Escribe Dardo Gasparré
– Nota con audio –
Nada enoja y frustra más al FA-Pit-Cnt (Sigla © que la columna aplicó a la izquierda local aún antes de designar a su actual presidente) que el anuncio del gobierno de la rebaja en el cobro del IRPF y el IASS.
Ello no sólo ocurre después de varias décadas de suba continua de impuestos, tasas, contribuciones y anexos, sino que constituye un beneficio palpable para el sector de los trabajadores que con justicia verán incrementado su dinero disponible. Mucho más efectivo, duradero y serio que el reparto de “platita” con el que el kirchnerismo de Argentina estafó a todos quienes recibieron generosidades cash inmediatistas e imposibles para chocarse de pronto con una inflación ladrona que pega peor en los salarios y jubilaciones más bajas.
Seguramente, también es un beneficio que electoralmente se anotará en el haber de la Coalición, lo que no debe ser muy del agrado de la oposición, empeñada en negar hasta la caricatura todo tipo de mérito o éxito de la gestión oficial.
Por eso no sorprenden las críticas a la disminución de la carga impositiva, empezando por quienes, como Mujica, sostienen desde su mezcla de ignorancia y simplismo ideológico que no se trata de un pago adicional, sino que es meramente una reducción de los descuentos (?) y que no se tuvo en cuenta a los que ganan 15 o 20,000 pesos, que merecen un subsidio directo del estado. Como el estado es la sociedad, nunca se sabrá por qué esa sociedad, o sea los individuos, deben subvencionar a los trabajadores que ganan poco, lo que se choca con el concepto central de Marx en su defensa liminar del proletariado.
No pueden aceptar una rebaja de impuestos
Tampoco son comprensibles ni coherentes las críticas aún más simplistas y contradictorias que sostienen que el cambio de los mínimos sólo beneficia a una cuarta parte de la población. La afirmación supone que el estado debe repartir de algún modo entre todos los habitantes cualquier ahorro que genere, en vez de bajar los impuestos.
Habrá que ver la metodología, los merecimientos y los méritos que justificarían tal repartija, y si ella beneficiaría a trabajadores, subsidiados, destinatarios de planes de desempleo, millonarios o burócratas del estado. El concepto es simplemente insensato, porque se trata de una demanda y una promesa que tiene que ver con la injusticia de que el salario sea considerado una ganancia (como ocurre en todo el mundo) y un paso en la eliminación de ese impuesto. No es esa evidentemente la preocupación opositora, cuyo objetivo es otro.
No puede dejar de colegirse que la actitud de oponerse o criticar la reducción impositiva también tendrá alguna consecuencia electoral negativa para quienes lo hagan, siempre partiendo del presupuesto de la inteligencia de los votantes, más allá del hinchismo ideológico.
Dando un salto para mirar el panorama con más amplitud, hay una lectura de fondo en el tema, que, como otros temas, no es solamente local, sino que se pueden observar globalmente.
La izquierda de hoy, con todo su surtido de nombres y envases, no es distinta de la izquierda del marxismo, ni del trotskismo, ni del estalinismo ni del gramscismo ni de ninguna otra. Sólo ha cambiado algunos métodos, ha encontrado otros caminos contra el capital, y también contra la individualidad, el mérito, la propiedad y la libertad. En otra nota se analizarán las curiosas similitudes (¿casuales?) entre el wokismo y los principios del materialismo dialéctico, la dictadura del partido único y la democracia directa.
En lo que se refiere a lo fiscal, la izquierda, que sólo a título identificatorio se llama moderna, simplemente no quiere que se bajen impuestos. Al contrario. Quieren que se aumenten los gastos estatales con cualquier excusa y de inmediato quiere aumentar impuestos. Hasta se puede decir que su plan, su objetivo, su única meta es aumentar impuestos y exacciones.
Eso fue evidente en su insistencia casi suicida de aislar a la población hasta el confinamiento durante la pandemia, lo que habría destruido la salud, la sociedad y la economía y obligado a subsidiar a cada ciudadano y a aplicar más impuestos. Una Renta Universal sin trabajar, otra vez, increíblemente en contra de la teoría de la plusvalía de Marx y su defensa de la misma.
Ya no se lucha por la plusvalía. Se lucha por un subsidio
Ahora que esa plusvalía tiende a cero, por alguna pirueta mágica la discusión ya no es sobre la necesidad de aumentar la participación en la ganancia del trabajador, sino la obligación de que la población lo mantenga. Exactamente la misma posición del Frente o del Pit-Cnt o del comunismo, es igual, con relación a la Reforma Previsional. “El estado debe garantizar la jubilación de los trabajadores, aunque no trabajen ni aporten”. Y la diferencia se debe financiar con impuestos a los que más tienen.
La nueva vieja izquierda ha “descubierto” que, gravando los capitales locales y mejor aún los del exterior, esgrime un argumento que le gana cómplices y bobos que creerán que otros y no ellos serán los afectados por saqueos impositivos, recurso que le permitirá durar algunos años, bastante menos de los que cree. Cuando esa fuente se agote y también la producción, como lo señalaran Camino de servidumbre y La fatal arrogancia, será el tiempo de la dictadura irreversible.
El único plan es aumentar y crear impuestos
Por eso, solapadamente, las figuras nuevas y las obsoletas de la izquierda hablan siempre de “hacer algo diferente”, o de “un nuevo sistema impositivo” o de resolver los problemas de la gente mediante repartos del Estado, sean trabajadores, desocupados, deudores morosos, jubilados, analfabetos, inquilinos, mendigos, hurgadores, informales, limpiavidrios, malabaristas de esquina, estudiantes fracasados o no aplicados, lo diferente está en que se le pone un impuesto a los ricos, que son los demás, y asunto arreglado. También se le llama redistribución de la riqueza, vieja estafa con nuevos burócratas millonarios siempre y en todo lugar. O lo que Mujica expresa tan bien: «hay una minoría que es mucho más rica cada vez, que es lo que más duele”. Envidia y resentimiento. Redistribución de miseria.
Por supuesto, los ejemplos de Cuba, Venezuela, Argentina, Nicaragua, que han seguido ese camino, y las tendencias que ya se empiezan a notar en Colombia, Chile, y otros subdesarrollados que recién han adoptado esa línea se explican afirmando que esta vez sí se hará bien y tendrá buenos resultados o que esta es una sociedad distinta, fuera de toda sistematización, de toda comparación y de todo efecto negativo que muestre la evidencia empírica. Y por supuesto, exenta de todas las leyes económicas y sus efectos. La historia tiene ejemplos catastróficos. Se trata de cientos de países y sociedades distintas a la oriental, se sostendrá, seguramente. Por lo menos como argumento.
Nunca el Frente Amplio estará de acuerdo con bajar un gasto estatal, ni con bajar impuestos. Al contrario. La izquierda de hoy es igual que la de siempre. Sólo cambió los justificativos, los métodos y la denominación de algunas prácticas y confiscaciones.
Su plan es únicamente poner nuevos y más impuestos.