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Contraviento

El impacto de las emociones en el aprendizaje: un desafío para la IA

3 enero, 2025

Denise Ain 

Juan recuerda exactamente el momento en el que aprendió a escribir. Han pasado más de cincuenta años, sin embargo, aún puede sentir la tensión de su mano presionando el lápiz en el intento por controlar el gesto del trazo.

Claudia, en cambio, evoca ese aprendizaje ligado al perfume de su maestra cerca de ella, supervisando sus intentos. El momento en el que aprendió a
escribir, para Claudia tiene olor: el de aquel perfume, y el olor a cuaderno nuevo. Para Manuel, el aprendizaje de la lengua escrita se condensa en una imagen, o
en dos: la de las palabras MANUEL y MAMÁ escritas en grafito, con letras que salieron de su propia mano y la de las hojas Tabaré, aquellas de márgenes azules.
Como Juan, Claudia o Manuel, cada uno de nosotros guarda recuerdos más o menos cuantiosos, y más o menos fieles de lo que han sido aprendizajes significativos, y lo cierto, es que esos recuerdos no existen sin una emoción asociada. Esto es así, porque los procesos de aprendizaje son procesos tan intelectuales como emocionales, y esa, es una conjunción indivisible.

Aprender, no es ni más ni menos que generar redes neuronales, pero esas redes son más o menos potentes en la medida de que estén asociadas a emociones que incrementen la motivación, el interés, la curiosidad, el involucramiento, y ocupan un lugar central a la hora de procesar información, de relacionarla con otra, así como de consolidar aprendizajes.
Lo mismo se sostiene por la negativa, si pensamos en la infinidad de situaciones en las que aspectos emocionales (y no intelectuales) inhiben el aprendizaje.
Respecto de las emociones de carga negativa, no en vano se ha acuñado por mucho tiempo la idea de que “la letra con sangre entra”. ¿Acaso cada uno de nosotros no ha aprendido de situaciones de dolor, de temor, de fracaso? No será lo óptimo, ni lo deseable, pero tantísimas veces esos aprendizajes son justamente, lo que rescatamos (o nos rescata).

Las emociones asociadas al aprendizaje, pueden estar ligadas tanto a eso que aprendemos, al objeto de aprendizaje, como al contexto, la generación de situaciones / propuestas, el uso de métodos más o menos ajustados a nuestros procesos metacognitivos, pero en particular, al vínculo con personas que, por los motivos que fueren, nos resultan significativas.
Hasta aquí, una idea general de por qué las emociones inciden en qué, cómo, o de qué manera aprendemos.

La irrupción de la IA

Ahora bien: en tiempos en los que la tecnología avanza a pasos que exceden nuestra capacidad de asimilarla, ¿qué rol cumple la Inteligencia Artificial en el aprendizaje? O planteado de otro modo: ¿Puede la IA sustituir el rol docente?

Hago aquí la salvedad de que no me refiero a la persona del docente (aunque pueda serlo) sino al rol docente, que puede estar encarnado en un padre, en una abuela, un jefe, un amigo que tiene un conocimiento o una habilidad de la que carezco, y ocupa en ese momento un rol docente.
Esta pregunta fue la que se planteó Mario Pergolini en un video que se hizo viral, y que comparto:

 

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Pergolini fundamenta la posibilidad de aprender a partir de la IA, y eso es algo indiscutible. No obstante, quizá lo “capcioso”, sea pensar que porque puedo hacer que la IA encarne un personaje (en el caso del video, una bruja) que se dirija a un tipo de público específico (un niño, de X edad) y que ese personaje sea capaz de explicar y re-explicar algo de distintas formas, pueda generar las misma cualidad e intensidad de emociones que otro real, con el que vincularse de manera real.

Excelentes “docentes virtuales” creados con IA, tutoriales, ejercicios de los más variados, con toda seguridad hoy en día podrían ser capaces de instruir a otros, de tal modo que lleguen a reconocer las letras, asociar letras con fonemas, leer y escribir palabras, frases, hasta llegar a dominar la lectoescritura.
Sin embargo: ¿Acaso todas las personas tienen motivación intrínseca por aprender? Algunas sí, pero por lo general la motivación nos es infundida por otros, o retroalimentada por otros.

¿Acaso la curiosidad está siempre presente? En algunas personas sí, pero la curiosidad se cultiva, y por lo general desde afuera, desde la pregunta que nos inquieta y a la que no logramos dar respuesta.

En relación al video: ¿por qué suponer que un niño, de manera espontánea, consultaría por el concepto de multiplicación si nadie le ha dado a conocer siquiera, que el concepto existe? ¿Quién guía ese aprendizaje si no es sabiendo que un prerrequisito para aprender el concepto de multiplicación es el de suma?

El otro. La comunicación.

Vuelvo a Juan, a Claudia y a Manuel: ¿qué hay de esos recuerdos-emociones tan únicos e intransferibles? ¿Es posible generar, evocar y conectar con algo similar desde la IA? ¿Qué queda de esos recuerdos ligados a emociones?

Mientras escribo pienso en que esta pregunta es en algún punto similar a preguntarse ¿qué queda tras la muerte?, porque la idea de sustituir el vínculo humano con IA, conlleva su prescindencia, la muerte del rol docente encarnado en otro.

¿Es posible aprender si otro ya no existe? Sin duda que sí, que es posible aprender. Pero también es posible que ese aprendizaje sea otro, sea distinto, porque las emociones más intensas, más profundas, se generan en o con otros, en diálogo con otro. Y no me refiero necesariamente al diálogo verbal (que podría tenerse con Alexa, por ejemplo), sino a la comunicación (cualquiera sea su forma) entre humanos.