Por Silvio Moreira
En este país, cuando algún tema ocupa y convoca rápidamente a toda la sociedad, en la izquierda comienza a aumentar la presión, como en una olla, no sea cosa que esa momentánea unanimidad en algún tema tenga como resultado secundario perjudicar al entramado marxista.
La presión aumenta y es necesario que una válvula escupa un poco de vapor, porque si no la cosa sigue y puede reventar mal. Entonces, por selección natural, porque es un ecosistema eficiente, algún paparulo sale a decir algo, como cuando a un joven adolescente le estalla el primer grano del acné. Es inevitable.
La Sociedad de la Nieve convocó al Uruguay entero, y Bergara sintió que era su deber salir a descomprimir, con un texto breve pero lapidario donde dejó constancia de lo que a la izquierda siempre le reventó de la epopeya de los Andes: era un epopeya de gente de Carrasco. Así de simple, como siempre simplifica la izquierda para que sus acólitos entiendan y acepten sus verdades. Lo de los Andes fue un asunto de niños ricos, no sea cosa que sus valores se infundan en las permeables cabezas de los jóvenes de hoy, que tienen que enfocarse en otras cosas más útiles como por ejemplo ser como el Che.
Qué triste. Pero por lo menos, Bergara abrió un agujero para que algún desprevenido aún pueda mirar por él y catar cabalmente los valores del conglomerado frenteamplista: belleza pero de izquierda, honor pero de izquierda, tesón pero de izquierda, lucha pero de izquierda, gloria pero de izquierda.
Pero, me pregunto: si esta tragedia y prueba de superación única en el mundo no es suficientemente buena para la izquierda, ¿cuál es entonces la tragedia perfecta para ellos?
Supongamos que una murga compañera contrata un ómnibus y se va a dar una serie de conciertos en el norte argentino. En Salta, caen por un precipicio y el ómnibus queda en un punto inaccesible, ya que cuando golpea el fondo del precipicio, abre el techo de una gruta profunda e inexplorada, y allí quedan varados. Los buscan pero no los encuentran. No pueden salir. Muchos mueren en el impacto. El resto, sobreviven en base a mate y a comerse a los choferes y la azafata, que esos sí eran fachos, porque jamás se ha dado ni se dará que en la izquierda se coman unos a otros.
Así pasan 90 días, hasta que un paseo de los Pioneros Che Guevara -que habían llegado a conocer la zona desde Cuba por un intercambio con el gobierno peronista-, pasa cerca y escucha un canto lejano: “buenas noches, auditorio, con satisfacción lograda… Ya se marchan, los patitos, a alegrar otras barriadas…”. Conmovidos, los pioneros se encaminan en dirección a esos cantos, y así encuentran a los héroes uruguayos, que atrajeron con su arte popular, como con cantos de sirena, a sus salvadores, verdaderos ejemplos del internacionalismo proletario y futuros hombres nuevos. Todos juntos se abrazan y vuelven al paisito, donde las máximas autoridades del frente amplio les cuelgan todas las medallas y títulos posibles. Dúos y solistas famosos de la izquierda componen apresuradamente rapsodias en su memoria.
Esa sí es una epopeya uruguaya para Bergara, y no esta basura de Netflix con protagonistas que fueron y son oligarcas p**os.