Se realizará hoy un homenaje recordatorio del gran Acto del Obelisco del 27 de Noviembre de 1983, que marcara un hito fundamental en el proceso de reapertura democrática y significó un fuerte golpe a las estructuras que sostenían a la dictadura militar en el poder.
La época
A partir del Plebiscito de 1980 el proceso de apertura democrática se cumplía con marchas y contramarchas, producto en gran medida de una feroz interna dentro de los diferentes grupos militares que se mantenían en el poder.
Así, tras las Elecciones Interna de 1982 se habían iniciado en los primeros meses de 1983 las negociaciones entre las Fuerzas Armadas y los Partidos Políticos, cuyos primeros capítulos tendrían lugar en el Parque Hotel.
En esas primeras instancias los militares volvieron a intentar retroceder en el camino recorrido, para lo que presentaron un marco normativo que era casi una copia del texto constitucional rechazado en 1980, lo que provocó la suspensión del diálogo por los Partidos en vista de las diferencias irreconciliables.
Eso provocó un empantanamiento del proceso democrático, donde recrudecieron los ataques a la Libertad, con endurecimiento de medidas contra la prensa opositora, represión en manifestaciones, detención de dirigentes políticos y sindicales, manteniéndose las proscripciones de personas y Partidos.
La idea
En ese marco el Dr. Jorge Batlle plantea la idea de realizar un gran acto de masas para exigir el fin de la dictadura y la realización de elecciones libres en 1984.
La idea fue presentada en una reunión realizada en la casa de Juan Pivel Devoto, donde asistieron por el Partido Nacional -además del dueño de casa- Carlos Julio Pereira, Fernando Oliú y Gonzalo Aguirre, mientras que por el Partido Colorado participaron Julio María Sanguinetti, Jorge Batlle y Enrique Tarigo. Inmediatamente se sumó a la iniciativa la Unión Cívica.
Así, la siguiente reunión tuvo lugar en el domicilio del dirigente cívico Juan Vicente Chiarino, representante de este Partido junto a Humberto Ciganda y Julio Daverede, con el Dr. Enrique Tarigo por el Partido Colorado y Fernando Oliú y Gonzalo Aguirre por el Partido Nacional.
En esa reunión se resolvió que el acto sería junto al Obelisco de los Constituyentes el 27 de noviembre (por ser el último domingo de noviembre, fecha tradicional de realización de los actos electorales) y que se extendería la invitación al Frente Amplio, que aún se hallaba proscrito.
Se encomendó a los Doctores Gonzalo Aguirre y Enrique Tarigo la redacción de la proclama, para lo cual Juan Pivel Devoto propuso el nombre del actor Alberto Candeau, destacada figura de la Comedia Nacional, lo que fue aceptado por todos los organizadores.
Una semana antes del acto, los dirigentes colorados, blancos y cívicos recibieron a los delegados del Frente Amplio, José Pedro Cardoso y Juan Pablo Terra, para ultimar los detalles de la proclama y del acto.
Un Río de Libertad
Con el Obelisco a los Constituyentes como fondo, el acto se realizó de cara a la Avda. Morquio. No obstante, la concurrencia superó las mejores expectativas y cubrió gran parte del Parque Batlle, Bulevar Artigas, 18 de Julio y Avenida Italia, estimándose en unas 400.000 personas. A su vez en el mismo momento se produjeron importantes concentraciones en varios puntos del interior, con más de 10.000 personas en Salto y Paysandú, 3.000 en Artigas, 5.000 en Melo, 10.000 en Florida, 1.500 en Fray Bentos, entre otras.
El mismo estuvo presidido por un estrado con más de 100 figuras de todos los diferentes sectores políticos y sociales del país, bajo la consigna “Por un Uruguay Democrático y sin exclusiones”, fue conducido por las principales figuras de la radio y televisión nacional del momento y se recibieron múltiples adhesiones, dentro de las que se destacaran especialmente las de los Premios Nóbel Adolfo Pérez Esquivel y Lech Walesa.
La Proclama
El primer actor de la Comedia Nacional Alberto Candeau dio emocionada lectura a la proclama, que recogiera fundamentalmente el texto escrito por el Dr. Gonzalo Aguirre con aportes del Dr. Enrique Tarigo, quienes posteriormente se sucederían en la Vicepresidencia de la República.
Su texto fue el siguiente:
«Ciudadanos:
Los partidos políticos uruguayos, todos los partidos políticos, sin exclusión alguna, han invocado hoy al pueblo a celebrar la fecha tradicional de la elección de sus gobernantes y a proclamar su decisión irrevocable de volver a ejercer su derecho al sufragio de aquí a un año, el último domingo de noviembre de 1984.
Lo hacen al pie del Obelisco a los Constituyentes de 1830, autores del primer Código Fundamental de la República, en el que los orientales ratificamos nuestra voluntad de constituirnos en Nación libre y soberana y consagramos la norma sesquicentenaria que instauró la noble práctica de renovar a los representantes de la ciudadanía mediante su voto libérrimo, en un día como el de hoy, el postrer domingo del mes que ya fenece.
