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Contraviento

La trampa del Reseteo y la Agenda 2030

25 julio, 2023

La mentira como arma electoral de la izquierda y como sistema de gobierno

 Escribe: Dardo Gasparré

Como es sencillo colegir tan pronto se analice lo que ocurre en la Unión Europea, su sucursal España y culminando en la muy fácil evidencia empírica negativa de Argentina, el comunismo, marxismo, leninismo, estalinismo, socialismo, social democracia, democracia cristiana, Foro de San Pablo, Patria Grande, Doctrina Social y otros alias, ha venido desde su fracasado experimento soviético adoptando nuevos nombres.

Se llama ahora wokismo, Agenda 2030, Reseteo Global, restauración de la naturaleza,  pedofilia, antifamilia y similares ropajes. Alguna prensa supuestamente neutral le llama progresismo, centro izquierda y hasta liberalismo socialista o de izquierda, pero quiere decir lo mismo. Su soporte intelectual y político son las orgas internacionales, antros de la ideología del resentimiento, pero herramientas al fin de la nueva oligarquía política corrupta.

Su instrumento de fondo sigue siendo el mismo que los dos seres gestantes del socialismo comunista, Marx y Engels, concibieran y consagraran como su alma y su arma: el materialismo dialéctico. También hoy eso se denomina de otros modos: relato, posverdad, humo, verso, goebbelianismo, negacionismo o desprecio por la evidencia, la acción humana y la libertad.

La usurpación de las palabras

En cumplimiento de ese mandato esencial, se usurpan los términos, se los resignifican, se los condena o clausura, sanciona o cancela, o se obliga a una sociedad mundial sensibilizada, asustada, cómoda y timorata a beber pócimas mediáticas diversas y hasta a invertir en sueños imposibles en altas finanzas mientras se planea substituir la carne de vaca por gusanos y en evitar el fin del mundo.

El lector puede recorrer todas y cada una de las plataformas, propuestas de constitución o reformas legislativas, todos los proyectos políticos, todas las proclamas, todas las promesas. No hay ni un solo caso en que se explique de qué modo se encontrará el bienestar, la desaparición de la pobreza, la equidad, la igualdad, la salud, la educación, el empleo, el trabajo y la supuesta dignidad que se pregona, ni siquiera está clara la matemática para asegurar la redistribución de la riqueza, una de las grandes frases vacías, dogma de la religión-mitología en que se ha transformado el socialismo.

Mucho menos claros son los basamentos éticos, lógicos y jurídicos que justificarían destruir la libertad y el derecho de propiedad, su simétrico, a los que se culpa empecinadamente de la pobreza, la miseria y la inequidad, lo que no ha sido probado ni demostrado jamás. Al contrario.

Es fundamental redefinir la democracia

Ese mecanismo falsificador se ha apoderado de la palabra democracia, como temía Tocqueville, contemporáneo de los dos pintorescos germánicos inventores del marxismo. “Es fundamental redefinir la democracia”, decía el pensador francés. La dialéctica le ganó de mano. La democracia ya está redefinida hoy por el aluvión neomarxista. Por eso habla de democracia directa, que es un sistema tribal-sindical de voto a mano alzada vigilado, en apretado resumen.

Esa democracia supone ser, en teoría, el gobierno del pueblo, y no tolera contralores ni observaciones de ningún tipo, ni los del poder judicial, al que invisibiliza o neutraliza cada vez que puede, ni al poder legislativo, que termina siempre siendo minimizado por alguna supraAsamblea tipo Maduro que está por encima del congreso. Lo piensan así desde Cristina Kirchner a Joe Biden, pasando por von der Leyen.  Basta leer las propuestas legislativas americanas o de la UE o el proyecto constitucional fracasado (por ahora) de Chile.

Pero tal democracia no es republicana. No es seria. No es democracia. Es como una asamblea gremial en manos de un líder sindical fofo y rico que hace votar lo que se le viene en ganas. Eso también se ve cada día y cada vez más en el mundo. Los sistemas políticos parecen carreras de obstáculos para evitar que entren competidores nuevos y decentes, una copia del proteccionismo comercial corrupto, que, curiosamente, hace que los privilegiados ilegalmente ricos se pongan de acuerdo con los pobres y desigualados supuestamente buenos para eternizar el statu quo mediante la propina de un subsidio que paga el resto de la  sociedad.

 El Estado actúa como un rey

En ese marco no existen estadistas ni patriotas, ni libertad ni propiedad. El estado, en manos de la política, se auto-autoriza a actuar como un rey, o como un dictador. Decide confiscar, “redistribuir”, gastar lo que quiere y como quiere, repartir y repartirse lo que guste, sobreseerse de cualquier culpa o exceso y usar la dialéctica como un elixir mágico. La democracia no es ahora un mecanismo mediante el cual las minorías se ponen de acuerdo para conducir la república. El principio republicano no existe. La democracia se transforma en dictadura. El gobierno del más fuerte. La tribu más grande se impone.

