Por Graziano Pascale
La última encuesta de Cifra, divulgada por Telemundo, trajo por primera vez la prueba de la existencia de un sentimiento «coalicionista» en los votantes del actual gobierno, que no se refleja en ninguno de los partidos que lo integran. Más aún, duplica el porcentaje de quienes dicen votar al partido más pequeño de la misma (Partido Independiente) , e iguala el porcentaje del partido que obtuvo tres senadores en la última elección (Cabildo Abierto).
No se trata de una novedad ni para los lectores de Contraviento ni para este columnista. Un trabajo de investigación en la modalidad «focus group», realizado en forma exclusiva para nuestro portal por la Consultora Radar, había dejado en evidencia que ese sentimiento ya existe entre votantes de la Coalición. Lo abordamos en un par de notas de portada, y en lo personal en una columna de opinión, que puede leerse aquí https://contraviento.uy/2023/04/23/los-coalicionistas-huerfanos-sin-partido/
El hecho de que para el 2% de los votantes (unas 40.000 personas en números redondos) le resulte indiferente votar a cualquiera de los partidos de la Coalición es la señal clara de un sentimiento que nace de la propia experiencia del votante, que deja de sentir la pertenencia a un partido determinado, para sentirse parte de algo mayor.
Es curioso -pero entendible- que este dato sea ignorado en los análisis. Supone el comienzo de un proceso que tarde o temprano habrá de desembocar en una nueva sistema de partidos, diferente al que el país conoció hasta ahora. Y eso provoca incomodidad en quienes prefieren vivir en el pasado, y son renuentes a los cambios.
La coyuntura y el futuro
Quienes siguen aferrados al esquema del pasado ignoran que la reforma del balotaje traía consigo el embrión del nuevo sistema de partidos. En efecto: al introducir la regla mayoritaria para elegir en segunda vuelta al Presidente de la República, siempre que en el primer turno no alcanzara la mitad más uno de los votos, de hecho estaba consagrando la formación de dos bloques. Del mismo modo que el sistema parlamentarista fomenta la existencia de múltiples partidos -ya que el poder reside en el Parlamento y no en el Ejecutivo- el sistema presidencialista para elegir al Presidente de la República por mayoría absoluta propende a la formación de dos bloques.
A los efectos de este análisis tanto da si hablamos de partidos o coaliciones de partidos. En los hechos, terminan comportándose bajo las mismas reglas, pero lleva ventaja el bloque que actúa en forma coordinada, con autoridades comunes y una disciplina interna que fideliza a sus votantes y simpatizantes.
En el caso uruguayo, es claro que el Frente Amplio tiene la estructura y el funcionamiento más adecuado para triunfar en el balotaje. Le basta acercarse en primera vuelta al 45% del total de votos, para triunfar en la segunda vuelta. Es el único partido del Uruguay en condiciones de acercarse a ese umbral. Y lo seguirá siendo hasta que el resto de los partidos no adviertan esta realidad que rompe los ojos.
Del otro lado, partidos que van del 27% al 1% del total de votos enfrentan un panorama muy difícil, por la fragmentación y dispersión que presenta el bloque, lo que acentúa la tendencia al «perfilismo» en busca de retener o aumentar el espacio propio.
En los gobiernos de coalición al estilo uruguayo -pero en sistemas parlamentaristas como el italiano- la regla es que si al gobierno le va bien, le irá bien desde el punto de vista electoral al partido mayoritario. Y si al gobierno le va mal, le va peor en las urnas a los partidos más pequeños.
Es desde esta perspectiva que deben analizarse los últimos movimientos en el tablero político de la Coalición. La estrategia de Cabildo Abierto de poner distancia con el gobierno en temas sensibles va en un sentido opuesto a las estrategias del Partido Colorado y del Partido Independiente, que cierran filas con el gobierno en busca de capitalizar el sólodo apoyo que sigue teniendo la figura del Presidente Lacalle Pou.
Las tensiones internas fruto de estos movimientos no hacen más que mostrar la debilidad de la Coalición ante un adversario que se siente a sus anchas esperando que las dificultades propias de la gestión del gobierno, y las desavenencias entre los partidos gobernantes, jueguen a su favor.
El «partido de la coalición» ya existe en la mente de muchos votantes. Sólo falta que los líderes lo entiendan y lo canalicen adecuadamente. Algo que sólo se podrá hacer si se entiende que el viejo bipartidismo uruguayo forma parte de un pasado que no se volverá a repetir, al menos del modo en el que lo conocimos hasta el año 2004.