
El 2 de abril de 1971, bajo la firma de Leopoldo Madruga, el semanario «Marcha», junto a otros medios de diversos países, publica una entrevista, difundida por la agencia cubana Prensa Latina, al embajador británico en Montevideo secuestrado por el MLN, Geoffrey Jakson.
Jackson había sido secuestrado por el MLN el 8 de enero de 1971, y liberado el 9 de setiembre del mismo año, tres días después de la fuga de 106 tupamaros de la cárcel de Punta Carretas, cuya libertad exigía el MLN a cambio de la liberación de Jackson. El gobierno de la época en todo momento sostuvo que ambos episodios no estaban relacionados, algo que medio siglo después cuesta creer.
A 52 años de aquella entrevista, CONTRAVIENTO accedió a documentos que revelan que detrás del seudónimo de Leopolod Madruga se ocultaba el periodista y escritor uruguayo Ernesto Gonzálezx Bermejo (Montevideo, 1932 -1991). Así lo sostiene en un capítulo de su libro Plaza Sitiada el escritor cubano Norberto Fuentes. Esa información fue confirmada en una charla telefónica que mantuvo con un redactor de este portal, desde su residencia en el estado de Florida, EEUU. El capítulo respectivo será publicado próximamente por CONTRAVIENTO.
A continuación la transcripción completa de la histórica entrevista al embajador Jackson, que por momentos se lee como si fuera hecha al hésped de un hotel 5 estrellas con spa, y por momentos como una mirada a una peculiar relación entre un diplomático de buen humor, amante del té, conviviendo con jóvenes idealistas en condiciones que podrían ser mejores, pero que tampoco resultan dramáticas. Un ejercicio de propaganda, que llegó al extremo de buscar que el propio secuestrado justificara el delito del que era víctima, y que en su momento resultó muy útil a la causa tupamara.
Cuando me quitan la bolsa de la cabeza y me ponen el capuchón con orificios, no sólo respiro mejor, sino que veo, por primera vez, al hombre tendido boca abajo. Es bastante robusto, se diría que alto; viste un short celeste y una camisa rosada. Está descalzo. Ocupa una litera rústica, la de abajo, de las dos superpuestas que llenan casi todo el espacio de esta singular celda tupamara. A su entrada hay un número: el diez, a un costado veo un retrato: José Gervasio Artigas.
Una sola bujía amarillenta, que pende del techo, da una extraña luz al ambiente. La cortina etampada, frente a las literas, disimula un tejido de alambre que forma una pared. La otra es de cemento.
Detrás del tejido hay otro detenido: el fiscal de Corte del Uruguay, Dr. Guido Berro Oribe. Su celda tiene el número nueve. No es noticia: ya ha hablando bastante ante el Tribunal del pueblo de los tupamaros.
Los tres tupamaros, también encapuchados, que me condujeron hasta la celda número diez se acomodan como pueden: uno se sienta a los pies de la cama con un grabador; el otro, en el suelo, con un bloc de grandes hojas blancas, dispuesto a tomar notas, no sé si taquigráficas. El tercero queda detrás de mi y acerca un banco pequeño. Quedo sentado junto al del grabador que, en un momento, dice: «Puede darse la vuelta, embajador».
El hombre se incorpora y queda sentado en la cama, frente a mí. Apenas puedo reconocer, tras su barba y bigote rojizos, de casi tres meses, el rostro de Geoffrey Jackson, profusamente difundido por la prensa uruguaya e internacional.
Parece inquieto, tal vez un poco sorprendido, y con algo en sus ojos que delata cierta ansiedad de comunicaciones con el recién llegado: el primer perioidsta que le visita en la inubicable cárcel del pueblo, donde le mantienen detenido los tupamaros desde el 8 de enero. Para él tiene que ser un hecho insólito esta posibilidad de hablar con alguien acabado de llegar desde el mundo exterior, de mantener un diálogo necesariamente diferente al que habrá tenido con sus custodios estos días sin principio ni fin.
Quisiera saber, embajador, si está dispueto a conceder una entrevista a la prensa internacional.