Aquí hacen resonar vibrante su reclamo de libertad y democracia, tanto tiempo acallado y sin embargo vivo en la conciencia de la ciudadanía, que no admite salvedades ni discrepancias, porque el anhelo de libertad y la vocación democrática constituyen el común denominador de todos los hombres y mujeres nacidos en esta tierra.
Y el pueblo ha dicho presente. Lo testimonia esta multitud inmensa, y pacífica, jubilosa y esperanzada. Ha dicho presente porque este es un pueblo que conoce sus derechos, sus deberes y sus responsabilidades. Porque es un pueblo con madurez y cultura cívica. Porque es capaz de dar al mundo ejemplos únicos y magníficos de altivez, coraje e Independencia, como el de aquel ya histórico 30 de noviembre de 1980 cuando dijo NO a la imposición de los detentadores del poder. Prometeo fue grande porque supo decir que no a los dioses. Y el pueblo uruguayo es grande porque supo decir que no a los dioses con pie de barro. A quienes, asentados en la fuerza, pretendieron legitimar la usurpación de nuestros derechos sagrados en un proyecto de Constitución que desconocía toda la tradición democrática y republicana de la patria.
Ese mismo pueblo que dijo NO tres años ha, dijo luego SI un año atrás, en otra jornada cívica inolvidable. Sí a los partidos silenciados durante una década y a los políticos injuriados, perseguidos, encarcelados y exiliados, que demostraron que, como al fundador de nuestra nacionalidad, un lance funesto podrá arrancarles la vida pero no envilecerlos. Ese glorioso 28 de noviembre de 1982, ustedes queridos compatriotas, les dijeron que sí porque los reconocen como intérpretes, fieles de su voluntad y porque no ignoran que ellos saben, al igual que Artigas, que su «autoridad emana de vosotros y ella cesa por vuestra presencia soberana» y que su primer deber es poder deciros, un día ya no lejano, que «vosotros estáis en el pleno goce de vuestros derechos» y «ved ahí todo el fruto de mis ansias y desvelos, y ved ahí también todo el premio de mi afán».
El país se apresta, cuando se cumplan las condiciones mínimas que todos los partidos reclaman y que se precisaron en la declaración conjunta de los partidos tradicionales, del pasado 8 de octubre, a iniciar nuevas conversaciones con las Fuerzas Armadas, destinadas a regular el tránsito de la actual situación de facto al gobierno de Derecho a instalarse el 1º de marzo de 1985. Los partidos políticos ratifican así su fe en el diálogo como el mejor método para restaurar las Instituciones democráticas en la República. Y reiteran, asimismo, que ese diálogo político estará enmarcado, de su parte y al igual que en oportunidad anterior, por la defensa irrenunciable de los principios liberales y democráticos que configuran la esencia de la Constitución uruguaya desde la de 1830 hasta la de 1967, la cual, además, ninguno de ellos considera necesario reformar en las actuales circunstancias.
Ciudadanos: no hemos comparecido hoy aquí en nuestra condición de militantes de determinada colectividad política, autorizada o excluida, que no la negamos y que ostentamos con legítimo orgullo, cada uno según sus honradas convicciones. Hemos venido en nuestra común calidad de uruguayos y de patriotas, herederos de un legado de libertad, de paz, de justicia, de respeto y tolerancia por todas las ideas, de devoción por la legalidad y de repudio a todas las expresiones de la fuerza y la violencia.
Dirigentes, afiliados y simpatizantes de todos los partidos políticos, de los ya rehabilitados y de los que aún no lo han sido pero que habrán de serlo, desde que no se concibe la democracia sin el pluralismo político irrestricto, hacemos pública nuestra convicción de que el límite de nuestras discrepancias estará dado, de aquí en adelante, por el mantenimiento de la libertad y la democracia. No existe discrepancia alguna, por profunda que pueda ser, que autorice a comprometer el destino libre y democrático de la República.
El gobierno de facto al que la República fuera sometida hace más de diez años, se halla hoy agotado y agostado. No responde a ningún sector de la ciudadanía y constituye un elemento artificial, incrustado por la fuerza en la vida colectiva. Su aislamiento en el seno de la sociedad uruguaya es total, como lo es también su aislamiento internacional ante el conjunto de las naciones democráticas del mundo.
Por ello hemos venido a afirmar todos juntos y solemnemente nuestro compromiso irrenunciable, tras una década de regresión y oscurantismo, de restituir a la nación su dignidad, al país su prestigio, a la Constitución su intangibilidad, a los partidos políticos su papel insustituible, a los gobernantes la respetabilidad que sólo emana de las urnas, a los gobernados su derecho a elegirlos, a cada ciudadano su condición de elector y elegible, a cada hogar su tranquilidad económica y a cada uruguayo su derecho a ganar el pan con el sudor de su frente.
