Por Pablo Vierci
Gradualmente, Yamandú Orsi está siguiendo el sendero de su predecesor en el podio, el ingeniero Martínez.
Se parecen mucho más de lo que desean. Y si bien uno viene del ala dura de los dueños del conglomerado, el MPP y los Tupamaros, del que no pretende zafar, el otro venía de otra de las alas duras, el Partido Socialista, del que al fin eyectó, como casi todos.
La primera diferencia es que el tiempo ha cambiado, la situación para las categorías clásicas del conglomerado autodefinido progresista se ha agravado, las contradicciones se han desmejorado y, para peor, el “capital humano” se les ha deteriorado, no solo por el uso y el desgaste natural del tiempo y la biología, sino fundamentalmente porque no se ha podido renovar, en tiempos de cambios vertiginosos en el mercado laboral, con la Inteligencia Artificial haciendo estragos en aquellos que han quedado en tareas mecánicas y repetitivas, por pereza y comodidad, rezagados en los años 60. Tampoco tienen ahora las universidades de la URSS, o incluso las cubanas, que antes tenían. Ahora abrevan en el proceloso mundo de las murgas, o en el manantial ideológico del peronismo vecino.
Como ellos mismos lo confesaron, con fotos y lisonjas, Orsi y Martínez tuvieron y tienen como mentor continental al mismísimo “Clase A” Alberto Fernández, quien con Sergio Massa vino en una insólita interferencia en la política local, aplaudida por sus pares, a darles apoyo, a ambos, en las vísperas de las elecciones uruguayas de 2019. Siguen siendo los preceptores, tomando a Uruguay como “hermano menor”, al decir de Sergio Massa, o con el estándar moral e intelectual de esa “vieja maravillosa”, Cristina Kirchner, en el decir de Mujica. Pero los tutores de la Casa Rosada están tan cerca del precipicio que a los uruguayos hasta les da vértigo.
Si bien Martínez debía mostrar de cuando en cuando su verdadero yo, y desdecirse de inmediato, como sucedió cuando se atrevió a hablar mal de los tiempos tiránicos de hegemonía de la URSS y tuvo que recular sin chancletas al día siguiente, Orsi se siente más cómodo con los “fierreros”, aunque cuando se pasa de rosca al día siguiente siempre tiende a retroceder para ubicarse más en el campo de los sensatos (antes le llamaban “moderados”). Los otros baluartes sobre los que se asientan sus socios con poder de mando en el conglomerado, el PCU y el MPP-Tupamaro, Cuba con su reciente “elección” a “presidente”, Nicaragua con el pedófilo y Maduro con el bobo alegre al mando, no les facilita las cosas, cuando la pandemia les puso Internet a casi todos, para acompañar los desvaríos en tiempo real.
Se puede decir que si Martínez demoró en mostrar la hilacha, con el stand up de Tarzán, en la noche de las elecciones, y con el no reconocimiento de la derrota, para ver si aparecía una fórmula salvadora, Orsi, cada día más, corre contra el tiempo, las cosas se le precipitan. Tuvo que salir a oponerse a la LUC sin haberla leído, como lo confesó públicamente en televisión; apoyar todos los palos en la rueda imaginables aunque supiera que no eran demasiado populares; oponerse a la reforma de la Seguridad Social aunque su padrino y mentor, Mujica, ya dijo en 2011 que “vendrán gobiernos que tendrán que elevar la edad de jubilación, cinco o seis años y a nadie le va a gustar”. Un sapo atrás de una culebra, sin atragantarse.
Por eso sale a buscar fórmulas nuevas, más mágicas, porque en la realidad no abundan, y se saca fotos en un Fitito destartalado, para ver si “monetiza” el Fusca viejo de su jefe, pero no cuaja. O comienza a decir que nació en un rancho sin luz, para ver si se propaga la imagen de la miseria en la que se crió, pero de inmediato sale a flote la verdadera fachada de la casa donde nació, de mampostería y con luz adentro y afuera. Internet es implacable.