No tengo ningún inconveniente
Hablemos un poco de su vida, de su régimen de detención, de cómo transcurre el tiempo suyo aquí.
¿La manera de vivir?
Exactamente.
Bueno, desde el secuestro estoy suspendido en el tiempo y en el espacio. No tengo la menor idea ni de la hora, ni del día, ni de nada de eso. Me despierto, como, leo, duermo otra vez y hay como una rutina que sigo, que se etablece automáticamente. No sé, por ejemplo, cuándo estoy desayunando o cuándo estoy almorzando.
¿Qué tal es la comida que le dan?
Lo que puede decir es que me parece muy sana: la como con placer.
¿Qué tipo de comida le dan?
Una comida con un contenido bastante alto de proteínas.
¿Carne?
Hubo momentos en que comí mucha carne. Noto que últimamente estoy comiendo más carbohidratos. La razón, probablemente, es que había perdido peso y ahora me lo están haciendo ganar nuevamente.
¿Ha recibido atención médica para constatar su estado de salud?
Sí, me mantienen un control médico. Creo que son ya dos o tres veces las que un médico me ha visitado para hacerme una revisión general.
¿Hace ejercicios físicos?
Lo he modificado en algo, pero sigo un método canadiense: se trata de plegar el cuerpo y uno termina por trotar lo que equivale a una distancia sustancial que reemplaza el movimiento normal durante el día.
¿Siente calor aquí?
Por momentos si. Pero el local está provisto de varios ventiladores, cuyo ruido usted puede oír, que hacen tolerable el ambiente.
Me dice que lee. ¿Qué lee? ¿Ha pedido algún libro en especial? ¿Se lo han traído?
Si, me han ayudado mucho con mis lecturas. Me gustan las cosas que se pueden leer y releer. He tenido un Quijote entero, he tenido «Guerra y paz» de Tolstoi. Me han conseguido en inglés las «Obras completas» de un autor que voy a releer con mucha satisfacción: Oscar Wilde. Y muchos otros libros. Ahora estoy leyendo «Cien años de soledad», una novela estupenda.
¿No está leyendo ningún ensayo sobre América Latina? Tengo entendido que usted es un experto en cuestiones latinoamericanas.
Oh! Depende de lo que usted entienda por experto. Sí, este es un tema de interés para mí; leo bastante sobre América Latina.
Usted fue uno de los embajadores más jóvenes de Gran Bretaña en América Latina. Su primera Embajada fue Honduras.
Si, mi primera Embajada fue Tegucigalpa, es verdad. Pero aún antes me ocupaba mucho de América Latina.
Ha sido también asesor en asuntos latinoamericanos de la misión británica de las Naciones Unidas.
Si, también.
Es decir que usted es un hombre que tiene un grado de conocimiento importante sobre América Latina. Me gustaría su opinión sobre la situación latinoamericana.
Sí, puede decirse que todos etos años que he trabajado sobre este asunto me han dado una visión global del continente. Creo que se ve ya un progreso que sigue una pauta muy semejante. La América Latina que yo veo hoy es muy diferente a la de hace veinte años.
Usted habla de un progreso. ¿Qué tipo de progreso?
Bueno, es que creo que los pueblos de América Latina y del mundo alrededor de ellos están más conscientes de lo que ncesitan sus países.
¿Un proreso, entonces, en la conciencia política?
Sí.
Y en cuanto a lo que podríamos llamar un progreso material, al desarrollo económico de América Latina, ¿cómo lo ve usted?
Creo que eso varía de un país a otro. Pero , para resumirle mi opinión general, le diría que empiezo a ver luz al final del túnel en América Latina. Em ese sentido soy optimista.
¿Cuáles son para suted los problemas básicos de América Latina y sus posibles soluciones?
Creo que no es el mejor momento para profundizar sobre este tema, pero supongo que la necesidad fundamental del continente es explotar y utilizar su riqueza de la manera más práctica, inteligente y equitativa.
¿Cuánto tiempo lleva en Uruguay?
Dos años.