El derecho del individuo es abolido en nombre de la justicia social, que es la nueva excusa del rey para cobrar sus gabelas y saquear a la sociedad, o a una buena parte de ella. Se le llama derecho a lo que cada uno cree que el estado tiene que regalarle. “Sólo el pueblo me puede juzgar”- sostiene la inefable Cristina Fernández. El derecho del ciudadano ante el estado, lo que técnicamente se llama Derecho Administrativo, ha sido abolido. Los políticos se juzgan a sí mismos. El pensamiento y las palabras de las personas son juzgados y condenados por colectivos sin autoridad moral, ni formación, ni siquiera con premisas éticas, silenciados, prohibidos, quemados en la hoguera, en una exageración de la distopia de Bradbury en Fahrenheit 451.

Pero esta nota no es una distopia, sino una descripción de lo que está ocurriendo en lo que otrora se llamara “el mundo libre”, o “el mundo capitalista”, o simplemente Occidente. No será gratuito. El paso siguiente a ese orden de cosas es siempre la recesión, la desocupación, la pobreza, la miseria, la violencia, las noches negras de la historia.

Los países más chicos deben huir de semejante universo

Los países más chicos deberían huir de semejante universo. No seguir el cartabón que se le impone. No copiar a las grandes economías, abandonar el proteccionismo, liberar el comercio y dejar que los TLC lo hagan los particulares, no El Estado. Defender el derecho de propiedad, no generar déficits ni caer en el facilismo del gasto estatal, o del reparto de «platita», mejorar la educación, sobre todo la educación especializada, proteger la seguridad jurídica y fomentar la empresa privada, castigar el acomodo y la colusión entre el estado y las empresas, incluyendo el monopolio, abrir la economía aún sin reciprocidad, desarrollar una política exterior de estado, fundamental en un momento en que cada gran potencia considera como su enemigo al que comercia con cualquier otra gran potencia.

Y como componente clave de su productividad y competitividad, volver a privilegiar el mérito, el esfuerzo, el trabajo y el capital. Si un país pequeño va por otro camino, estará condenado a la pobreza y la subordinación, como ocurrió siempre.

Y ahora se puede pasar al ámbito local. Uruguay está apenas a tiempo de tomar una decisión que marcará su futuro. Subirse a la ola que se ha descrito, o elegir un camino diferente. Acaso, elegir entre la pobreza y la posibilidad de crecimiento y bienestar. No le será fácil. En varios aspectos, ya ha avanzado en recorrer parte del camino de servidumbre: el porcentaje de sus empleados estatales versus su población excede al de Argentina, por ejemplo, igual que sus jubilados, pensionados y afines. A eso se debe agregar la intangibilidad de los empleos del estado, la indexación automática por inflación que condena a una suba permanente de costos internos que no solo ahuyenta cualquier radicación personal, sino que encarece las exportaciones de valor agregado. Esto está agravado por la valorización del peso que sólo se puede moderar eliminando el proteccionismo estatal y privado y con una baja en todo tipo de recargos a las importaciones, IMESI incluido, junto a un cambio en la regulación de los fondos de pensión y otros casos similares de inversiones y posiciones en moneda extranjera.

La reticencia a la inversión y a la empresa privadas

Hay una reticencia a la inversión y a la empresa privadas que se ha puesto una vez más en evidencia en el caso del agua, y un monopolio de las empresas del estado, cuyos gremios, además de tener remuneraciones y privilegios injustificados, se permiten utilizar recursos exclusivamente reservados a la defensa de las condiciones de trabajo para influir sobre las políticas de los diferentes entes.

Un sistema de justicia que sin necesitar llegar a declamaciones y acciones como la de Cristina Fernández o Pedro Sánchez parece encontrar un blindaje impenetrable cuando se trata de escudriñar el  comportamiento de los jerarcas en su gestión. La dialéctica a la que se hace mención al comienzo sostiene que “no se puede permitir que cada acto político sea judiciable”. Solamente una sociedad muy inocente puede aceptar ese razonamiento. Las diferencias entre un acto de estado y un acto de corrupción están perfectamente claras, y deberían estarlo aún más en la legislación. Cualquier oriental tiene un listado de ejemplos para elegir sobre el tema. La corrupción de fondo no se castiga.

