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Contraviento

La caída de La Paloma

21 enero, 2023

Por Pablo Vierci

El Jefe está sentado ante la mesa, frente al mapa, rodeado de sus lugartenientes más dilectos, en su búnker veraniego. Se le nota cansado, pero al mismo tiempo animoso, mientras escucha la estrategia de sus compañeros, señalando un mapa del departamento de Rocha y con un círculo rojo la ciudad balnearia de La Paloma, el último bastión revolucionario.

El Jefe ni escucha lo que dicen sus hombres. Observa el mapa interrumpe a los otros y ordena lo que hay que hacer.

Que el PIT-CNT con los sindicalistas a la cabeza avancen a marcha forzada por la Ruta 9. Que la Luftwaffe dinamite el puente de Laguna Garzón, para que los Aliados Multicolores no se acerquen por la playa. Que desde el otro lado, desde el Chuy, las tropas mecanizadas avancen por la ruta 9 y luego por la 15. Por mar, por la playa de La Aguada con los acorazados de bolsillo, y los submarinos por La Balconada. Que a la isla La Tuna la vuele la artillería pesada desde la fortaleza de Santa Teresa. Que los Tupas con las bazookas ataquen de noche, con los cañeros de Sendic por el otro lado. Y la Presidenta del Congreso de Intendentes que avance con su Columna de Elefantes Artillados, por acá, desde el camping. Que los milicianos construyan un Muro en medio de La Paloma, que divida a los Aliados Muticolores de los Revolucionarios, y que ellos se queden sin playa, que se bañen con mangueras.

Con un dedo en torno al mapa grafica cómo quiere que se produzca el ataque. Quiere que sea circular, que cierren el perímetro.

Quiero un movimiento en pinzas, y en círculos concéntricos.

Los que lo rodean se entremiran, sudando la gota gorda, por temor a contradecirlo. ¿Cómo le explican?… Fernando Pereira lo intenta.

-Mi Jefe… las cosas no son como parecen… los sindicalistas están con sobrepeso… no tenemos militantes para venir al Este con tanto calor…

El Jefe ni lo escucha, ensimismado en el mapa y en su febril imaginación bélica.

Fernando mira al Pacha, para que lo apoye.

-Los Tupas cambiaron momentáneamente de estrategia, y las unidades motorizadas están comprando bagayo en el Chuy- balbucea el Pacha.

-La realidad ha cambiado, mi Jefe- toma la palabra Asti-. Bajó la inflación, el desempleo, el riesgo país, el déficit fiscal. La economía está creciendo, bajaron los combustibles, las tasas de interés para las cooperativas, hay récord de obras viales, la temporada anda fenómeno…

El Jefe se inquieta, revuelve los ojos.

-Carolina dijo que están sin rumbo, Pereira dijiste que no hay agua ni para tomar… -balbucea.

-Mi Jefe… Orsi y Lima no permitieron que Carolina asumiera el Congreso de Intendentes.

Todos sudan copiosamente porque ven su gesto contrariado.

-Que salgan todos –ordena el Jefe con voz de ultratumba-. Que solo se queden Pereira, Abdala, Pacha, Charles, Asti y el de la bicisenda.

-¿Di Candia?

El encargado de publicidad tampoco se mueve. Él es de la casa.

La mano del Jefe tiembla. Se quita despaciosamente los anteojos. Los coloca sobre la mesa. El Parkinson está haciendo estragos. Y más estragos la estrategia errática de un proyecto a mil años, que parece que será breve.

De pronto alza la voz, estentórea, majestuosa.

SON TODOS UNOS TARADOS, SIEMPRE LO DIJE! ¡CÓMO DEJARON QUE SE DERROTARA AL COVID! ¿NO PEDÍ AGLOMERACIONES, VACUNAS TRUCHAS, GOBIERNO PARALELO, CACEROLEOS? ¿CÓMO NO SABOTEARON LAS FÁBRICAS, NO TRANCARON EL PUERTO CON PIQUETES? ¿NO LES DIJE MIL VECES QUE PUSIERAN EN MARCHA EL “ESTALLIDO SOCIAL”? ¿NO ASUSTARON LO SUFICIENTE CON LA LUC? NO SABEN NI PONER PALOS EN LA RUEDA Y QUIEREN GANAR UNA GUERRA… SON UNA MANGA DE INÚTILES. DEBERÍA HABERLOS MANDADO HACE AÑOS A LAS 8 HORAS…

Arroja el lápiz contra el mapa con fiereza, cuyo grafo se hace añicos.

Desde afuera, se escucha la gritería del Jefe. Las mujeres que tanto lo aman, se ponen a llorar. Se abrazan, se consuelan. Si cae La Paloma, se pierde la ilusión, la utopía de un reino popular y compañero de mil años.

Al final el Jefe toma asiento, exánime. Parece exhausto, pero también semeja estar más calmado. La explosión le sentó bien.

No importa, tomo yo solo a la paloma, supongo que debe estar en una jaula… le tiro unos granos de alpiste y la agarro con la mano. No necesito a ninguno de ustedes, manga de inútiles…

Nadie se atreve a contradecirlo.

En ese exacto momento entra el enfermero. Comienza a aplaudir.

-¡Clap, clap, clap!, ¡cada vez mejor!, ¡bis, bis! ¡Muy bueno, muy bueno!… Bueno gente, ya es tarde, ahora todos a tomar la sopita, y los que ya comieron, a lavarse los dentursi, a ponerse los pijamitas y a la cucha a hacer nono, que mañana hay mucho para jugar.

-¿A qué jugaremos?- pregunta el que hacía de Jefe.

-Mañana jugaremos a Napoleón y esta vez ganaremos Waterloo.

-¿Puedo ir a caballo?

-Claro, ahí tenés tu caballito de madera. El blanco, con la ruedita.

¡Hico, hico!-, exclama el Jefe, exaltado, a caballo rumbo al baño, con el cepillo en una mano y la pasta de diente en la otra, haciendo malabarismos para no despatarrarse en el corredor.