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Contraviento

Una decisión equivocada, y una rectificación oportuna

18 junio, 2023

Por Graziano Pascale

El 1o de setiembre de 1939, en pleno proceso de expansión territorial, luego de haber anexado los Sudetes, Alemania invadió Polonia.

En respuesta a esa agresión ordenada por Hitler, Francia y Gran Bretaña, que habían permanecido impasibles un año antes frente a la crisis de los Sudetes, declaraban la guerra a Alemania. Era el comienzo de la Segunda Guerra Mundial,  la más mortífera y destructiva de toda la historia, que recién terminaría seis años después, dejando tras de sí 55 millones de muertos, desparramados en todos los continentes.

Un centenar de esos muertos reposa en cementerios de Montevideo y Buenos Aires. Perdieron la vida combatiendo por Alemania y Gran Bretaña, en la «Batalla de Punta del Este», único episodio bélico de la Segunda Guerra Mundial que tuvo lugar en América del Sur, en aguas territoriales uruguayas.

La guerra mundial llega al Uruguay 

El Tratado de Versalles, que puso fin a la Primera Guerra Mundial, impedía a Alemania la fabricación de buques militares capaces de reconstruir el poder naval alemán. Pero, dentro de los límites permitidos por ese Tratado, Alemania pudo construir, gracias a un novedoso desarrollo de sus ingenieros navales, los llamados «acorazados de bolsillo», que combinaban las prestaciones de un crucero con las de un acorazado.

El acorazado «Admiral Graf Spee», botado en 1934, era una de esas naves, que el mando militar alemán envió al Océano Atlántico a interceptar los convoyes mercantiles que desde Estados Unidos navegaban rumbo a Europa, con provisiones para los aliados Francia y Gran Bretaña.

Para neutralizar la acción del Graf Spee, el mando británico envió al Atlántico una flotilla bajo las órdenes del Almirante Henry Harwood. Tres de sus  naves -Achilles, Exeter y Ajax-  divisaron a mitad de camino entre Río de Janeiro y Montevideo al Graf Spee, y comenzaron a perseguirlo. Frente a Punta del Este se produjo el combate, que ocasionó severos daños al Graf Spee y al Exeter, y provocó un centenar de muertos en ambos bandos.

El acorazado alemán logró entrar al puerto de Montevideo para reparaciones, pero la gestión del embajador británico Millington Drake logró que sólo se le concediera un plazo de 72 horas. El mismo resultó exiguo para las tareas que debían realizarse, y el comandante de la nave alemana, Capitán de Navío Otto Langsdorf, luego de hacerse a la mar el 17 de diciembre, resolvió abandonar la nave a nueve millas náuticas del puerto, y proceder a su posterior hundimiento.

Internado al día siguiente en el Arsenal Naval de Buenos Aires, Langsdorff se quitó la vida. Dejó una carta en la que escribió que su suerte personal no podía separarse de la de la nave que comandaba. «Soy feliz al pagar con mi vida cualquier reproche que pudiera formularse contra el honor de nuestra Marina», escribió.

El rescate de los restos

Más de 60 años después de aquel hecho histórico, el Estado uruguayo autorizó a la sociedad compuesta por el buzo Héctor Bado y los hermanos Felipe y Alfredo Etchegaray la búsqueda y rescate de los restos del Graf Spee, acordando que el Estado y los rescatistas compartirían en partes iguales el eventual provecho económico producto de los hallazgos.

El primer elemento de valor e interés rescatado fue un telémetro, un prodigio de la tecnología alemana de la época, que permitía una gran precisión en los disparos de los cañones del Acorazado.

Pero fue el hallazgo del Águila de bronce, ubicada en la proa del barco, junto a la cruz svástica (símbolo del nacionalsocialismo gobernante en Alemania), lo que dio comienzo a una larga disputa entre el Estado y los empresarios que financiaron la operación de rescate.

La batalla judicial 

Llego de una exhibición del Águila en un hotel de Montevideo, el objeto quedó en custodia del Estado a la espera de la resolución del litigio judicial iniciado tras su rescate.

  En primera y segunda instancia la justicia condenó al Estado a cumplir con el contrato firmado en el año 2004, que preveía que el 50% del eventual precio obtenido en subasta pública correspondería a los inversionistas privados.  Sin embargo, una sentencia en instancia de casación de la Suprema Corte de Justicia, dictada en noviembre del año 2022, entendió que habían caducado los plazos legales para exigir el pago de lo acordado, por lo que no correspondía acceder a la pretensión de los demandantes.

Con ese antecedente, que permite al Estado disponer libremente de los restos del Graf Spee, el Presidente Lacalle Pou sorprendió al país el pasado viernes 16, al anunciar su decisión personal de entregar el bronce del Águila al escultor Pablo Atchugarry, con el encargo de utilizarlo para realizar una «paloma de la paz».

Una decisión polémica

Los principales actores políticos del país, así como los medios de comunicación que no habían sido alertados sobre la inminencia de una decisión en el tema, recibieron con sorpresa el anuncio. Pero la cautela de los mismos fue sacudida por las redes sociales, en las que miles y miles de personas, en su mayoría partidarias del gobierno, se expresaron en contra de la medida.

La magnitud de los reclamos alcanzó tal nivel, que no sólo opacó las tímidas expresiones de apoyo de algunos políticos oficialistas, y las más entusiastas del Comité Central Israelita, sino que obligó al propio Presidente Lacalle Pou a dar marcha atrás en apenas 24 horas.

La sorpresa incluso ganó también a este columnista, que sobre la marcha se vio obligado a modificar no sólo el título de la columna que había comenzado a escribir, sino también a cambiar los párrafos finales, que vinculaban el profundo error de la decisión presidencial con el momento político más inoportuno para tomarla. Un momento caracterizado por desavenencias  con socios de la Coalición, y por episodios ocurridos en el propio Partido Nacional, que provocaron reacciones encontradas entre sus propios votantes.

Vendrá ahora un momento de mayor reflexión, para poder aquilatar las consecuencias para la Coalición gobernante trae el errático manejo de este tema, y la falta de visión histórica y política que dejó en evidencia esta breve tormenta en las puertas del invierno.