La elección de 2024 plantea problemas más duros aún. El Frente Amplio franquicia Pit-Cnt tiene al menos las mismas probabilidades que cualquier partido o alianza que intente seguir la línea del presente gobierno. El frentismo responde a los mismos principios de la izquierda del Reseteo y la Agenda 2030, que pueden resumirse en tres líneas de acción: reforma de la Constitución mediante algunos de los recursos disponibles, para diluir el control entre poderes y la soberanía nacional sobre cada vez más temas; aceleración hacia el concepto de la Renta Universal, o sea formatos de subsidios más amplios y de mayores montos a la población generalizada y una negación y tozuda a la libertad de comercio, a la empresa privada y a cualquier tratado que obligue a competir.

Aunque – al igual que todos sus socios globales – no lo enuncia claramente en sus propuestas, esa ecuación cierra con mayor autoritarismo y con desempleo, lo que preanuncia sin posibilidad de error un aumento trascendente en la carga impositiva, a lo que llama redistribución de la riqueza.

El sueño del impuesto bueno, justo y sin efectos negativos

Como ya ha anticipado esta columna, y a título de ejemplo, un compendio del relato del materialismo dialéctico es el soñado impuesto sobre los ahorros y patrimonios radicados en el exterior, con el que el Frente promete afrontar su política de subsidio permanente a los trabajadores y a los que nunca trabajaron ni trabajarán, un principio que ya en su base sería cuestionable. No existe una razón lógica para confiscar parte de esos bienes para repartir entre los trabajadores, los jubilados o quien fuere. Entonces se inventa una “culpa” al sostener sin ninguna cuota de verdad que la riqueza, el ego y la ambición son culpables de la pobreza y entonces deben pagar por ello.

Se trata de una falacia sin ninguna evidencia, que, por el contrario, prueba todo lo opuesto. Sin embargo, muchos medios sostienen ya ese concepto, vía sus comentaristas y “expertos” que, además, agregan que como la renta financiera ha sido gravada a tasas menores que el resto de las actividades, eso justificaría un impuesto especial y diferente sobre esos patrimonios.

Otra falacia, que abriría el camino a tener que analizar o exponer caso por caso para ver en qué rama de actividad se ha generado cada patrimonio, o las radicaciones de extranjeros, o la retroactividad fiscal implícita en ese razonamiento y otras ridiculeces. Ese razonamiento tampoco es local, sino que es la línea global de persecución a los ahorros y los capitales que se viene desarrollando desde hace 25 años globalmente con velocidad y profundidad crecientes vía las orgas.

El relato trata también de convencer al resto de las actividades empresarias de que de ese modo la carga tributaria no caerá sobre ellos, y que el nuevo gravamen no alejará ni las inversiones ni las radicaciones. Este comentario sobre las radicaciones recuerda a las ruinosas concesiones otorgadas para la radicación de UPM2 cuyos costos y consecuencias todavía no se han terminado de medir, ni de padecer.

El mismo impuesto causó la fuga de inversores en Argentina

Más grave es creer y sostener que semejante ataque sobre los ahorros no influiría sobre la inversión y el empleo. Volviendo al ejemplo fácil y favorito que es Argentina, la aplicación de este impuesto, con los mismos argumentos, con las mismas razones, con la misma dialéctica usada localmente, generó una deserción masiva de inversiones y una inmediata parálisis, adicionales a los efectos de la irresponsable política de gasto y emisión del vecino país.

Una vez más, se está planteando un marco de inseguridad potencial, que dañará a cualquier expectativa de inversión, como ha ocurrido siempre. Y ciertamente, como no será suficiente para cubrir la generosidad con dinero ajeno del Frente, augura nuevas cargas fiscales para subsidiar el desempleo generado con este paquete de falsa solidaridad declamada.

No muy distinto a lo que serán las consecuencias de todos los reseteos y agendas voluntaristas del mundo, pero con una economía pastoril de la que sería muy difícil despegarse con semejantes planes y ataques, como también se ha probado siempre, lo que condena a más y más impuestos. Todo el concepto de lo que se llama Agenda 2030 y colaterales lleva camino a la pobreza general. No hay ninguna posibilidad seria de que el experimento de resultado. Pero se sigue avanzando hacia el abismo con la terquedad del materialismo dialéctico, la nada misma.

Todo indica que el famoso bloqueo del que hablaba el domingo Feijóo en España, la grieta, el concepto de medio país tratando de vivir del otro medio país, se repetirá en todas partes. Tal vez Uruguay pueda salvarse de ese futuro ruinoso.

Este tipo de pensamiento le ha valido a la columna el mote de pesimista. Los optimistas corren el riesgo de descubrir su error cuando sea tarde. Como los pueblos que vuelven a reconstruirse una y otra vez sobre las fallas tectónicas que generaron los terremotos que los destruyeron, las sociedades tienden a cometer los mismos errores que las destruyeron. A eso, a la creencia de que esta vez el experimento siempre fallido saldrá bien, se le llama optimismo. También se le llama esclavitud.