Ha podido, entonces, formarse una opinión. ¿Cómo ve estos problemas de tipo general de América Latina de que hablamos, referidos a Uruguay?
Uruguay tiene que llegar a ser un país privilegiado en América Latina. Es uno de los pocos países, en verdad, en el mundo donde hay campo para todos y potencialmente la posibilidad de alimentar a todos sus habitantes.
¿A qué se debe que esta potencialidad de Uruguay no se haya realizado’ ¿Qué factores taban su desarrollo?
Usted perdone, es apasionante la charla, pero responder a su pregunta supondría asumir posiciones prácticamente políticas que mi condición de embajador de Gran Bretaña en Uruguay no me permite hacer. Estoy acreditado oficialmente ante el Gobierno de este país en representación del mío, y prefiero mantenerme en el marco de mi función. Creo que esto es comprensible.
Por supuesto, y mi pregunta no pretendía comprometerlo. Era el intento de hacer una aplicación concreta de algunas afirmaciones que usted había hecho antes. Usted dice que, potencialmente, Uruguay tiene riquezas que le permitirían llegar a ser un país desarrollado, capaz de alimentar bien a todos sus habitantes. Usted usa el término potencialmente, es decir, que no lo es aunque pudiera serlo. Yo le preguntaba: ¿por qué no es un país desarrollado? ¿Por qué es un país subdesarrollado?
Bueno, hay quien dice que Uruguay no es un país subdesrrollado, que no era, por lo menos, un país subdesarrollado, pero que va camino de serlo.
Me gustaría que relatara cómo se produjo su secuestro, y, sobre todo, cómo lo vivió usted.
Bueno, fue…No digo que los tupamaros sean una fuerza ciega, muy al contrario, pero al ser secuestrado sentí el impacto como de una de esas fuerzas ciegas de la Naturaleza, como un rayo, por ejemplo. En cuestión de segundos se transformó totalmente mi vida. Lo que fue muy curioso es que lo tomé con una calma total. Inmediatamente, yo hice ciertas determinaciones; calculé cuál iba a ser la reacción de mi esposa, cuál sería mi propia situación, y dije: «bueno, ahora hay que tomar una actitud filosófica». No era agradable, tengo que decirlo, había bastante confusión. Pero, bueno, ya pasó, gracias a Dios.
¿Cómo se produjo el secuestro?
Íbamos acercándonos a mi oficina, que está en un lugar de Montevideo que yo había pensado que estaba completamente garantizado contra este tipo de acciones, precisamente porque nunca en mi vida había logrado transitar por esas calles sin ser bloqueado media docena de veces por el tráfico normal. Pero lo hicieron. Mi automóvil chocó con un camión. Mi chofer dijo: «¿Qué pasa ahora?». Del camión salió una cantidad de jóvenes con lo que se llaman fierros. Entraron al auto, sacaron a mi chófer y un tupamaro ocupó su lugar. la calle estaba despejada -yo no sé si los tupamaros habían puesto coches para bloquear los caminos de acceso-, pero partimos a una velocidad tremenda del lugar, haciendo un ruido de todos los diablos, con un guardafango que se había roto.
Si usted sabía que los tupamaros habían realizado una serie de secuestros,¿había pensado que alguna vez le tocaría a usted ser secuestrado?
Sí, ciertamente. Creo que todos los diplomáticos tenían esa preocupación
¿Habló usted de esto con otros diplomáticos?
Hemos hablado mucho sobre estas cosas. Creo que no había ninguno que no considerara esa posibilidad de que podía ser secuestrado por los tupamaros, aunque todavía no habían secuestrado a ningún embajador, pero era bastante claro que alguno iba a ser el primero. Todos pensábamos que podíamos ser el primero. Y, bueno, qué vamos a hacer, me tocó a mi.
Quisiera conocer qué opina usted sobre las motivaciones de sus secuestradores.
Para mí es muy difícil responderle. Desde mi secuestro estoy sin datos. No sé lo que ha pasado, qué ha pedido el Movimiento de Liberación nacional, y cuál ha sido la reacción del Gobierno uruguayo y de mi Gobierno. Por eso cualquier afirmación sería mera especulación.
