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Contraviento

La yihad islámica: de Gaza para el mundo

24 octubre, 2023

 

“…a partir del momento en que una población tiene miedo, lo que hemos de tener en cuenta es más la realidad del miedo que la realidad de la amenaza…” Amin Maalouf en “Identidades Asesinas” Alianza Editorial 1999

la creciente exasperación de los sentimientos identitarios provoca tempestades que han emponzoñado el ambiente del planeta entero y de todas y cada una de las sociedades…” Amin Maalouf en “El naufragio de las civilizaciones”

 Por Jorge Martínez Jorge 

Esta columna debió ser escrita inmediatamente después del horror del 7-O en Israel, y al calor de una barbarie que aún hoy cuesta dimensionar adecuadamente. Y lo fue.

Sin embargo, la velocidad de vértigo con la que la realidad fue mutando desde el eterno conflicto hebreo-islámico, pasando por el septuagenario conflicto árabo-palestino-israelí, dejó a todo enfoque circunscripto a la santa Tierra Santa, en apenas una ventana abierta a un enorme caserón. Vamos, que envejeció pronto y mal.

En apenas dos semanas, la cuestión escaló a cotas inimaginables unos días antes, no sólo en volumen, sino en que rápidamente dejó de ser -o dejó de serlo en exclusiva- la eterna cuestión religioso-histórica y política entre judíos del Estado de Israel y palestino de la Franja de Gaza, para convertirse en una suerte de nueva intifada. Esta vez de carácter global, llevada ahora a los territorios de Occidente donde desde hace medio siglo vienen importando a título oneroso para sus propios nacionales, a toda clase de presuntos o futuros yihadistas, principalmente a la decrépita Europa y el decadente Estados Unidos.

 

La Guerra contra Israel declarada por Hamas

 

Sobre la guerra, que hoy mismo fluctúa entre el sur y el norte, y que no termina de hacerse explícita ni siquiera con qué organizaciones terroristas y qué Estados patrocinantes participan, se ha venido diciendo todo, o casi todo, tanto que cuesta desbrozar el campo minado de las guerras psicológicas y de desinformación.

Este columnista, no obstante, quisiera detenerse en dos aspectos a los que no parece haberse mencionado muy frecuentemente ni con la importancia que, a su modesto entender, tienen. Me refiero, en primer lugar, al aspecto religioso del conflicto y que dice relación con el origen mismo del Corán a partir de la antigua Biblia hebrea -lo que crea la dicotomía entre pueblo elegido y pueblo condenado.

En segundo lugar, tiene que ver con la influencia que tuvo sobre el mundo árabo-musulman la doctrina antisemita del Nazismo, y a través de su propio Libro sagrado -el Mein Kampf hitleriano- cómo insufló razones más concretas y cercanas para que el integrismo islámico hiciera de la desaparición de todo rastro judío en tierra islámica una parte sustancial de su armadura ideológica, al punto tal de ser incluido -a texto expreso- en la propia Carta Fundacional de la organización terrorista Hamas.

Oriente Próximo – Psicoanálisis de un conflicto

 

En este aspecto, recurro a la tesis desarrollada por el filósofo, matemático, historiador y psicoanalista judío de origen marroquí Daniel Sibony, en su Ensayo que lleva por título el del capítulo.

En sus casi trescientas páginas, dividido en cuatro partes, denominadas El drama palestino, El drama del mundo árabe, El drama judeo-israelí y Las repercusiones del conflicto en Occidente, publicado originalmente en 2003 en francés, Sibony plantea varias cuestiones novedosas al momento de abordar las complejidades de un “multiconflicto” que, tras casi ocho décadas en su forma actual, no cesa de mutar una y otra vez.

