Escribe Jorge Martínez Jorge
“Apenas son suficientes mil años para formar un Estado; pero puede bastar una hora para reducirlo a polvo.” (Lord Byron)
Hechos y símbolos
El pasado mes de febrero se cumplieron 50 años de los hechos institucionales, que por sí solos configuraban el ingreso de nuestra democracia en un período “de excepción”, y que apenas cinco meses después culminaran con el -ahora sí- Golpe de Estado completo.
Uno de esos hechos, todos plenos de simbolismo y significación, fue el llamado del entonces y todavía presidente Constitucional a la opinión pública a concentrarse en la Plaza Independencia, en apoyo a la resistencia al avance militarista y el desconocimiento al ministro de Defensa Gral. Francese.
No es materia de análisis de esta columna, hacer un recuento del larguísimo proceso que llevó a ese presidente débil políticamente, aislado y sin respaldo, a enfrentarse a la realidad de una Plaza desierta donde no más de diez uruguayos cultivaban su propia desolación.
Como el cerco a la Ciudad Vieja por parte de la Marina comandada por el Contralmirante Zorrilla, eran hechos plenos de simbología en medio de unas instituciones tambaleantes. El llamado quiso serlo, y el estrepitoso fracaso lo fue aún más.
Vaya por delante que, puestos en aquellas circunstancias, no resultaba difícil entender cuánto le podía costar al sistema político, atacado desde frentes opuestos, dar muestras de apoyo al cuestionado Bordaberry, y por lo mismo, la casi unánime incapacidad para ver con perspectiva histórica, que lo que se pedía era un fuerte gesto de apoyo institucional, no al presidente sino a su investidura y con la suya, la vigencia de una Constitución tambaleante, pero todavía viva.
Feudalismo y totalitarismo vs republicanismo
Traigo este hecho a colación porque, hace apenas dos días, asistimos a otro hecho de gran significado institucional, que por repetido en los últimos años, quizás no aquilatemos debidamente: la comparecencia del Presidente de la República ante la Asamblea General para su mensaje anual, tal como lo mandata la Constitución en su Artículo 168 Inciso 5º. La repetición, muchas veces, conspira con la apreciación. Que en el recinto estuvieran presentes todas las fuerzas políticas relevantes, así como la máxima representante del Poder Judicial, corrobora dicha importancia. Punto para la República.
Tan sólo un día después, vivimos un hecho que es todo lo contrario. Punto perdido. Veamos.
En gira por el territorio, el ministro de Desarrollo Social Martín Lema, se acerca a saludar -como hemos visto que lo hace allí donde su función lo lleva- al Alcalde del lugar, con quien seguramente tendrían material de sobra para conversar, en un medio tan pobre y tan postergado.
Pero no. El pequeño Luis XVI de Barros Blancos, se dijo y le dijo al ministro “el Estado soy yo”.
A caballo de sus 3200 votos, luciendo su camiseta de superhéroe, arquetípico representante de un “tercer nivel de gobierno” implementado para remunerar a los punteros políticos, el alcalde le espetó que “debió pedir permiso porque estaba en SU territorio”. Suyo, de él. A lo sumo de su grupo político, la inefable 609 que cobija a los tupamaros reconvertidos. Quizás, siendo generosos, a su paraguas electoral, el Frente Amplio- Pitcnt.
Y no. Que NO se alegraba que un ministro de Estado, responsable del área social, se ocupara de SU gente, SUS votantes, rehenes políticos podríamos pensar.
Dada la insignificancia política y personal del sujeto remunerado en cuestión, que por ahora costará a nuestras arcas un cuarto millón de dólares tras los 10 años de beca, podríamos pensar que es un hecho menor, destinado al olvido y, a lo sumo, a engrosar el largo anecdotario político de las patrias chicas.
Sin embargo, NO.
NO es un hecho menor, y bien haría el Parlamento y el Poder Ejecutivo en tomarse el asunto muy en serio.
No lo es por su significación institucional, y acudiendo al ejemplo del principio, deberíamos haber aprendido que los hechos que afectan la institucionalidad nunca deben ser menospreciados.
Otros feudalismos, misma intolerancia
Tampoco deberíamos quitarle la gravedad que tiene. Es la primera vez, que yo recuerde por lo menos, en donde se hace explícito lo que muchos sabemos desde hace tiempo: desde hace años, en especial durante las últimas dos décadas largas, la izquierda considera tener territorios propios, exclusivos. Tan exclusivos, como que la presencia de “foráneos” es considerada una “provocación”.
Mucho mal haríamos minimizando el hecho, como si este fuera aislado. Ayer sucedió con un ministro, pero pasa todo el tiempo, por ejemplo con la Policía impedida de ingresar a determinados lugares, o unidades de Salud recibidas bajo pedreas. Sería harto infantil suponer que allí, en SU territorio, esos actos de verdaderas intifadas contra el Estado, solamente sean una expresión del crimen organizado o de lúmpenes marginalizados, sin que sobrevolando o subyacente haya operadores políticos atizando rencores. No tengo pruebas. Dudas, muy pocas.
Y, si alguna duda tiene, podemos acudir a un ejemplo bien gráfico, de extraterritorialidad político-criminal, sucedido en Brasil, durante un gobierno hermano del alcalde feudal. Previo al Mundial y Juegos Olímpicos, tanto la FIFA como el COI amenazaron al gobierno de Dilma Roussef con quitarles los eventos, si no se garantizaba la seguridad.
Ello dio lugar a que el gobierno del PT, ¡oh sacrilegio¡ enviara al Ejército a las principales favelas de Río, territorio donde desde hacía décadas, el Estado había rendido armas y reinaban las asociaciones criminales. Harto significativa una foto de un soldado izando la bandera de Brasil en lo más alto de la Rozinha. Como si de una guerra se tratara, las tropas victoriosas marcaban el territorio recuperado.
Pero tampoco debiéramos creer que esta muestra de sectarismo, intolerancia, anti-republicanismo y prepotencia, se queda en un mero marcaje de territorio propio de un cuzco celoso. Hay más, y no es menos grave.
Lo constituyen los territorios virtuales. Los tantos que hay, y no de ahora precisamente. Lo vemos a diario, por ejemplo, en la guerra de los muros que, en la República de Montevideo, libran, entre otros, el Senador muralista y una militante nacionalista judicializada.
No son los únicos ni los más importantes.
Detrás de la errática defensa, por parte de la UdelaR de Arim, del bachiller Olesker en su striptease académico, es otra prueba, en donde lo que subyace es “la derecha nada tiene que hacer acá, el compañero Olesker es -percibido como- economista y si se fue a Lovaina a estudiar fue por culpa de la dictadura”. Si es de izquierda, tiene razón, y si no tiene razón no es de izquierda. Algo así, para todo.
Pruebe a ir al territorio del Teatro de Verano, con una camiseta con la foto del presidente, o una gorra que diga “Raffo 2024” a ver cómo les va. Si es mujer, lo menos que le dirán es “c…chuda”, si trans “vestite de varón, gordo”, y si varón heteropatriarcal, quizás algo peor.
Intente hacer lo mismo en una Asamblea del SUNCA o AEBU, o en la Sala de Actos de la Facultad de “Ciencias Sociales”, y así hasta el hartazgo.
Frente al totalitarismo, cualquiera, aún el que parezca más ínfimo, la respuesta nunca puede ser el silencio. La aceptación mansa de este y otros atropellos, es un paso atrás para la República y sus instituciones, y es una invitación a los enemigos de la democracia a doblar la apuesta.
Ciudadano que se duerme, se lo lleva la corriente populista y antidemocrática. Avisados estamos.