Tal vez mi pregunta no haya sido suficientemente clara. Los tupamaros vuerion probablemente determinados motivos para secuestrarle más allá de lo que pidan por usted y de la reacción que tengan amhos Gobiernos. ¿Cuáles opina usted que puedan ser esos motivos y qué opinión le merecen?
Siempre tuve la impresión de que se trataba de algún canje. Un rehén es un rehén. Pero cuáles son los elementos que se manejan en el negocio los deconozco.
¿Qué espera usted de su Gobierno?
Que va a hacer lo máximo para ayudarme a salir de esta situación.
¿Y del Gobierno uruguayo? Recuerde que el Presidente, Pacheco Areco, en casos anteriores ha dicho que no dialoga con los tupamaros.
Si, pero, como le digo, no sé cómo habrá reaccionado ahora el Gobierno uruguayo.
¿Pero usted considera deseables esas negociaciones?
Bueno, claro: espero no tener que pasar el resto de mi vida acá.
Tal vez otra forma de salir sería que la Policía encontrara este escondite
¿Sinceramente? No sé si sería una forma de salir.
Y mientras tanto, ¿qué relación tiene con sus guardianes?
tratamos de mantener un sistema de convivencia que por lo menos transforma lo que podría ser un infierno solamente en una especie de purgatorio. Nos entendemos bastante bien.
¿Cómo se entienden?
Es una relación, como le digo, muy aceptable, y, en mi concepto, muy normal. Ellos participan de la misma situación, con ciertos matices de diferencia, y entonces tenemos que organizarnos para aceptar un tipo de modus vivendi entre nosotros. Si no, la vida sería imposible, y no habría posibilidad, de vez en cuando, de compartir un chiste, por ejemplo, o de oír juntos un poco de mísica.
¿Y eso sucede?
Si, claro, sucede.
Humor inglés a prueba de balas.
Si, humor inglés y también uruguayo.
¿Recuerda alguna situación de este tipo?
¡Oh, sí! Recuerdo la primera vez que me sirvieron una buena taza de té y me lancé a cantar…Tenemos una canción en Inglaterra: «Una buena taza de té por la mañana»
Cántela, embajador.
¡Oh! No sé si…
Cántela
I like a last cup of tea in the morning. I like a nice cup of tea por the tea. When I get to bed there is no to be sad for a last cup… No estoy en buena voz, pero recuerdo que cuando la canté aquel día lo hice con mucha satisfacción. Era una taza de buen té. Fue la primera vez que lograba reír y también que se rompía el hielo.
Por lo que veo, le gusta la música. ¿Escucha música?
Sí, he escuchado a El Sabalero, a Daniel Viglietti. Por fin, un día llegó Beethoven y también Brahms. Últimamente escuché un disco de María Elena Walsh: Qué vivos son los ejecutivos
Por lo que me dice, se trata de una relación nada clásica entre un prisionero y sus carceleros.
Sucede que estoy tratando con gente inteligente, que entiende mi situación y trata, dentro de lo posible, de que yo no lo pase mal. Dentro de los límites materiales acá, creo que hacen lo máximo para hacerme la vida soportable.
¿No ha visto la intención de molestarle, de hostigarle en algún momento?
¡Oh, no!; no, en absoluto; de ningún modo.
¿De qué conversa con sus guardianes?
De temas generales.
Pienso que en algún momento ellos pueden olvidarse que son tupamaros y usted que es el embajador inglés y encontrar temas de interés común.
Si, hablamos de cosas como la música, por ejempolo; de filosfía; mucho de deportes.
Usted dice que son inteligentes. ¿Por qué lo dice? ¿Qué comprobación ha hecho?
Su organización, por ejmplo, se podría calificar de excelente.
¿En su caso personal o en general, la organización del Movimiento?
En mi caso personal, y también en general.