Siendo todo él, sumamente interesante, al columnista le interesa poner de manifiesto la tesis sostenida aquí por Sibony en cuanto a que el Corán constituye una reescritura de la Biblia hebrea que convierte al Profeta Abraham en Ibrahim, instituyéndolo como el primer musulmán. En la medida en que, Corán mediante dictado por el único Dios, Alá, a través del Arcángel Gabriel al Profeta Mahoma, el hasta entonces pueblo elegido de Israel se convierte en el traidor de Dios y, en consecuencia, pone al pueblo árabe muslim como el nuevo elegido, obligado a la máxima fidelidad a los designios divinos. También les endosa la pesada carga de no fallar nunca al Dios que los eligió.

Entre estos designios-deberes-mandatos ocupa un lugar no menor el de la yihad, la Guerra Santa destinada a convertir mediante la palabra divina o a exterminar mediante la espada, a los infieles, muy especialmente, a la gente del Libro, es decir, a los judíos.

A partir del Siglo VII, el mundo -por lo menos el mundo conocido por entonces- tiene un solo Dios que se expresa mediante un solo libro que convierte a sus siervos (muslim significa eso, precisamente, el que se somete a Alá) en custodios y soldados de la Fe, una y única.

He aquí el meollo de la cuestión religiosa que permea desde siempre al conflicto entre árabes y judíos.

 

Entre «moderados» e integristas

 

Mientras que, en especial desde la creación por las Naciones Unidas del Estado de Israel, ello llevó a sucesivas guerras entre árabes e israelíes, es cierto que con el transcurrir de las décadas, con un islam dividido entre sunnitas y chiitas, y estos a su vez en diversas corrientes, han tenido no sólo al Estado de Israel como enemigo común, con Estados Unidos como una suerte de alter ego de éstos, los estados musulmanes “moderados” (no hay manera de obviar el entrecomillado) que quieren normalizar relaciones con el enemigo, se ven en la permanente disyuntiva de qué hacer con sus propios integristas.

Ahora mismo, al tiempo que Hamas planificaba la peor masacre de judíos desde la creación del Estado de Israel, otros Estados sunnitas “moderados” como Arabia Saudita y Bahréin negociaban los llamados Acuerdos de Abraham.

En estos breves párrafos queda planteada la dificultad de que la política y la diplomacia, puedan resolver lo que es materia de fe y textos sagrados, con fuerza de Ley además.

Nuestro Adolf del desierto

 

El Mein Kampf que se esconde en mi biblioteca es un mamotreto de casi 350 páginas, editado en castellano en México, fue considerado -con razón y justicia- la Biblia nazi. Con Hitler en el poder, cada alemán debía tener un ejemplar en su casa y su falta convertía a una persona en altamente sospechosa. Tanto así que, durante el período nazi, en cada boda entre alemanes -las únicas posibles, claro- se les obsequiaba con un ejemplar. No se conoce un alemán que, en tales circunstancias, confesara no haberlo leído.

La afición del columnista por la búsqueda de libros, lo llevó a conseguir un ensayo titulado “Mein Kampf, historia de un libro”, escrito por el periodista y documentalista Antoine Vitkine, único en su especie ya que a través de 260 páginas se dedica a bucear en la génesis del libro, su huella a través de Europa y el mundo, y la increíble circunstancia que el libro constituye un programa completo y sin eufemismos ni medias tintas de lo que se proponía el ex Cabo Hitler una vez llegado al poder.

Durante diez años, una década completa, estuvo circulando entre las élites supuestamente esclarecidas, aún las de los que habrían de ser objeto de todos los delirios racistas de Adolfito, sin que nadie se lo tomara en serio, aún cuando se convirtió en uno de los libros más vendidos de la historia y a su autor en un rico escritor de un solo libro.

Aunque parezca increíble, y lo parece, todo indica que Hitler conocía cómo esconder el elefante blanco a la vista de todos.

En este ensayo, Vitkine le sigue la pista puntillosamente, antes, durante y después del nazismo en el poder y consigna la deriva que tuvo en el mundo árabo-musulmán. Publicado inicialmente en Turquía, vendió al cabo de los años más de 2 millones de ejemplares.

