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Contraviento

La increíble resurrección de Ramón Díaz

24 enero, 2023

 

Parecía que luego de su majestuosa, investigada y comprehensiva Historia Económica de Uruguay no había mucho más para agregar sin repetirse sobre el gran pensador liberal, tal vez el más importante del Río de la Plata y hasta de Sudamérica, con todo respeto y reconocimiento por quienes han intentado una tarea similar en el subcontinente.

Hernán Bonilla, colega, discípulo, admirador y acaso secretamente aspirante a sucesor y continuador de su misión y sus ideas, toma el riesgo de intentarlo – con notable éxito – en su reciente libro “Ramón Díaz, Una biografía liberal”. En una minuciosa tarea el biógrafo hurga en el pensamiento del maestro en sus libros, sus charlas, sus escritos y los artículos en aquella Búsqueda, llenos de valentía intelectual y de la otra. Sin proponérselo tal vez, paralelamente muestra un ejemplo de coraje, integridad y calidad de pensamiento sin concesiones en beneficio del periodismo actual, atrapado entre las pautas, los auspicios de sobres secretos y la absurda decisión de los lectores de creer que la noticia y la opinión les deben ser provistas gratuitamente, sin querer comprender que de ese modo se ponen en manos de quienes están dispuestos a engañarlos y desinformarlos hasta esclavizarlos. (Decisión que, de paso, es coherente con lo que las sociedades pretenden hoy en cualquier aspecto: que todo les sea provisto gratuitamente, sin esfuerzo, sin ahorro, sin trabajo ni estudio previo, sin mérito ni riesgo alguno)

La trampa de la igualdad

Bonilla hace una tarea minuciosa de pesquisa a través del tiempo y los diferentes medios de comunicación del pensamiento de Díaz, pero también un ordenamiento intelectual de sus ideas, al relacionar y agrupar cada párrafo y cada nota de acuerdo a su concepto central en cada tema relevante, a lo que agrega el imprescindible testimonio de los actos como hombre público, como docente, como profesional y como ser humano. Pero hace algo más: desgrana su propia prédica, sus propias convicciones, su propio mensaje. A veces se confunden los conceptos del autor y del biografiado, y no se trata de un error de redacción o de formato. Se trata de una continuidad de la concepción filosófica de la economía, del derecho, de la política como servicio y aún de la misión de vida. Como si fuera un moderno Platón rescatando y usando de personaje central a Sócrates, Hernán se monta en la concepción del pensador, refirma y actualiza sus planteos, no se limita a reseñarla, sino que la amplía, la enriquece y la rejuvenece. Ahí, secretamente, sigue los pasos de su personaje elegido.

Con el deliberado ánimo de encontrar algún error conceptual tanto en Bonilla como en Díaz, se puede advertir que ambos caen en una contradicción cuando al analizar su libro escrito en colaboración con da Silveira se llega a los aspectos filosóficos y se analiza la posición del liberalismo y aun su eficacia en la tarea para combatir la desigualdad. Una trampa tendida por el comunismo de antes y el de ahora: el invento de cuestionarle su ineficacia para eliminar la desigualdad, medida estúpidamente con el gálibo del también estúpido e inútil coeficiente de Gini. La desigualdad es inherente a la naturaleza y a Dios. Nada es igual ni desde su creación ni desde el ejercicio del libre albedrío. No lo son los seres animados ni las cosas inanimadas, ni ningún otro aspecto de la vida. Intentar llegar a la igualdad ha dado origen en la historia a las peores opresiones y a las peores atrocidades de la humanidad. Y lo volverá a hacer. En lo que en cambio el liberalismo y su correlato económico, el capitalismo, sí han dado muestras probadas por la evidencia empírica es en su eficacia para aumentar las oportunidades de desarrollo y crecimiento del ser humano y en la reducción de la pobreza, que el comunismo y su disfraz, el socialismo, no pueden emular, por eso el invento de la eliminación instantánea de la desigualdad. Quizás la necesidad de ser fiel a algunos de los principios religiosos que lo imbuían llevó a Díaz a no descartar de plano la discusión de este punto.

 

La tribu de Hayek

Su propia confesión de pertenecer a la tribu de Hayek, mencionada varias veces en la biografía, lleva al inmediato recuerdo de los dos grandes alegatos del Nóbel de economía: Camino de Servidumbre y La fatal arrogancia, donde describe. con aterradora similitud con la actualidad, el comportamiento de los políticos y de los gobiernos que se arrogan la capacidad y el poder de decidir mejor que los propios interesados, no sólo el perfecto destino de su dinero, sus bienes y su esfuerzo, sino lo que más le conviene a cada uno y a cada sociedad, y la forma perversa de lograr la sumisión necesaria de las masas. También esos mecanismos guardan pavorosa similitud con los actuales métodos de lograr vasallaje y sumisión, caracterizados en tantas obras de ficción, desde 1984 a Un mundo feliz, desde Fahrenheit 451 a La aldea, desde alguna pandemia a algún calentamiento global, o a alguna mutilación del idioma.

No es, sin embargo, la concepción sobre la economía lo que más impacta en el libro. Es la empecinada defensa del derecho, individual e institucional, que hacen tanto el sujeto como el autor. El vaciamiento deliberado de la palabra democracia que – como dijera el propio Díaz – “no tiene contenida garantía alguna de libertad”. El temor originario de Tocqueville. La democracia directa masiva, la mayoría democrática de la masa que se transforma en dictadura electoral, la importancia de la división republicana entre los tres poderes, tan atacada por todos los tiranos, no solamente por Cristina Kirchner, Maduro y Castro. Porque todos quienes han intentado la planificación central de la igualdad, el bienestar gratis y sin esfuerzo o riesgo previo, la redistribución de la riqueza, siempre han terminado por cortar de cuajo los derechos del individuo, y siempre enriqueciéndose a costa de esa esclavitud. 5.000 años de historia lo demuestran.

 

La resurrección

Bonilla toma la posta y resucita a Ramón Díaz cuando más falta hace su prédica, no sólo en Uruguay y en la región, sino globalmente. Cuando salvadores del mundo, del desempleo, de las catástrofes de todo tipo se yerguen como poseedores de la pócima mágica que puede solucionar todas las injusticias, CEOS rasputines davosianos que hablan con Dios y pueden hacer llover, determinar lo que se debe comer, inyectarse, hablar y pensar. Y por supuesto, repartir la felicidad universal. Para eso están adormeciendo, anestesiando al mundo con reivindicaciones de género y de todo tipo, bastardeo del lenguaje, grietas sobre cualquier tema. Materialismo dialéctico redivivo. Keynesianismo proteccionista. Todo lo opuesto a la concepción liberal.

Lamentablemente, el libro resucita a Ramón Díaz cuando nadie parece querer escuchar la voz de la sensatez, de la lógica, del derecho o de la libertad. En un nuevo feudalismo, la sociedad mundial corre ciega, sorda y atemorizada en busca de la esclavitud que le garantiza protección y felicidad gratuita.

La consigna paradojal parece ser: “Don’t look Up! O simplemente: ¡No miren! Eso no lo dice la obra comentada. Pero lo dice.