Escribe Pedro González
Cuando se desmembró la vieja URSS, gran parte de la producción de uvas y vinos de la que se
abastecía Rusia, quedó fuera de sus fronteras, y eso, para un público consumidor de bebidas
alcohólicas por excelencia, fue dramático. Contrariamente a lo que muchos presuponen, mas
del 60% de los Rusos se han manifestado hacia el vino como su bebida favorita, contra un 36%
que prefiere el destilado local Vodka. Lógicamente, la demanda fue cubierta en principio por
las masivas importaciones de vinos extranjeros, embotellados, y fundamentalmente a granel.
Recordemos que en alguna oportunidad, Uruguay llegó a realizar importante exportación de
vinos a granel a Rusia (16,5 millones de litros en 2012 y 12,5 millones en 2013). Este mercado
sigue siendo importante a nivel de demanda, pero los precios tan bajos del vino en granel, han
desmotivado la oferta local, frente a otros oferentes como Argentina, España, incluso Italia.
La superficie de viñedos en Rusia, se estima en 118.000 hectáreas, ubicadas
fundamentalmente en las zonas de Krasnodar, Daguestán en las cercanías del Mar Negro,
Caspio y de Azov, que son regiones libres de heladas al menos durante 230 días al año. Esta
superficie se vio incrementada notoriamente con la anexión de Crimea, aunque sigue estando
lejos de cubrir la demanda de vinos nacionales. Por este motivo, y desde antes de la guerra con
Ucrania, se habían establecido una serie de beneficios, que subsidiaban hasta un 80% los
costos de implantación de los nuevos viñedos, que se realizaban con el aporte mayoritario de
plantas provenientes de Europa. No es casual, (o si lo es), que estos beneficios económicos han
recaído en inversores cercanos a Putin, de su amistad y confianza, muchos de ellos políticos, y
hasta el propio Putin, que cuenta con enormes viñedos propios con su correspondiente
bodega de última tecnología, administrada por expertos italianos. Esta región posee una
interesante cantidad de variedades autóctonas, a las que se otorga actualmente gran interés,
habida cuenta de la capacidad de adaptación al cambio climático, pero también por la calidad
de sus vinos. Entre otras resalto la Saperavi, (de reciente ingreso a nuestro país), Saverny y
Kratsiteki, responsables de casi 45% de los viñedos rusos hasta el inicio de las nuevas
plantaciones. Sin desmedro de lo anterior, el mayor porcentaje de plantaciones corresponde a
las conocidas variedades europeas de carácter internacional, como Cabernet Franc y
Sauvignon, Syrah, Chardonnay, Merlot, Pinot Noir, Chenin, Touriga, Nebbiolo, etc..
Estas plantas, provenientes de viveros de origen Francés e Italiano fundamentalmente,
tuvieron alguna inquietud referente a los pagos que pudieran complicarse debido a las
medidas tomadas tras la invasión rusa a Ucrania. Sin embargo, los grandes capitales estaban a
resguardo en bancos de Turquía, Polonia y otros países, por lo que los envíos de plantas y las
nuevas plantaciones de viñedos siguen sin alteración, ya que los pagos están igualmente
asegurados.
Mas allá de que me interesa desde el aspecto técnico, el comportamiento de las variedades
autóctonas, o el impacto futuro en el comercio mundial de plantas de vid, y vinos, o la
posibilidad de analizar el aspecto geopolítico del tema; me queda la imagen de que mucha
gente (con poder y dinero) va a salir fortalecido en esta guerra, mientras otros muchos, todo lo
contrario.
De ultima, un pequeño chisme; uno de los vinos preferidos de Putin, y que produce en su
propia explotación, se elabora con una variedad llamada REBO, creada por un genetista
Italiano en 1920. Esta variedad surge de un cruce entre Merlot y Teroldego. Ni les cuento el
deseo que tengo de conocer esta variedad y probar alguno de sus vinos!
Hasta la próxima, y salud..