Restituiremos así a la Patria al sendero que nunca debió abandonar. Y volveremos a hacer de ella una tierra de libertad. De libertad y también de orden. Pero orden emanado del estricto cumplimiento de la Constitución y la Ley, y no de la fuerza que archiva la primera y escarnece la segunda. Orden querido por todos y garantido por gobernantes electos por su pueblo, por los políticos, que hoy comparecen aquí, rodeados de todos sus compatriotas, con la frente muy alta y la conciencia tranquila.
Con esta conciencia tranquila es que exigimos la eliminación inmediata y definitiva de todas las proscripciones que aún penden sobre los ciudadanos y partidos, sabedores de que la democracia es incompatible con estas arbitrarias exclusiones de la vida cívica y de que únicamente la soberanía popular, manifestada en las urnas, puede disponer la postergación de quienes se postulan ante ella para el desempeño de los cargos de gobierno.
La victoria está próxima y es segura. Victoria que nos dará una vez más una Justicia única e independiente, cuyos magistrados no jurarán respeto sino a la Constitución de la República; una prensa libre, a la que ningún Torquemada podrá clausurar por decir su verdad; una enseñanza prestigiosa y una gran Universidad Autónoma; un funcionariado público inamovible y no más sometido al vejamen de su clasificación en categorías A, B y C; un movimiento sindical que actuará con entera libertad en defensa de sus legítimas aspiraciones de progreso y mejoramiento social; unas cárceles que sólo albergarán delincuentes y no dignos ciudadanos víctimas de su integridad moral y de su altivez cívica; unas Fuerzas Armadas, en fin, dignificadas por el fiel cumplimiento de su cometido histórico de defender la soberanía, la Constitución y la integridad del territorio nacional, reintegradas a sus cuarteles y olvidadas de misiones tutelares que nadie nunca les pidió y que el gran pueblo uruguayo jamás necesitó.
Victoria que nos dará, en suma, una Patria en la que sólo estarán proscriptas la arbitrariedad y la injusticia, una Patria sin perseguidos y fundamentalmente sin perseguidores, y en la cual, por consiguiente, se liberará de inmediato a todos los que fueron privados de su libertad por causa de sus ideas y se repararán, en todo cuanto resulte posible, las arbitrariedades cometidas a lo largo de una década de ejercicio discrecional del Poder. Victoria que será de todos, de los que aquí tenemos la inmensa dicha del reencuentro fraterno y de los que no están presentes, de quienes aún padecen injustamente la amargura de la prisión o del exilio.
De aquí a un año protagonizaremos otra jornada cívica que quedará inscripta, nos atrevemos a vaticinarlo, entre los grandes fastos patrios.
El último domingo de noviembre de 1984 un partido y sus candidatos emergerán triunfantes de las urnas. Pero no habrá derrotados, porque venciendo la democracia y consagrándose el respeto a la voluntad popular, la victoria será de todos. Como será de todos la responsabilidad de sacar adelante al país de la gravísima crisis en que lo ha sumido esta década de intolerancia, de soberbia y de ceguera, y de contribuir a la estabilidad del gobierno que el primero de marzo de 1985 asumirá la ímproba tarea de conducir la nave del Estado en circunstancias tan adversas como quizás no las haya conocido el país en toda su historia.
Ese compromiso también lo asumen pública y solemnemente todos los partidos Políticos, porque es imperativo irrenunciable del patriotismo que el próximo gobierno sea nacional, más allá de la filiación de los hombres que lo asuman, nacional en su espíritu, en sus miras y en el consenso que necesariamente ha de rodearlo, como es nacional toda esta inmensa conjunción de todos los sectores políticos y sociales, necesarios protagonistas del rescate del país.
Ciudadanos: hoy nos hemos congregado al pie de este querido Obelisco a los Constituyentes de 1830 porque es símbolo de una obra fundadora, realizada con la más alta idealidad y por encima de todo partidismo. Y aquí hemos venido porque es con ese espíritu superior que todos transitaremos por el camino que nos conducirá a la gran victoria común que, una jornada espléndida como ésta, celebraremos dentro de un año. Por eso aquí no hemos venido a corear consignas sectoriales ni a levantar emblemas partidarios, ni divisas tradicionales o no. Hemos entonado el himno patrio, levantado la bandera nacional y hecho flamear sus colores inmortales.
Compatriotas, proclamemos bien alto y todos juntos, para que nuestro grito rasgue el firmamento y resuene de un confín a otro del terruño, de modo que ningún sordo de esos que no quiere oír diga que no lo escuchó: ¡Viva la patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la república! ¡Viva la democracia!»
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Homenaje, a 40 años
En la tarde de hoy se realizará un acto convocado por casi la totalidad de los Partidos Políticos, acción que surge de una iniciativa del Partido Independiente, que contó con el respaldo del Partido Nacional, el Partido Colorado, Frente Amplio, Cabildo Abierto y la Unión Cívica.
En el acto, convocado para las 18:30 al pie del Obelisco, se hará presente el Presidente de la República Dr. Luis Lacalle Pou, junto con los precandidatos presidenciales y dirigentes de las fuerzas políticas convocantes.
Está previsto que se proyecten imágenes del acto de 1983 y se leerá una proclama de celebración a cargo de integrantes de las distintas juventudes partidarias.