantes y el jucio de la opinión pública. Los errores se toleran. La falta de integridad, no.
El manejo de la información del caso ha dejado al país en estado de perplejidad. A la sorpresa inicial, han seguido otras, que fueron modificando la percepción del tema en la medida en que más detalles se iban conociendo, como si alguien deliberadamente estuviera dosificando en cuentagotas la información existente, para aumentar el impacto inicial.
La información conocida públicamente hace ya tiempo sobre las anotaciones policiales de Astesiano no hicieron mella en la confianza que el Presidente Lacalle Pou había depositado en él. Eso es claro, porque el propio Presidente así lo admitió. Pero a medida que se fueron conociendo nuevos detalles -extrañamente las filtraciones se fueron dosificando de modo que el impacto inicial iba aumentando, en lugar de disminuir- comenzaron a surgir nuevas dudas.
Aquí está el centro del problema. Al momento de escribir estas líneas, varias hiopótesis e interpretacines se tejen y entrecruzan, pero ninguna puede darse por segura o confirmada por los hechos.
Pero en todas esas hipótesis sobrevuela un tema clave: la credibilidad de los servicios estatales de información, y de las propias autoridades que se hacen eco de esas informaciones. La situación es confusa. Pero también es grave.
Mientras la justicia avanza en las investigaciones, es necesario que desde el centro del poder político se asuma la gravedad del caso, y se actúe en consecuencia en varios niveles.
Hace pocos días, un periodista que dijo basarse en datos surgidos desde los servicios de inteligencia, dijo que estaba siendo espiado. Pero el Ministerio del Interior se conformó con una investigación interna «express» para descartar el hecho, sin derivar el asunto a la Justicia. Una omisión grave, porque deja flotando en el aire la posibilidad de que eso finalmente haya ocurrido.
Esa omisión marca un camino de debilidad, que puede ser fatal si se repite en este otro episodio, mucho más grave y sensible.