Escribe Denise Aín
Desde hace décadas, año tras año nos hemos ido acostumbrando a escuchar, casi como una melodía que se repite a sí misma, que los resultados que alcanzan los alumnos de primaria y secundaria en lectura y matemática son por demás insuficientes.
No obstante, la razones que explican esta situación, no se acompañan siquiera de esa melodía: o nada se dice, o expresiones del de tipo “las familias ya no se preocupan”, “antes leíamos, en cambio ahora sólo están con los celulares y los jueguitos”, “a los chiquilines ya no les hacen repetir”, “la culpa es de…” se traducen en un bullicio ensordecedor, propio de una feria o de un mercado persa, que obviamente nada aporta a una reflexión mínimamente seria.
Nadie puede desconocer que la cronificación de la crisis del sistema educativo, la hace más profunda y compleja de abordar, y que los resultados académicos son sólo una arista de un problema mucho más abarcativo. Sin embargo, a efectos de esta columna, me interesa centrarme en ellos, porque permiten objetivar y dimensionar algunas cuestiones.
Sólo unos pocos datos (o para muestra basta un botón)
A NIVEL DE SEGUNDO CICLO:
El informe de Aristas, del Instituto de Evaluación Educativa[i], relativo a la evaluación 2022 de 3° año de Educación Media o 9° año según el nuevo plan, tomando una escala de 1 – 5 (en la que 1 refiere al nivel de desempeño más bajo y 5 al más alto), indica que a nivel nacional urbano:
- En Lectura, el 24,9% de los estudiantes se ubica por debajo del nivel 3
- En Matemática, el 66,2% de los estudiantes se encuentra por debajo del nivel 3
¿Qué significa esto? Básicamente, que la cuarta parte de los adolescentes de 3° /9° de segundo ciclo alcanza a deducir el significado de palabras o de expresiones de uso frecuente, a localizar información explícita en distintas partes de un texto, en textos con diferentes formatos, y a realizar inferencias sencillas a partir de información del texto (Nivel 2). Sin embargo, NO LOGRAN localizar información competitiva presentada en distintas partes de un texto, ni son capaces de deducir e interpretar datos en diferentes formatos (Nivel 3).
Ni qué hablar, por lo tanto, de reconocer, jerarquizar y resumir información explícita e implícita que se presenta con sintaxis compleja, ni relacionar el contenido con el estilo textual (Nivel 4).
A NIVEL DE INSCRIPTOS EN 2023 PARA CURSAR FORMACIÓN DOCENTE:
Según informe del Consejo de Formación Docente -CFE[ii], tomando una escala de Bajo1 – 4, en la que Bajo1 corresponde a nivel Deficiente y 4 a Alto o Superior:
- En LECTURA, el 38% de los inscriptos se ubica por debajo del nivel 3- Medio o Básico
- En PRODUCCIÓN ESCRITA, el 56% se ubica por debajo del nivel 3 – Medio o Básico
Algunas preguntas ineludibles
Como decía al inicio, quizá porque esta realidad lleva décadas, esta suerte de acostumbramiento ha ido ganando terreno al espanto, no sólo a nivel de la sociedad general, sino lo que es más grave, de la comunidad educativa en particular.
No obstante, caben algunas pocas preguntas ineludibles: ¿Cómo se ha llegado a este estado de situación? ¿Qué se ha hecho a lo largo de tantos años para revertirla? ¿Qué les depara a estos adolescentes en materia educativa?
¿De qué porcentaje poblacional tendríamos que hablar, si a ese 25% que no alcanza niveles aceptables en Lectura, le sumáramos el porcentaje de quienes nunca tuvieron oportunidad de acceder educación media, más quienes fueron quedando por el camino, desertando antes de 3° / 9° año?
Si los resultados de los inscriptos a Formación Docente son los que son: ¿por qué serían de esperar mejores datos a nivel de primaria, secundaria, o de escuelas técnicas?
Seguramente nadie tenga una respuesta del todo certera a estas y otras preguntas, pero respecto de la primera, en lo personal, no deja de invadirme el recuerdo de aquellas épocas en las que era frecuente escuchar frases del estilo “es importante que los chicos no se frustren”, “a los alumnos hay que motivarlos, hay que divertirlos”, para que de la mano de ellas, comenzaron a trasladarse a las aulas practicas tales como no corregir con lapicera roja (para no frustrar), no señalar las faltas de ortografía, e ir trocando docentes por recreadores, incapaces de discernir entre divertir, y proponer aprendizajes estimulantes por lo significativos.
Hasta aquí, un panorama triste, desalentador, y conocido hasta el hartazgo, de un sistema educativo que, a las claras, no ha logrado hacer otra cosa más que cavar para salir del pozo.
Un punto de inflexión
¿Qué es lo que cambió? O ¿qué motiva esta columna?
Lo que cambió es que el pasaje del tiempo ya no permite seguir barriendo bajo la alfombra.
Cambió que son los egresados de este mismo sistema educativo, quienes desde hace tiempo ingresan a Formación Docente, para enseñar a terceros, eso que no saben, con herramientas que no tienen.
Y lo sustancial, a mi juicio, es que cambió la voluntad, el coraje y la sapiencia, para tomar al toro por las astas, y dejar esperar pasivamente que algo suceda.
Lo que afirmo, lejos de sustentarse en expresiones de deseo (que todos las tenemos) se sustenta en un hecho que, a mi entender, marca un antes y un después, y que se suma a la tan mentada Reforma Educativa: por primera vez después de 18 años, las autoridades han resuelto retomar la práctica que (vaya a saber por qué) fue discontinuada en el año 2005, de evaluar el perfil de ingreso de los inscriptos para cursar estudios de formación docente, a la luz de cuyos resultados poder diseñar acciones concretas de intervención.
Concretamente, 4.703 inscriptos este año por primera vez en los distintos subsistemas dependientes del Consejo de Formación Docente (CFE) (Maestros de Primaria, de Primera Infancia, Profesores, Educadores Sociales o aspirantes a Certificación en lenguas extranjeras) realizaron la Evaluación Diagnóstica al inicio de la formación educativa 2023, que tuvo carácter censal, obligatoria, no eliminatoria.
¿Por qué este hecho en sí mismo es quizá más significativo que algunos de sus resultados, que es lo que tuvo difusión en los medios?
En primer término, porque la gestión educativa, las decisiones trascendentes que se toman, comienzan a tener anclaje en la evidencia. Un evidencia crítica en cuanto a sus resultados, que hasta ahora podíamos intuir, pero que, a la vista está, se pretendía no ver y mucho menos cuantificar.
El segundo motivo, es porque, en consonancia con el espíritu de la reforma en curso, la propia evaluación es concebida como una instancia de aprendizaje y mejora.
Tal es así, que ya ha derivado en acciones concretas que apuntan directamente a fortalecer la Competencia Comunicacional, sin la cual, ninguna labor docente es posible.
Por último, porque retomar este tipo de evaluación diagnóstica en la que anclar la gestión, habla de una mirada sistémica, integradora, que deja atrás ese recorte ficticio que es el abordaje por subsistemas, como si nada tuviera que ver la formación docente con la de aquellos a quienes forman o formarán.
Vuelvo a afirmar lo que expresé en alguna otra columna: nadie puede saber a la fecha, cuales serán los resultados de la reforma educativa. Lo que sí es evidente, es que ya no era posible seguir bailando al son de esa melodía que, por recurrente, o aturde, o se deja de oír.
[i] www.ineed.edu.uy
[ii] www.cfe.edu.uy