Tal vez el hecho de que usted se encuentro hoy secuestrado le habrá hecho modificar algunas opiniones, le habrá hecho repensar algunas cosas…
En mi vida personal, este secuestro es algo nuevo. Y, en mi concepto, los secuestros tampoco van a durar; creo que es una moda, como la minifalda o la maxifalda.
Embajadar, ¿no está usted ahora dando opiniones políticas? Para los tupamaros, los secuestros son un método de lucha revolucionaria y usted los compara con la minifalda. Le propongo hacer un juego parejo, el famoso fair play. Si usted desea dar opiniones políticas sobre los secuestros, me parece muy bien; pero entonces le ruego me responda también a mis otras preguntas de ese tipo.
No, no era mi intención.
Trataba de decirle que este hecho debe haber sido absurdo para usted, en un principio, algo que le cayó del cielo, como me ha dicho. Pero posteriormente, según me cuenta, recibió un trato muy bueno de sus secuestradores, lo que parece indicar que no tienen nada personal contra usted. Por otra parte, usted me ha demostrado ser una persona muy racional, muy analítica, por lo que es lógico suponer que estará buscando la explicación de su secuestro por otro lado. ¿A qué conclusiones ha llegado?
Bueno, podrían ser muchas las razones. El problema es en qué medida mi análisis no es subjetivo. Por ejemplo, me doy cuenta que los tupamaros, según lo veo. no me dan la impresión de ser sádicos que deseen hacerme daño, pero tampoco tengo la impresión de que sean muy sentimentales. Puede ser que ellos me miren con un ojo completamente clínico. Tengo la impresión de que yo mismo soy un tipo de experiencia para los tupamaros: el primer embajador que han podido observar. Es difícil para mí hacer determinaciones definitivas en esta etapa, pero sí ya he podido sacar algunas conclusiones sobre el tipo, la mentalidad de un joven tupamaro, que no había podido observar antes.
¿Cuáles son esas conclusiones?
Por ejemplo, son muy trabajadores, son muy serios, tienen mucha aplicación; mucho dinamismo. Pero para mí, que soy de otra generación, otra formación, etcétera, me gustaría ver en eellos una mentalidad más abierta, dispuesta deliberadamente a buscar lo opuesto a su tesis. Pero tal vez es una actitud propia de la juventud, y dentro de cinco o diez años van a desarrollar su pensameitno en ese sentio.
Usted me perdona, pero no entendí bien la última parte de su afirmación.
Quiero decirle que un tupamaro es un tupamaro. Se entrega entero a su tesis. Y me pregunto si eso no es parte del entusiasmo de la juventud. Y creo que a un tupamaro, digamos de veinte años, no le interesa leer cosas que puedan contradecir sus creencias.
¿En qué fundamenta usted esa afirmación?
No, no es una afirmación: estoy preguntándomelo, estoy tratando de adivinar.
¿No cree usrted que pueda tratarse de una organización que ha llegado a definir una línea política y una metodología después de un análisis que podría considerarse objetivo de la realidad del país -lo que supone una confrontación de opiniones-, y que sería a partir de ese análisis que lleva adelante su acción revolucionaria?
Tal vez pudiera contestarle, pero empiezo a sentirme un poco fatigado. Creo que lo que usted dice merece analizarse.
No deseo que se fatigue. Si prefiere hacemos una pausa o hablamos de cualquier otra cosa. Por ejemplo: ¿qué diferencias hay entre la opinión que usted tenía antes de un tupamaro y la que tiene ahora?
Uno podía pensar que eran una máquina, con alta capacidad de organización y funcionamiento. En este sentido, mis experiencias me han confirmado eso, pero, además, al conocerlos en carne y huego, bajo una luz distinta, los encuentro netamente más humanos de lo que los imaginaba.
Quisiera volver sobre una cosa que usted dijo antes: que sus guardianes estaban pasando, de alguna manera, también una forma de detención…
Sí..
Y que están arriesgando incluso sus vidas. me interearía saber cómo valora esa actitud.
He pensado sobre esto, hasta que me he dado cuenta que estos jóvenes vivían tensiones dolorosas, iguales a las mías. En algunos momentos he tenido la impresión de que han tenido que dominarse con bastante violencia..
