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Contraviento

Una primaria con cuatro tercios

15 agosto, 2023

Argentina vuelve a mostrar que es impredecible; desde autodestruirse como país a ser campeón mundial de fútbol o a elegir como nadie suponía que lo haría

Por Dardo Gasparré

 

En uno de los análisis en que Cristina Kirchner derramó su vocación de pitonisa política sobre la sociedad argentina, afirmó que la elección presentaba un escenario de tres tercios y que en ese marco su partido debía intentar calificar para la segunda vuelta. Apostaba para ello, en su catarsis en cadena nacional, a su percepción de que el peronismo estaba en su mínimo y los demás candidatos estaban en su máximo en ese cálculo, y entonces habría margen para el crecimiento del oficialfismo.

Se equivocó la paloma, cantaría Serrat. No hay tres tercios, sino cuatro, valga la licencia matemática. Porque de un simple cálculo se concluirá que ganó la abstención, que sumó más que cada uno de los otros forzados tercios. La amorfa mezcla de indiferentes, desilusionados, enojados, ignorantes, superinformados, apáticos, críticos, hartos, por motivos diversos y contra culpables diversos, que no fue a votar.

¿Por qué la abstención?

Quienquiera que diga que sabe por qué se produjo esa abstención, simplemente fantasea. No lo sabe y recurre a una audacia intelectual. Al igual que los que pretenden saber por qué el segundo tercio más grande eligió a Milei. Algunos, por la misma mezcla de razones que quienes se abstuvieron de votar, otros movidos por su discurso de libertad y de libertad económica, otros porque aman su condición y estilo de outsider, otros porque vieron en él un símbolo del grito “que se vayan todos “que silenciara Eduardo Duhalde con sus patotas en 2001. Cientos de razones.

El hecho es que él está ahí, como una espina clavada en el corazón del sistema, legítimamente elegido por el pueblo, que superó todos los obstáculos de los aparatos para evitar ese resultado.

Es algo más factible de analizar el pobre resultado de Juntos por el Cambio, que parecía ser la fuerza que se consagraría como líder de la oposición y que termina disputando cabeza a cabeza con su casi tercio el último lugar con el otro casi tercio justicialista. Por un pase de magia difícil de comprender, Horacio Rodríguez Larreta hizo creer a muchos – partidarios y no partidarios – que calificaba para ser candidato a presidente de la nación.

Rodriguez Larreta durmiendo con el enemigo

En esa línea sumó a Gerardo Morales como precandidato a vice, y ambos basaron toda su campaña en que era necesario acordar con un sector supuestamente sano del peronismo para llevar adelante los cambios que también supuestamente rescatarían al país. Algo parecido a lo que sucedió con el gradualismo al comienzo y luego durante todo el gobierno de Macri, lo que el mismo expresidente se encarga de lamentar y fustigar en su libro Primer Tiempo.

Aliarse con parte de un gobierno corrupto, irresponsable, casi suicida, para corregir los desastres causados por ese mismo gobierno no parece ser un mensaje inspirador. Si a eso se le agrega que Bullrich fue ninguneada y descalificada por el propio partido, por el kirchnerismo, por los empresarios del Círculo Rojo y por la prensa complaciente y superficial, el votante propenso a seguir a Juntos por el Cambio pudo imaginar con fundamento que si votaba por Patricia Bullrich desperdiciaba su voto, ya que la alianza estaría representada por la fórmula de los dos mandatarios provinciales, bastante mediocres per se, que además habían hecho profesión de fe el pactar con el peronismo.

Algo del voto de Milei, o del pobre resultado de JxC, se puede explicar bastante por esa contradictoria oferta electoral del partido de Macri. Hay quienes dicen que el magro resultado se debe a la pelea en que se enzarzaron los precandidatos cambiemitas cuando la población esperaba que le hablaran de las soluciones a sus problemas. La columna ofrece esa alternativa de análisis, además del desagrado de muchos sectores con la tarea y arreglos del jefe de Gobierno de CABA.

El tercer casi tercio, el de Unión por la Patria, es un milagro diabólico. Luego de haber sometido a la sociedad a la tortura de su decadencia, deliberada y arteramente concentrada en los últimos meses, no deja de ser sorprendente que todavía sus propias víctimas estén dispuestas al masoquismo en tamaño número. Mucho más arriesgado sería creer que aún hay más ciudadanos prestos a engrosar ese número de sumisos en las elecciones generales, como sostienen algunos analistas.

El día después 

El vapuleado oficialismo mostró su reacción que comenzó en la propia madrugada de ayer. El gobernador Kicillof, con un discurso escrito, (¿por él?) y el ahora candidato a presidente y ministro de economía, que prometieron profundizar su política de “de vivir con lo nuestro”, que el partido defiende desde su mismísimo fundador en 1950, asesorado por la nefasta CEPAL, la lucha contra las importaciones, (que ha destruido la exportación) la defensa del sindicalismo y la rigidez laboral que ha llevado al desempleo crónico, al subsidio de millones de planes y a la pobreza. O el relato de miedo de la esclavitud, o la dolarización. El peronismo está condenado a hacer más de lo mismo. No puede separarse de ese discurso, aunque sepa que lo lleva al abismo.

