
Este viernes, el Presidente de la República anunció un acuerdo con el escultor Pablo Atchugarry para convertir el águila nazi del Graf Spee, símbolo del poderío del Tercer Reich, en una paloma signo de la paz. Esto desencadenó furiosas diatribas en Twitter, un compendio de las cuales puede verse acá.
Discrepo profundamente con muchas de las cosas que se dicen.

Segundo, el hecho histórico no es que el Graf Spee llevara un símbolo que era más común que los zapatos. El hecho histórico fue la nave en sí y todo su contexto en relación a nuestra historia. Mostrar el águila tiene más o menos el mismo valor que mostrar la pipa o la estilográfica del Capitán Langsdorff.

Cuarto, aúnen el punto tres con el ser un país chico, de fronteras abiertas, sin grandes atracciones históricas. ¿Se acuerdan cuando a la única momia (muerta) que tenemos la llevaron en procesión por 18 de Julio? Imaginen el atractivo de este objeto. ¿Para quién? Recuerden las protestas sobre las esculturas nazis en los juegos olímpicos . ¿Recuerdan el problemón de Austria con la casa natal de Hitler?. ¿Queremos convertir un museito de cuarta en un lugar cuya pièce de résistance va a ser un símbolo del poder nazi? ¿Un lugar de peregrinaje de nostálgicos del poder de ese régimen?

De hecho, ya empieza a tener repercusión:
Y hay muchos más.
En suma. A mí ni me agrega ni me quita que un pedazo de bronce que estuvo guardado por 14 años desaparezca definitivamente. No tiene valor cultural o histórico destacado y nos causaría más problemas que el beneficio que nos traería.
En cambio, la solución planteada es innovadora, tiene sentido simbólico y beneficia al país.
Por eso la apoyo.