Y cuando quiere innovar, dando un giro de timón y dejando la vieja plataforma ideológica de la lucha de clases, porque sabe que lo lleva irremediablemente al paraíso cubano, venezolano o nicaragüense como modelo, donde todos son iguales para compartir la miseria, salvo los tiranos, que siempre son un poco “más iguales que los otros”, cuando busca una fórmula nueva, canaria, si se quiere, de su propia cosecha, le sale, como a Martínez, el tiro por la culata.
El último lance fue plantear la división de la sociedad con una fórmula más fácil y aparentemente más eficiente: los chetos y el pueblo, cuando salió en defensa del salón gremial del IAVA ocupado, pintado en estilo hiperrealista, diciendo que el Presidente Lacalle Pou tiene “un desconocimiento de lo que es la educación pública, que es lógico, porque nunca pisaste un centro público de enseñanza”. Justo cuando el honesto vocero del gremio, Gerónimo, le enmienda la plana y dice al programa En Perspectiva que son 30 afiliados al gremio los que deciden por 3.000 estudiantes.
Si bien la nueva polaridad no convenció a nadie, al punto que el propio Orsi quiso apagar el incendio y dijo de inmediato que “no quiere echar más leña al fuego” (que lo estaba consumiendo a él, vale aclarar), le viene lo del paro general del martes 25, como si el fatídico “a cada chancho le llega su San Martín” fuera cierto. Apenas cinco días después, con el seguro cometido de seguir las líneas del jefe, para asegurarse algún lugar privilegiado en un eventual gobierno “progresista”, en el paro general contra la Seguridad Social, el Secretario General de Fucvam, Gustavo González, se abrazó a Orsi y se lanzó al vacío del avión de Pluna, sin alas, motor ni paracaídas. En este caso González no arremetió contra al Presidente de la República, ni contra un legislador, sino que la víctima fue la conductora televisiva Victoria Rodríguez. El fragmento del discurso es antológico: “Esta mu-cha-cha, che-ti-ta, Vic-to-ria” que “atrevidamente” le preguntó a un dirigente sindical de la Unot que anhela ser profesor de historia (una suerte de Einstein con licencia de conducir, en la nueva nomenclatura del conglomerado), resume la esencia de la doctrina que inauguró Orsi el jueves 20 de abril, los Cuatro Jinetes del Apocalipsis de la nueva ideología: resentimiento, frustración, rencor y matonismo. Justo en el mes de la mujer. En este caso, además, si Freud estuviera vivo, se haría una panzada con la lascivia escondida en las profundidades del inconsciente del gremialista desaforado, así como el insulto enredado en los pliegues de su lengua, que no afloró porque lo baboso salió primero.
El “che-ti-ta”, resume, en siete caracteres, una nueva cosmovisión, y es más elocuente que todo lo que se ha escrito sobre el marxismo-leninismo y su adaptación al terruño, el populismo, el neo populismo y del post peronismo.
Y en lo que a Orsi respecta, como una maldición, confirma que a cada candidato del conglomerado le llega su Zabalza. Si a Martínez lo que lo terminó de sepultar fue aquella escena antológica, que todos recordamos como un clásico, (“yo me levanto todas las mañanas y lo primero que veo es eso”, dijo el ex guerrillero, señalando a la bahía, a lo que el otro respondió “qué hermosura”, antes de que el ex Tupamaro lo planchara diciéndole que se refería a los 150 millones de dólares tirados a la basura de la Regasificadora, de su propio gobierno), el “che-ti-ta” del capo de Fucvam, moviendo la manito derecha como un Anthony Hopkins apolillado, será un hito imborrable.
Apunte para donde apunte Orsi, siempre estará rodeado por estos fenómenos, los nuevos referentes del tiempo de la Inteligencia Artificial, no para apoyarlo, sino para enterrarlo, con la mejor de las intenciones.
Y si le quedan dudas, acá tiene el mantra para recordárselo:
“Che-ti-ta”.