
Por Graziano Pascale
La magnitud de la catástrofe generada por el peronismo en su versión kirchnerista la da la llegada al poder, por medio del voto popular, de un panelista de televisión que hace dos años ingresó a la polìtica encabezando un partido que apenas pudo elegir dos diputados en una elecciòn de renovación parcial del Congreso. Javier Milei se convirtió en pocos años en una figura de proyección nacional con un discurso centrado en una crítica feroz e implacable a la «casta política», a la que acusó de ser responsable de la quiebra económica de un país que hace poco más de un siglo era una potencia mundial. Sin mencionar especìficamente al peronismo -cuyos votantes le resultaban necesarios para llegar al poder- se centró en «la izquierda» y «el socialismo», una referencia que englobaba desde las mínimas expresiones marxistas y trotskistas hasta el kirchnerismo gobernante y sus aliados de la Unión Cívica Radical.
Esta estrategia sólo podía funcionar en un escenario de catástrofe, caracterizado por la caída en la pobreza de casi el 50 por ciento de la población, y del 10 por ciento en la indigencia. Y eso fue lo que ocurrió. Milei fue el refugio electoral de una sociedad asfixiada por una economía cerrada que pulverizó el sistema de precios, quitandó así a las empresas la información indispensable para poder asignar sus recursos, y a las familias toda esperanza de planificar el futuro a través del ahorro, ya que la inflación fuera de control las condenó a volcar sus ingresos a la compra de elementos básicos para la subsistencia a comienzos de cada mes, como forma de defender el poder adquistivo de sueldos y jubilaciones, sometidos a la sangría diaria del aumento de los precios.
Los tres millones de votos de ventaja sobre el candidato oficialista coronaron la campaña de Milei, que terminó captando todo el arco opositor en un balotaje que otorgó al ex presidente Mauricio Macri un rol decisivo, al ser el garante del acuerdo de Milei con Patricia Bullrich, su rival en la primera vuelta en la lucha para captar el voto de quienes querían acabar con el kirchnerismo representado por Sergio Massa.
«Las Malvinas» del peronismo
Un colapso político de una magnitud comparable al vivido por el peronismo en este 2023 hay que rastrearlo 40 años atrás, cuando la mayoría de quienes votaron este año no había nacido, y el propio Javier Milei tenía apenas 13 años y comenzaba su educcación secundaria. Entonces, la dictadura militar instaurada en 1976, tras el descalabro del sistema político que se mostró incapaz de frenar dentro del marco del Estado de Derecho el desafío planteado por las organizaciones terroristas, cayó a raíz del desastre militar de 1982, cuando intentó tomar por la fuerza las islas Malvinas, bajo control británico, en una aventura iniciada por un agonizante general Galtieri, agobiado por una crisis económica que buscó neutralizar con una victoria militar.
Desde la caída de la dictadura, sacudida por la derrota en las Malvinas, se sucedieron gobiernos radicales (Alfonsín, de la Rúa),peronistas (Menem, Duhaldde, Kirchner, Cristina, Alberto Fernández) , y el de Macri, fruto de un acuerdo del empresario transformado en político con la Unión Cívica Radical.
La victoria de Milei supone el fin de la alternancia en el poder de la viejas siglas políticas, y el surgimiento de una nueva era, cuya suerte dependerá de la «deconstrucción» del Estado hecho a imagen y semejanza del fascismo italiano, donde partido, sindicatos, gobierno y gremios empresariales conforman una estructura de poder poco compatible con la economía de mercado y la democracia pluralista.
Si Milei logra sortear con éxito el primer semestre de gobierno, y los principales indicadores de la economía empiezan a alinearse con las expectativas abiertas tras su discurso inaugural en la escalinata del Congreso, el sistema de partidos comenzará a transitar un camino similar al de las principales democracias del mundo, en las que conviven formaciones de corte liberal con otras de tintes más socialistas, pero acotadas en el espacio de la economía de mercado y la democracia republicana.
La experiencia vivido por la Argentina durante el último gobierno de Alberto Fernández, bajo la sombra de Cristina, hace presagiar que la sociedad abrirá una carta de crédito en favor de Milei, aún a sabiendas de los sacrificios que supondrá poner «la casa en orden». Y si esa tendencia se consolida, es esperable que la oportunidad que se abre para el vecino país termine repercutiendo favorablemente también en el Mercosur, donde la influencia brasileña -hasta ahora marcando una sintonía entre Lula y el peronismo- puede llegar a su fin. El futuro del Uruguay en buena medida depende de ese cambio de rumbo en Argentina y en el Mercosur.