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Contraviento

El hombre, un lobo para el hombre

14 junio, 2023

 

 

Autor: Janusz Bardach

Coautora: Kathleen Gleeson

Libros del Esteroide – 478 páginas

El autor

Esta obra, que podríamos catalogar como una autobiografía novelada, escrita por Bardach con casi ochenta años -con la colaboración de la escritora Kathleen Gleeson- , es el relato en primera persona de su peripecia vital en torno al cautiverio en el Gulag stalinista en los temibles campos de Kolimá.

Bardach, nacido en Odesa (Ucrania) en 1919 y fallecido en EE. UU. en 2003, fue el hijo medio de una familia judía de origen ruso. De clase media, con una fuerte impronta cultural, siendo muy pequeño se mudó a la ciudad polaca de Volodímir-Volinsky, justo en lo que luego sería la frontera marcada por el (secreto) Pacto Ribbentrop-Mólotov.

La obra

Con una prosa ágil y sencilla, por momentos atrapante, el autor nos lleva, desde el corazón de esa familia judía, por un territorio que Timothy Snyder llamó “tierras de sangre” situado en la siempre fluctuante geografía polaca y de la Ucrania en proceso de rusificación, a través de los años de entreguerras con el resurgimiento de los nacionalismos, el antisemitismo y la revolución bolchevique que se prometía mundial.

Como el jamón en el sándwich, millones de personas -en especial judíos- nacidas y habitantes de esos territorios se vieron cercadas, por un lado por la ominosa amenaza del nazismo alemán, y por el otro, la del Oso ruso vestido de rojo.

En tales circunstancias, mientras su hermano mayor estudiaba en Vilna (Lituania) y su familia se veía obligada a refugiarse en un ghetto, el joven Bardach se alistó en el Ejército Rojo para luchar “contra el fascismo”.  Todavía abriganba vagas simpatías por la “construcción del socialismo” en manos del Padrecito Stalin, porque nada sabía del Gran Terror y, mucho menos, de la ya lejana masacre de Kronstadt,

Tras un somero entrenamiento, fue asignado a la conducción de un tanque (indestructible, lo último de la tecnología según el establishment bolchevique, no sé si les suena conocido) con tanta mala suerte que en las primeras de cambio volcó al cruzar un río y quedó fuera de servicio.

Puesto bajo arresto, Bardach se vio favorecido con una de las principales armas de la Revolución: la delación.

Su compañero de tripulación le señaló con el dedo como un supuesto “conspirador” en uno de los miles de maniobras de los enemigos del pueblo para atentar contra el proletariado y su Líder. Como resultado, en juicio sumarísimo fue condenado a muerte, pena que luego fue conmutada por “sólo” diez años de trabajos forzados en la Siberia, en los, por entonces, todavía desconocidos campos de trabajo (¿o de exterminio?) del Gulag en Kolimá.

El centro del libro lo constituye los diez años de confinamiento, que luego fueron cinco al ser liberado en 1945, en donde Bardach le da voz a las víctimas de la persecución stalinista, que no lo son -o no solamente- los millones de cautivos expuestos a la muerte por inanición, escorbuto, pelagra o simplemente frío, sino que lo son la persona humana en su irrepetible singularidad, sus sueños, sus talentos, sus conocimientos y sus habilidades, y tras la pérdida de éstos, la humillación que destruye el último bastión de la condición humana, el de la dignidad.

Negado durante décadas -hasta hoy día en algunos reductos terraplanistas de la historia- los horrores del Gulag, y la existencia misma de éste como una maniobra propagandística del eje del mal constituido por el capitalismo yankee, quedan de manifiesto gracias a obras como esta, escrita y sufrida por las propias víctimas.

En suma

El de Bardach es un significativo aporte a esa memoria histórica, que debiera ser transmitido de generación en generación para evitar el silencio impuesto por la propaganda del totalitarismo bolchevique. Pero, sobre todo, para evitar que tales cotas de barbarie vuelvan a repetirse.

Vana esperanza, aunque no el intento, si uno mira hacia -por ejemplo- Xinjiang y los uigures en la China imperial del Partido Comunista hecho a imagen y semejanza del soviético.

Jorge Martinez Jorge