Argentina sufre hoy la peor de las pesadillas, recurrente y real. Y no es solamente la del kirchnerismo y su candidato
Por Dardo Gasparré
Como en aquella terrible saga de Freddy Krueger, Pesadilla -símil que ya se ha usado aquí – el otro país del Plata se enfrentó el domingo a la noche al peor de los resultados posibles: un triunfo en la primera vuelta de Sergio Massa y la desaparición de Patricia Bullrich de la escena, y acaso del mismísimo Juntos por el Cambio.
La sorpresa se transformó pronto en enojo para muchos. La consolidación de un narcoestado con la complicidad de los irresponsables que llevaron a la economía y a la sociedad a la miseria material y moral es el presagio de un exilio venezolano para el sector que creyó muerto al movimiento de Perón, como alguna vez creyó el “no vuelven más” en los 4 años de gobierno macrista.
Ese enojo, sumado al enojo con Milei y sus partidarios que insultaron, ofendieron y descalificaron a los sectores no sólo de JxC sino a quienes defienden una economía libre sin ser mileístas (un número trascendente) se transformó pronto en histeria: “no votaré en el balotaje, desprecio a Massa pero no pondré mi voto por Milei”, fue una de las líneas centrales de pensamiento. La otra línea fue: “Milei es Massa, da lo mismo, no iré al balotaje”
El increíble fenómeno de que el pueblo vote a favor de su verdugo
El ciudadano común no puede concebir que los sectores del pueblo más maltratados por el gobierno de Massa y el kirchnerismo, más pauperizados, más engañados, más ofrendados al narcodelito, insistan en votar enceguecidamente por sus captores. Puede entender La Matanza, ya sometida y drogada convenientemente, pero no puede concebir Lomas de Zamora, donde el robo a esos sectores quedó hace pocos días flagrante y escandalosamente evidente. El viejo dicho “roban pero hacen”, que se aplica a tantos gobiernos estatistas y populistas, parece haberse reemplazado ahora por otro dicho: “roban pero destruyen”, sin que a las víctimas parezca importarle.
Tal vez lo que más frustra, lo que más empuja a la huida, lo que más desilusiona, sea esa sensación de que un sector importante de la población votará kirchnerismo en cualquier circunstancia, en cualquier instancia, no importa la humillación, la miseria o el despojo al que fuere sometido. Los argentinos que hoy más que nunca quieren irse, no huyen de un gobierno totalitario e irresponsable. Huyen de sus compatriotas que los condenan a la esclavitud. Esa es su pesadilla.
Una lección para Uruguay, si sabe y quiere leerla. Cuando un sector muy importante de la sociedad vota por el estatismo populista, por el control de la economía que es el control a la libertad en cualquier situación, y además está sojuzgado por una supuesta ideología resentida, se puede ser Argentina de la noche a la mañana, sin darse cuenta. Basta una diferencia de un voto. También se puede decir “nosotros somos distintos”, pero suena inquietantemente parecido al “no vuelven más”.
¿La economía tampoco le importa al votante peronista?
–¿Y esto cómo sigue? – se preguntará el lector. Hasta el balotaje sigue como hasta hoy, o peor, con el dólar Maduro, es decir manejado dictatorialmente, es decir dólar manoseado y todo el sistema fingiendo que hay moneda, que hay economía y que hay producción, mientras se emite confiando en que la caldera no explotará, todavía. Después, ¿qué importa del después?, diría el gran Homero Expósito. Si gana la nueva franquicia peronista, simplemente habrá más y peor estatismo y populismo. Con más impuestos, eso sí. De paso, ayer se anunció una devaluación por 30 días, una chapucería y una burla luego de haber prometido que no se devaluaría.
Si en cambio ganase Milei, se abre, si se tiene suerte, un lento y duro camino de recuperación. No será una cuestión de celebrar como el campeonato del mundo, pero es una chance, aunque remota. Y aquí esta diatriba intentará hacer algún análisis político.
Como viene insistiendo esta columna, Milei solo ni gana ni puede gobernar. Alguna forma de coalición con un sector de Juntos por el Cambio es imprescindible, y el propio libertario lo ha repetido desde ayer en cuanto oportunidad se le presentó, como si lo hubiera aprendido de golpe.
Ese sector no es cualquier sector. El radicalismo de Lousteau es un radicalismo que mira por encima del hombro de su aliado eventual para ver quién le paga más por entregarlo, como un Judas de sainete. El de varios de los gobernadores de la UCR tampoco. Son cómplices de la trama política y de la corrupción económica. Al igual que parte de sus intendentes y punteros. Larreta tampoco es confiable, y ciertamente la Coalición Cívica está atrapada por la ideología flexible de Elisa Carrió, cuyo límite es el que a ella le conviene en cada momento.
El rol de Mauricio Macri
Milei entonces puede aspirar a encontrar votos en buena parte del Pro, en todos aquellos que se abstuvieron de votar, y en quienes no son radicales, ni comulgan con los Nosiglias o los Santillis, pero que votaron por JxC porque encontraron en Bullrich un mensaje más contundente de libertad, seguridad y austeridad, no por partidismo. Que no son pocos.
Y quien más ha identificado a ese sector y quien más lo comprende y sabe cómo hablarle, es Mauricio Macri. Que tiene muy clara esa situación. Y que en cuanto LLA lo entienda así puede llegar a ser clave en el resultado de esta elección y el futuro del país y de un nuevo gobierno. Es lo que Mauricio dijo en su visita a Montevideo y repitió en cuanta oportunidad tuvo delante una cámara: los sectores que están por la libertad y la propiedad privada deben aliarse. Y son mucho más numerosos que el peronismo.
