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Contraviento

Me desgracio en la Presidencia

6 marzo, 2025

Silvio Moreira 

Si hay algo para confesar de mi persona, es que soy un poco bastante masoquista. Decidí no ver la transmisión de mando presidencial y descansar mi cerebro de todo tipo de críticas. Pero pasadas 48 horas, no me resistí y empecé a buscar en las redes fragmentos en video del evento.

Lo hice mientras apuraba una porción de canelones que visitaron el microondas, y tuve la mala idea de sumarle un plato de lengua a la vinagreta que salió directo de la heladera a mi paladar. Debí reflexionar antes: mal presagio me dio luego esa combinación, porque debí recordar que así como soy masoquista, también soy inestable de vientre.

Tuve que salir rápido y con poco período de digestión a hacer unos trámites a la Ciudad Vieja. Venía distraído en mis pensares caminando por Plaza Independencia y de pronto, pasando no muy lejos del monumento a nuestro prócer nacional, sentí el primer llamado; como una puntada. Era reconocible e indudable: estaba por empezar un cólico intestinal. Al primer retorcijón siguió otro más fuerte aún, y decidí cruzar –despacio- a una sombra protectora para quedarme quietito. Así que pronto me encontré en la esquina del edificio de cristal, asustado porque no podía dar un solo paso más. Fue entonces que pensé: “me desgracio, en la Presidencia…”.

Fue pensar eso y como un relámpago sonó una alarma en todo el edificio. Salieron tres o cuatro ogros de traje negro y lentes de sol. Tenían todos esos cablecitos en la oreja. Vinieron hacia mí rápido y en forma amenazante. El primero que se me acercó tenía un indisimulado acento cubano. Nervioso, yo alcancé a balbucear:

No se les ocurra tocarme porque me desgracio parado acá mismo –dije- haciendo indecibles contracturas pélvicas para frenar los cólicos. El cubano me respondió muy seriamente:

Pelo usté, Moreira, pensó recién: “me desgracio en la Presidencia”. No lo niegue, chico. Lo sabemos porque contratamos un servicio de sensores. Después de la posa presidencial instalamos un sistema de inteligencia artificial, un joint ventures entre Cuba, Nicaragua, Venezuela y Uruguay. Ya la página web está tlabajando en la portada con su caso…

-Le pido que valore la ubicación de la coma en la frase. No es lo mismo “me desgracio en la presidencia”, que inferiría una opinión política sobre el Poder Ejecutivo, que “me desgracio, en la Presidencia”; allí la coma opera para indicar que mi destino escatológico va a suceder irremediablemente en las inmediaciones geográficas de este edificio.

Interrumpió entonces el segundo ogro, que portaba una escarapela con la bandera de Venezuela, y dijo en tono poco simpático y como sermoneando:

Mi pana, si eso fuera así, le estaría sucediendo por alimentarse exclusivamente de comida uruguaya, en lugar de haber almorzado unos deliciosos tequeños y unas arepas calientitas. Pero si así lo fuere, este gobierno ya pensó en gente como usted, y por eso serán expropiados terrenos céntricos, donde haremos parques en que los ciudadanos socialistas puedan vaciar sus tripas en los campos colectivizados, aportando fertilidad para las cosechas de azúcar y tabaco del futuro.

-¡Qué me viene con caña y tabaco! ¡Me estoy desgraciando! Cólicos. Gastroenterocolitis. Diarrea. ¿Me entienden? Mi error fue haber pensado que me desgraciaba JUSTO en la puerta de Presidencia, cosa que ni quiero ni debo, porque yo soy un demócrata.

Intervino el tercero:

Ay Nicaragua, Nicaragüita! ¡Ya nos había advertido nuestra Primera Dama y Alma Mater de la Patria roja y negra sobre estos contrarrevolucionarios! Dígame usté chico: ¿Y cómo puede probar que eso que pensó fue en ese contexto y no en el de insultar la figura del novel primer mandatario y su equipo?

-¿Quieren que me desgracia aquí parado para justificarme? ¿No ven que no puedo dar ni un paso? ¿No ven que sudo…?

Mientras dos me hacían estas preguntas, el tercero iba pasando por radio mis respuestas a algo que sería la división web, porque decía: “detente chico, para, parece que fue un malentendido: este pobre pana parece que tiene cagadera… Sí, un mariconzón… Cambio…”.

Los minutos pasaban lentísimo y yo daba todo tipo de explicaciones físicas, biomecánicas, químicas, gastronómicas, del sistema simpático, el parasimpático, el síndrome de colon irritable y un sinfín de cosas más.

De tanto dar explicaciones, me di cuenta –tarde- de algo muy cierto: no se puede apretar denodadamente esfínteres y nalgas, y al mismo tiempo hablar mucho porque el diafragma opera como antagonista. Lo tan temido ocurrió, en un lapso que para los observadores fue medio segundo, y para mí medio siglo.

Los gorilas se fueron bastante rápido de mi lado, pero tuvieron tiempo para darse vuelta y riendo a carcajadas gritarme al unísono: “jajjaaaa… no te animabas a putear al presidente… ¡facho cagón…!!!”.