Existe una permanente discusión entre algunos de los autoproclamados liberales, para ver quién es más “puro”, más “liberal”. Ante la menor diferencia en cuanto al intervencionismo en algún tema, un grupo tilda al otro de “zurdo”, “antiliberal”, “estatista”, “colectivista”, “socialista”, “comunista”, en fin, “impuro”. Otros, ante propuestas liberales atrevidas, que cuestionan profundamente el status quo, etiquetan a sus promotores de “radicales”, “fundamentalistas” o cualquier otra descalificación. Estas actitudes minan los esfuerzos que, desde este espectro ideológico, se puedan llevar a cabo para promover cambios en la sociedad.
El Liberalismo es básicamente la confianza en el individuo, por tanto, somos liberales en aquellos temas en los que confiamos en el individuo y antiliberales en aquellos en los que no confiamos.
De esta forma, hay temas en los que creemos que la mejor solución la alcanzan los individuos actuando libremente y hay otros en los que pensamos que los individuos deben ser coaccionados para alcanzar dicha solución.
Hablo de «coacción» en general, porque no solo el Estado coacciona (aunque es el gran «coaccionador» al ser justamente la capacidad de imponer lo que lo define). Coaccionan también las familias, oligopolios, monopolios etc.
Así pues, no hay «liberales puros» (todos tenemos algo que estamos dispuestos a imponer a los demás, como el Estado «Juez y Gendarme», por ejemplo) ni antiliberales «puros». Es un tema de proporciones y sobre todo de valores.
Por eso, muchas veces es difícil (y de hecho contraproducente) definir a alguien como liberal o antiliberal (que insisto, no es solo sinónimo de «estatista» o de «izquierda»).
Si hubiera que aventurarse a dar una definición, diría que un liberal es aquel que, en la mayoría de los casos, confía en la capacidad de los individuos y que siempre mira con recelo (aunque la considere puntualmente necesaria) la coacción.
Por oposición, un antiliberal es aquel que, por lo general, desconfía de la capacidad del individuo y que no tiene reparos en aplicar medidas coactivas con tal de alcanzar lo que considera un bien superior.
Importante tener en cuenta: detrás de cada coacción (p.e, la educación obligatoria) está la creencia de que los individuos libremente no son capaces de lograr el objetivo asociado (que todas las personas logren un mínimo de formación). Tenemos que asumirlo.
Por todo esto, pienso que, más que etiquetarnos, debemos abordar los temas uno por uno, con objetividad y pragmatismo. Muchos nos sorprenderíamos de cuan liberales (o antiliberales) somos, cuando se nos presentan temas concretos.