Ayer, en una acción parte desesperada, y parte para cumplir con el Fondo, llevó el valor del dólar oficial (irrelevante frente a tantos tipos de cambio) a 350 pesos, lo que redujo por un ratito la brecha cambiaria que había llegado al 100%. Por un ratito. Pronto el dólar paralelo pasó de 605 a tocar 695 pesos. Al mismo tiempo, el Banco Central volvió a subir la tasa de interés en pesos a 111% en un intento de frenar la inflación, que no servirá para nada si no se abandona de inmediato el plan platita de emisión canilla libre, lo que difícilmente ocurra, bajo la vigilancia de la economista mayor del kirchnerismo, para la que tampoco tiene título habilitante.

Hasta ahora, el gobierno, tanto en lo económico como en lo político, parece querer insistir en lo que le ha dado tan pobres resultados. Ayer hizo decir a la prensa amiga que el partido tiene mucho para crecer, lo que no ocurre con los demás. Afirmación algo peligrosa de creer, sobre todo para el propio justicialismo.

Empezó el nuevo ataque contra Milei

Ya comenzaron los ataques vía la prensa contra Milei, ahora no basados en que es un “loquito”, o un nazi, o un mesiánico, sino en que quiere quemar el Banco Central e implantar la dolarización. La verdad es que el concepto de dolarizar, que fue lanzado en uno de sus impromptus por Milei, fue rápidamente reemplazado por él mismo por la frase: “dolarizaremos en uno o dos años, cuando las reservas lo permitan”.

Una profundización técnica del candidato, tal vez lo lleve a redondear mejor el concepto. Para dolarizar hace falta tener muchos dólares sólo si se piensa en seguir controlando el tipo de cambio, que ha sido la política en los últimos 75 años que culminó siempre en alta inflación, prebendarismo y capitalismo de amigos y default. Tal vez sea más sensato unificar los tipos de cambio y liberar al mercado el valor de las divisas, algo que en Argentina se desconoce como práctica. El temor a la hiperinflación que supuestamente  ocasionaría el levantar el cepo de inmediato. otro miedo que desparrama el gobierno, salir de esa atadura tiránica difícilmente provoque una hiperinflación como sostiene el peronismo, algo que saben y han estudiado largamente los economistas serios cercanos a Milei.

La dolarización, blanco del ataque que ha empezado, se pensó como un modo de atar las manos gastadores de los gobiernos, como reacción a los efectos del irresponsable dispendio del estado y la correlativa inflación, que la población sufre y paga con miseria.

La quema del Banco Central

El otro tema que se esgrime en contra del exitoso candidato, es su afirmación del comienzo de la campaña de que incendiaría el Banco Central, en una simbología de que le quitaría la potestad de emitir moneda, causa única de la inflación que padece la sociedad, sobre todo la más pobre. La posición de esta columna es que también debe eliminarse su función de ser la contraparte exclusiva de toda operación de compraventa de divisas, o sea de ejercer el control cambiario que ha destrozado el mercado externo. Tal vez no sea necesario quemar el banco central para ello.

Los argumentos de que dispone el gobierno para recuperar el favor del votante parecen ser muy pocos. Lo que se denomina “los mercados” no han reaccionado positivamente, pero se debe evaluar con cuidado ese hecho. Hay un mercado interno, un mercado externo, un mercado de corto plazo, uno de largo plazo, hay mercados especulativos. Los datos y los índices pueden variar mucho y contener mucho error de criterio o de percepción. Un prebendario empresario argentino no verá con buenos ojos la baja oficial y el triunfo temporal de Milei, ni un sindicalista, o un concesionario. El dólar puede subir en un primer momento y bajar a los dos días frente a una lectura más profunda de la realidad.

Nada está definido aún, por lo que los movimientos de los mercados indican bastante poco de las expectativas sólidas que se puedan trazar sobre el futuro. El país sigue siendo un misterio para todos, lo mismo que su futuro político e institucional. Los mercados serán erráticos y ultra especulativos. Y no dejar de lado que los dos preferidos del Círculo Rojo, Massa y Larreta, fueron perderores lastimosos, lo que es un riesgo futuro.

Dos meses para empezar de nuevo

En los próximos dos meses los tres tercios tratarán de conquistar al cuarto tercio, creerse dueños de los votos, promover alianzas que supondrán que el pueblo votará como se le ordene. Es de esperar que algunas de esas alianzas o acuerdos resultarán efectivas y hasta de utilidad para el país. Por caso, no debe olvidarse que el discurso de Patricia Bullrich, ahora a cargo del destino del Pro y de Juntos por el Cambio, tiene varios puntos de coincidencia con el de Javier Milei, que si bien se comporta como una Greta Thunberg caprichosa ha cambiado varias veces de discurso en su trayectoria, aunque no se haya notado demasiado.

Este comentario tiene que ver con la opinión central de esta diatriba: Javier Milei ha comenzado un firme camino hacia la presidencia de la república. El tema casi no es para él ganar las elecciones, sino si será sólo un Bolsonaro, un Trump o en vez de ello será quien recupere la senda que Argentina perdió por simple estupidez y por una menos simple corrupción.

En estos dos meses debe armar los equipos y las alianzas que lo ayuden en semejante tarea. Y de paso convencer a la sociedad de que no hay mecanismo mágico que “le solucione todos sus problemas” sin esfuerzo previo.  No le será fácil. Sobre todo porque deberá vencerse a sí mismo, y convencer a sus adláteres de que no está cediendo terreno en ese proceso. Y así deberá hacerlo durante todo su mandato si lo consiguiese.

Está ya claro que el mayor enemigo de Argentina es Argentina.

En una paráfrasis dramática, podría decirse que, en esta instancia, el mayor enemigo de Milei es Milei.