Dice el autor “en Palestina, el éxito de Mein Kampf es tal que, en su edición del 13 de marzo de 1939, la revista Time de Londres informa que los árabes que viven en ese territorio se cuentan entre los mayores compradores del libro”.

A ello, no era ajeno un personaje central en la difusión del nazismo en tierras árabes: el Gran Muftí de Jerusalén, Amin Al-Husseini quien llegó a entrevistarse con el mismísimo Adolf Hitler a quien le ofreció toda su colaboración con la única condición de que les dejara las manos libres para borrar de la faz de la tierra todo rastro de judaísmo y judíos. Música para los oídos del Führer.

Los judíos son vuestros fue la respuesta de Hitler. Música para los oídos de Husseini.

Al-Husseini no solamente fue un activo propagandista del nazismo, sino que se encargó de organizar el reclutamiento de voluntarios musulmanes para las SS y fue estrecho colaborador a inspirador de Hassan Al-Banna -también simpatizante y activo difusor de Mein Kampf y la ideología nazi- el egipcio fundador de los Hermanos Musulmanes en 1928, organización que años después sería la gestora de la creación de Hamas (Movimiento de Resistencia Palestina) como una rama de ésta.

Tanto influyó –e influye hasta hoy día- el nazismo en Hamas y el integrismo musulmán de Oriente Medio, que en 2007 (el año siguiente a la guerra entre Hamas y Fatah por Gaza) en Ramallah, el Mein Kampf traducido al árabe era el 6º libro más vendido.

Nazismo e integrismo islámico, un sólo corazón

 

Para ilustrar las coincidencias entre los nazis de Hitler y los movimientos terroristas inspirados por los Hermanos Musulmanes, valga este párrafo del escritor argelino Boualem Samsal, autor de “La aldea del alemán” que describe las semejanzas entre el nazismo y los regímenes dictatoriales árabo-musulmanes: “Partido único, militarización, lavado de cerebro, falsificación de la historia, exaltación de la raza, visión maniquea del mundo, tendencia a la victimización, afirmación constante de la existencia de un complot contra la nación, xenofobia, racismo y antisemitismo erigidos en dogmas, culto al héroe y el martirio, glorificación del Guía supremo, omnipresencia de la policía y sus informantes, discursos inflamados, organizaciones de masas disciplinadas, grandes concentraciones, machacona insistencia religiosa, propaganda incesante, generalización de un lenguaje grandilocuente y superficial que resulta letal para el pensamiento (para comprobar el paralelismo, ver la obra “LTI: lenguaje del Tercer Reich” de Viktor Klemperer), proyectos faraónicos que exaltan el sentimiento de poder.”

Nazis vendrán que nazi te dirán

 

Junto con las relaciones carnales del nazismo con el integrismo islámico que acabamos de mostrar, hay otro fenómeno más inquietante aún derivado del Mein Kampf en el islam: la “nazificación de Israel”, ejercicio que pretende que Israel es “un Estado nazi”, que su actitud respecto de los palestinos o los árabes es una actitud nazi y que aquellos son los “nuevos judíos” a los que amenaza un nuevo Holocausto.

Véase. Un debate en Al-Jazeera (cadena internacional de propiedad qatarí de propaganda islámica) en 2001, con 4 millones de oyentes, cuyo tema era “¿Es el sionismo peor que el nazismo?” en donde 4 de los 5 participantes respondieron afirmativamente y compararon pasajes de Mein Kampf con la Torah sosteniendo la peregrina idea de que la fuente de inspiración de Hitler fue el libro de Josué. Al final, el presentador Fayzal al-Qassem citó los datos de una encuesta entre oyentes: 84% respondieron que sí, el sionismo es peor que el nazismo, 11% que equivalente y sólo 3% que el nazismo era peor.

Con lo dicho, queda claro que Tierra Santa ha dejado de ser santa hace mucho y alberga a las peores lacras de la humanidad: el antisemitismo más puro y duro y el nazismo sin atenuantes. Y sabemos, de qué lado está.