Mi pregunta iba dirigida a eso: hay una diferencia en cuanto a esas tensiones; ellos las asumen voluntariamente, usted las vive de un modo forzoso. ¿cómo explica esto?
Bueno, tienen una causa. Y cuando una gente se dedica a una causa, acepta esa causa con los riesgos que trae consigo. Son voluntarios de una causa.
¿Y cómo valora usted eso?
Como una cosa en todo caso muy honrada, muy ética, esto de actuar hasta el fin, según sus convicciones sinceras. Ah, y hay que agregar algo sobre sus intenciones. Esto es de suma importancia, porque si lo que hacen lo hicieran por el deseo de lucro o por ambición personal, entonces sería innoble.
¿Usted ha visto algo de esto en ellos?
No, hasta ahora no he visto nada interesado en ellos. Los veo como idealistas sinceros.
¿Qué cree usted que procuran? ¿Qué tipo de ideales tienen?
Son revolucionarios. Y, es claro, es un punto que lamento porque yo creo en la evolución.
Parecen diferencias explicables. pero ¿usted considera que ellos como revolucionarios, son fieles en la acción a sus convicciones?
Esa es la impresión que me han dado netamente; sí, que son todos revolucionarios profesionales, sí. Y es por esta razón que hablan y actúan de una manera tan seria.
Asumiendo entonces ese punto de vista de ellos, ¿usted justifica su secuestro en cuanto servicio que con él los tupamaros quieren prestarle a su causa?
Desde el principio yo he pensado que han cometido un error táctico con mi secuestro. Yo no veo qué puede producirles mi secuestro -y he pensado mucho sobre esto- que no hubieran podido lograr de otra manera. Aunque tal vez no tengo razón. Porque estoy demasiado involucrado personalmente en el asunto.
Puede intentarse un análisis preliminar; la importancia que tiene su figura, indudablemente crea una seria crisis al Gobierno uruguayo y tiene una repercusión internacional muy grande; se trata nada menos que del representante de Gran Bretaña quien está en poder de los tupamaros. Este hecho, considerado desde el punto de vista táctico por ellos, no debe dejar de tener importancia.
Como le digo, es un hecho sin precedentes en el Uruguay, tenemos que ver cómo resulta. Pienso que me encuentro entre dos intransigencias, eso explica que esté acá.
De una intransigencia, la del Presidente Pacheco Areco, creo que sería preferible no hablar, ya que usted me ha dicho que opiniones de este tipo le comprometen. La otra intransigencia, la de los tupamaros, ¿no podría tener una explicación coherente a partir de lo que usted mismo me decía: dedicación a una causa y la elección de una metodología que desemboca en su secuestro?
Lo que usted dice es verdad; ellos son revolucionarios completamente, y esto puede, en su opinión, ser algo válido para conseguir sus fines. Pero me pregunto si el secuestro les es verdaderamente útil o si en cambio no es contraproducente para la imagen del movimiento.
El Gobierno uruguayo ¿era responsable de su seguridad o no?
Si, lo era y lo es.
Y en este caso ¿ha podido ofrecerle esa seguridad?
Evidentemente, no.
Y la existencia de un movimiento que ha demostrado que era capaz de secuestrarlo, de reventarle ese huevo crudo en la cara del Gobierno. Lo han hecho. ¿Esto no sería una demostración más de la estrategia de los tupamaros de que en Uruguay existen dos poderes, y, por lo tanto, así como existen las cárceles del régimen, existen también lo que ellos llaman estas cárceles del pueblo, donde usted se encuentra detenido?
Evidentemente, si. Estoy de acuerdo que se trata de una demostración de poder.
Embajador, le agradezco la deferencia que ha tenido en concederme esta entrevista. ¿quisiera, para finalizar, hacer alguna otra declaración?
Quisiera aprovechar esta oportunidad para mandar un buen saludo amistoso al personal de mi oficina y de mi casa, y también, claro, a mi familia y a mi Ministerio en Londres, que debe estar tratando de ayudarme a salir de esta situación