Y para esto hacen falta que se den dos supuestos. El primero es que la histeria de la noche del domingo deje paso a la reflexión, algo difícil de pedirle a un latino, y casi imposible de pedirle a ningún votante de ninguna parte del mundo. (Quienes huyeron del kirchnerismo a otros países terminaron en muchos casos votándolo, algo reñido con una elemental inteligencia)
Los electores enojados con Massa y con Milei, no pueden caer en el error infantil de hacer un berrinche que termine facilitando el triunfo en segunda vuelta de Massa vía la abstención o el voto en blanco. Tampoco es así la política. No es un Nacional-Peñarol, ni un River-Boca. Ni tampoco es lo mismo. Como no es lo mismo Massa que Milei.
Los asesores de Milei, un contrapeso charlatán
El libertario cometió muchos errores en su campaña y aún en su trayectoria. No se puede negar que fue funcional a la polarización ideada por el massismo, a sabiendas o no. Sus partidarios, sus asesores y a veces él mismo, insultaron a los ciudadanos que no estaban de acuerdo con su estilo y con su formato político. Los descalificaron, los vejaron y los “sobraron”. Muchos jóvenes inmaduros despreciaron a los adultos y muchos adultos se comportaron como jóvenes inmaduros. Y muchos ignorantes se creyeron sabios y muchos sabios se comportaron como ignorantes.
Y aquí viene el segundo supuesto. Tanto Milei como sus seguidores y entorno tienen que madurar. La política tampoco es eso que hicieron. Y ya se ha dicho que es cierto que el libertario fue en muchos aspectos funcional a Massa. Pero no es Massa. Y si lo hubiera sido, la ambición presidencial es suficientemente poderosa como para dejar de serlo. Si en algún momento sintió, protectora, sobre su hombro, la mano del peronismo, del sindicalismo o del empresariado prebendario y corrupto, es una buena instancia para sacudírsela. Tal vez es lo que él mismo quiere decir cuando usa el término “hacer tábula rasa” con lo ocurrido en la campaña”. En algún punto, la primera vuelta obró como una interna de la oposición. Esa interna la ganó Milei. Ahora hay que reacomodar los melones en el camión, diría el gran ausente del domingo a la noche, Carlos Melconian.
Cuando se tomen un mínimo tiempo de análisis los partidarios de toda la oposición que defienden la libertad y la libertad económica y de mercado, y el propio Milei, llegarán a una única conclusión. Con una alianza, Milei gana. Sin una alianza, Milei pierde. Y el país pierde su única y mínima chance de cambio. Que nadie, menos este espacio, puede asegurar si será mejor o peor, si será viable o un desastre. Pero sin ese acuerdo, gana el no cambio. Aunque con más chances matemáticamente, Massa no quiere, ni sabe, ni puede cambiar. Milei, con una alianza, tal vez sí. Por eso tal alianza debe ser mucho más que un acuerdo electoral circunstancial.
Mauricio Macri, a quien la opinión fácil, juvenil y superficial de muchos ven como un jubilado de la política, también es percibido por otros sectores como alguien que está más allá del bien y del mal. Como alguien que mira el país como un todo y la libertad como una condición irrenunciable, por encima de las conveniencias partidarias, ideológicas o personales.
Un consejero para Milei
Macri podría tener un papel vital en tal alianza. Hasta porque Milei no puede, por su personalidad, compartir cartel con cualquiera, y menos negociar. Una alianza profunda sería de gran importancia no ya para simplemente ganar en el balotaje. También para armar equipos con experiencia en la vida real, no teóricos ni arribistas ni demostradores de teoremas ni defensores de tesis. O para sacarse de encima con la buenísima excusa de un acuerdo integral a un montón de personajes que han sido un contrapeso para el León, ya sea desde la ignorancia o desde el conocimiento. Esa alianza puede obrar como un tutor en jardinería, corrigiendo desvíos y defectos, ayudando a respetar pautas y leyes.
De paso, aportando una gran cantidad de buenos gestores, de vital importancia para tratar de corregir el rumbo enloquecido de un país borracho de gasto, emisión, demagogia y corrupción. Y para demostrar con el ejemplo que ese gran bloque opositor que simboliza y representa tantas esperanzas, se tornará irrelevante si cada una de sus facciones cree que sólo vale la pena votar lo que considera perfecto, regalándole al narcoestado el despejado camino de la impunidad y la ruina. (Aún así, no se debería ser tampoco demasiado optimista con los resultados en el Congreso. El kirchnerismo es experto en conseguir mayorías a cualquier costo. Sic)
Macri, garante del acuerdo
Y Macri debe convertirse ante sus seguidores en el garante de Milei, para ponerlo en términos comprensibles y dramáticos. Es la tercera M en discordia que puede inclinar la balanza y hacer lo que no pudo hacer en su gobierno, acaso porque sus partidarios también creían que los kirchneristas “no volvían más”.
Milei está condenado a cambiar para ganar. El país está condenado a Milei para intentar sobrevivir. Macri está condenado a apoyarlo y mantenerlo en caja. Que cada argentino vote o no vote como quiera. Finalmente, se trata de un país rico. Tiene alimentos, petróleo, gas, pesca, todos los climas, vacuna contra el Covid, oro y hasta litio. Está condenado a la grandeza, ¿verdad? Como Maradona, ¿verdad?