“Cuando uno se ve obligado a decir una mentira importante, lo mejor es disimularla entre un montón de verdades irrefutables” Salman Rushdie (Ciudad Victoria)
A lo largo de sus más de cincuenta años desde su fundación en 1971, el Frente Amplio ha sido movimiento, coalición, fuerza política, adaptándose en cada caso a sus necesidades electorales, hasta llegar al estado actual donde podría decirse que constituye una suerte de “mega-coalición exo-partidaria” desde que, bajo su paraguas, confluyen fuerzas sindicales y colectivos sociales e identitarias.
Aquel Frente Amplio del 71, recogía la paciente construcción del Partido Comunista en el Uruguay, bajo la línea Arismendi de los frentes populares. En él se agrupaba al Partido Socialista -también marxista leninista- y otros partidos de izquierda menores, y también a otros partidos, como el Demócrata Cristiano del Arquitecto Juan Pablo Terra, a los que se sumaron dirigentes y sectores provenientes de los partidos fundacionales, como Alba Roballo y Zelmar Michellini, entre otros.
Aquella dirigencia, que seguía apostando al camino electoral, tenía claro que las elecciones se disputan y ganan en el centro del espectro político. Uruguay tenía, en ello, una larga experiencia y la vieja Ley de Lemas -a la que se sumaba otros instrumentos electorales, como la aún vigente lista sábana- había posibilitado que fuerzas disímiles y aún antagónicas dentro de cada partido, terminaran votando juntas.
Denostadas por la izquierda purista y principista de aquella época, terminaron siendo adoptadas, al punto tal que, décadas después, se mostraron como consumados maestros en el arte del rastrillo electoral. Para ello contaron, en cada caso, con sectores, partidos y dirigentes encargados de -en terminología mujiquista- jugar pegados a la derecha.
Electoralismo Siglo XXI
En la historia político-electoral uruguaya de este cuarto de siglo escaso, es paradigmático el giro de la coalición liderada por Tabaré Vázquez, quien, no sólo había elegido como su candidato a vicepresidente a un notorio exdirigente del Partido Nacional, Rodolfo Nin Novoa, sino que, en viaje a EEUU para reunirse con el FMI -hasta entonces, némesis del Frente Amplio con sus consignas del no pago a la deuda externa, fuera FMI del Uruguay- le ofrece a su íntimo enemigo el Cr. Danilo Astori el Ministerio de Economía de su supuesto futuro gobierno.
El giro copernicano del candidato Vázquez, que como líder del Frente Amplio había demostrado no temblarle el pulso para tomar decisiones unipersonales e intempestivas, hizo crujir las estructuras del aparato. Con el poder, sobre todo fáctico, de veto en el Plenario, y con las bases que seguían siendo dominadas por el comunismo- a las puertas de una elección decisiva, poco les quedó por hacer.
Fue aquella una dosis grande de realpolitik que muchos debieron ingerir con la nariz tapada, pero que, a la postre, les permitió acceder al gobierno, y con ello a los cargos, los contratos, las licitaciones, los viajes, los coches, las tarjetas corporativas, las recepciones VIP, y todo el fasto del poder.
Cinco años después, en plena fiesta, estaban llamados a retener el gobierno y otra vez necesitaban armar una delantera donde sobraban punteros izquierdos. Otra vez, el rastrillo fue a parar a manos de Astori, esta vez como vicepresidente.
Y ahora ¿quién podrá representarnos?
Con la vieja guardia fallecida o en cuarteles de invierno, desde el pasado período -donde tuvieron que improvisar candidatos a falta de liderazgos- cuando el sueño del cuarto período se les escurrió de las manos, un Frente Amplio en estado de estupefacción no supo nunca volver al rol de oposición que, antes, tan bien le sentaba.
Ese rol opositor, de talante belicoso, se vio asumido por el -hasta entonces- relativamente distante pitceeneté que lo llevó a militar una pandemia y luego a intentar, mediante referéndum, la Ley insignia del gobierno. Tras ello, asediada la fortaleza, la fuerza política rindió armas y entregó, de facto, la conducción al conglomerado sindical.
Es este Frente Amplio, puesto nuevamente en jaque por el pitceeneté con otro recurso, esta vez por la Reforma Previsional, que se enfrenta al primer intento por recuperar el gobierno, y todo lo demás que tanto se echa de menos.
En tal disyuntiva, aparecen como precandidatos los únicos tres intendentes que pudo elegir en el período pasado, lo que refuerza la idea que fuera de los cargos la fuerza política carece de liderazgos.
Es en este contexto donde se anuncia por parte de uno de ellos, el candidato del MPP, heredero del MLN Tupamaros, una jugada al estilo Vázquez-Astori.
Previo a la interna, donde compite por el mismo electorado con la candidata del Partido Comunista y sus aliados, es cuando el precandidato emepepista elige anunciar que, en caso de resultar electo, aunque para ello le reste cruzar dos largos puentes, su ministro de economía. Será el Economista Gabriel Oddone, un técnico proveniente de la Academia, con sólidos antecedentes en el mundo de la teoría económica, reiteradamente nombrado en el pasado período y al que el líder del precandidato, José Mujica, destrató públicamente adjudicándole su desconocimiento del mundo real como un hombre que nunca se subió a un arado (sic).
Rastrillo 2.1 se busca
Aunque la jugada, por su simpleza, es demasiado evidente buscando sustituir a un Astori ausente, conviene decir desde ya, que ni Orsi es Vázquez, ni Mujica, aunque lo imite, y Oddone tampoco es Astori. Ni mucho menos.
Dirigida a un electorado de centro, en general independiente de fidelidades partidarias pero, por ello mismo, bastante más crítico que el votante medio, resulta bastante difícil de creer que poner a un vulgar cazabobos pueda repetir una experiencia como la de Astori. Que aunque resultó electoralmente exitosa, desde el punto de vista de gestión de gobierno fue un absoluto fracaso. Fue en toda hora factor de permanentes y estériles disputas, como la que llevó a Mujica a instalar un segundo equipo económico en Torre Ejecutiva, lo que seguramente constituya un caso único a nivel mundial.
En todo caso, lo relatado hasta llegar a este triste episodio de mero cálculo electoral, parece el descenso de un nuevo peldaño en la caída de la política en el proceso de banalización al que alude el título de la nota: la política entendida como simple mercadeo de cargos y privilegios.
Nada nuevo bajo el sol
El año 134 a.C. la República Romana elegía Tribuno de la Plebe, un cargo de singular importancia porque era, dentro de la tradición y ordenamiento romano, el Tribuno llamado a defender y proteger a los ciudadanos más débiles de las exacciones de los más poderosos. En medio de un clima de ira y malestar creciente, era un cargo que venía como anillo al dedo para un joven y ambicioso nieto del legendario Escipión el Africano, Tiberio Graco, que bien pudiera haber pasado a la historia como el primer populista.
Haciendo gala de una total falta de escrúpulos, con relatos en los que mezclaba un párrafo de verdad con un largo discurso de falsedades, ya en el cargo, no hesitó en poner en evidencia su talante demagógico y autoritario, lo que llevó a Roma a vivir el comienzo del fin y a una larga era de violencia política inimaginable apenas unos años antes.
La propuesta de Orsi, que probablemente se quede en un mero acto de cálculo electoral, es, sin embargo, una cuenta más en el largo rosario del descaecimiento democrático uruguayo, caldo de cultivo para que aparezcan los Tiberio Gracos dispuestos a vender la piel antes de haber cazado el oso.