Entrevista de Graziano Pascale
La historiadora cubana Alina López Hernández, una de las voces de la disidencia cubana con mayor eco dentro y fuera de la isla, volvió a ser arrestada la pasada semana mientras se dirigía a La Habana desde la ciudad de Matanzas (100 kilómetros al este), donde reside y se desempeña como editora en Ediciones Matanzas.
López Hernández es miembro correspondiente de la Academia de la Historia de Cuba, y doctora en Ciencias Filosóficas. El pasado 18 de marzo del 2023, al cumplirse un siglo de la llamada «Protesta de los Trece» (manifiesto de 13 jóvenes intelectuales contra el gobierno corrupto que precedió a la dictadura de Machado), decidió promover una protesta similar contra el régimen castrista. Desde ese día, repite la acción los días 18 de cada mes. Eso le ha valido ser arrestada y sometida a juicio. A raíz de la protesta del 18 de junio pasado, será juzgada por el delito de «atentado», castigado con una pena de tres a cinco años de prisión.
CONTRAVIENTO logró tomar contacto con la doctora López Hernández, y obtuvo esta entrevista exclusiva.
– ¿Cuál fue su vínculo con el gobierno de la Revolución Cubana?
– Desde el punto de vista político en general, yo diría que no he tenido ninguno, porque yo nunca he sido miembro del Partido Comunista ni he ocupado ningún cargo gubernamental, ni en instancias nacionales ni provinciales o municipales. He trabajado sí en instituciones que son gubernamentales. Fui profesora de la Universidad, y eso pertenece al Ministerio de la Educación Superior. Actualmente estoy trabajando en una editorial de mi ciudad de Matanzas, que es parte de las instituciones del Ministerio de Cultura. O sea que mi vínculo es laboral. También durante una etapa de mi vida integré organizaciones que son parte del mecanismo de transmisión del gobierno hacia la sociedad, como la Federación de Mujeres Cubanas, el sindicato al que pertenecía, pero en estos momentos no pertenezco a ninguna de esas organizaciones. Yo trabajo pero no estoy sindicalizada. Hace muchos años que no soy parte de la Federación de Mujeres Cubanas, porque entiendo que no representa la veraz necesidad de la población femenina de Cuba. Pertenezco a la Academia de la Historia de Cuba, a la cual se ingresa por los méritos de la obra escrita y de la ejecutoria intelectual de las personas. Yo soy miembro correspondiente de esa Academia.
– ¿Cuándo y bajo cuáles circunstancias tomó distancia del régimen?
– Un libro mío que se presentó en el 2019 de hecho fue vetado para la Feria del Libro de La Habana. Pero logré que se presentara en la Feria de Matanzas, gracias a la acción del director de la Editorial para la cual trabajo, que siempre fue respetuoso, y que nunca ha querido que se me saque de ahí. Pero hubo presiones sobre él. No prosperaron por la valentía y la firmeza de mi jefe. El 25 de octubre del año 2022 empieza Contrainteligencia a querer citarme. Ellos le llama a eso entrevistas, pero en realidad son interrogatorios para amenazar. Y ahí empieza el dilema porque yo me niego. Considero que eso es anticonstitucional porque coarta mi libertad de expresión. Entonces me llevan a juicio por desobediencia, por no admitir esos interrogatorios ilegales. Me condenan en ese juicio por desobediencia, y me ponen una multa. Trataron de que la medida fuera la menos severa posible, porque podía haber llegado a un año de privación de libertad. Ese caso se visibilizó muchísimo. Era la primera vez que una intelectual importante, reconocida dentro y fuera de Cuba, resiste dentro de Cuba. Porque la costumbre de ellos es presionar y presionar hasta que la persona se quiebre, y salga al exilio. Así le ha pasado a muchos amigos. Yo me negué a que eso ocurriera conmigo, y decidí quedarme. Porque me parece que es momento de que la intelectualidad permanezca en Cuba, siendo consecuente. No critico para nada al que ha tenido que irse, porque sé que en muchos casos fueron presiones extremas, incluso familiares, que llevaron a que las personas tomaran esa determinación. Yo lo entiendo perfectamente. Pero yo creo que el camino es dentro de Cuba, responsabilizándose y estando junto a la gente que lo necesita, porque al final no es que los intelectuales seamos el ombligo del mundo, pero tenemos nuestra voz y la posibilidad de articular un discurso de resistencia al poder. Me aparece que es razonable y es ético hacerlo desde dentro de Cuba. Las consecuencias son que estoy regulada, es decir que no puedo sacar pasaporte . Me han invitado a eventos en el exterior pero tengo prohibido salir de Cuba. Tengo cortado mi servicio de internet desde hace cuatro meses, además de amenazas sobre mi familia, mis hijas. Los días 18 de cada mes yo hago mi acción pacífica, no violenta, de protesta, y eso despierta acciones en mi contra. Me han golpeado dos veces, pero esta última vez en junio fueron golpes peligrosos en la cabeza, torceduras del cuello. Pienso que de algún modo querían atentar contra mi vida. La oficial que me golpeó me denuncia por atentado , como que fui yo que la agredí a ella. Yo soy una mujer pacífica, una mujer de letras, no soy luchadora ni tengo preparación alguna para eso. Simplemente estaba todo montado para llevarme a un nuevo juicio, que será dentro de dos meses, esta vez por el delito de atentado que tiene pena de tres a cinco años de privación de libertad.
Aunque con un apoyo inicial mayoritario, el régimen siempre tuvo opositores dentro de la isla, que desafiaron a un alto costo personal a la dictadura. ¿Cómo juzga hoy tanto la actitud de los opositores como la respuesta del régimen?
– Yo soy historiadora, graduada de una carrera que se llama «Historia y marxismo leninismo», para formar profesores de esas especialidades. Yo me gradué en 1988. En esa época el sistema socialista mundial estaba en su etapa final. Ya había comenzado la perestroika y al año siguiente cae el Muro de Berlín. En ese momento entiendo que en Cuba se habían reunido todas las condiciones para que lo que estaba sucediendo en los países socialistas de Europa también pasara aquí. No había que ser muy ducho para darse cuenta que teníamos un sistema de partido único, que faltaba pluralismo y democracia, pero me daba cierta confianza el manejo del tema de la justicia social, de cierta responsabilidad gubernamental en ámbitos tan importantes como la salud, la educación y la seguridad social. En esa etapa era muy difícil ver a un niño pidiendo limosna, a un anciano abandonado a su suerte, a personas sin hogar. Sabiendo que no era un sistema democrático, porque no era necesario ser muy inteligente par darse cuenta de ello, existía ciertas circunstancias par que yo no me cuestionara abiertamente ciertas características políticas. En la medida en que el tiempo pasó, se hacen visibles en Cuba los efectos de la caída del sistema socialista mundial, provocando un cambio en la sociedad. Paulatinamente todo se fue desmontando, y todas aquellas cosas que me parecía que eran muy loables, con Fidel quizás menos -porque era un político hábil que comprendía que para poder manejarse sin dar libertades había que dar algo a cambio, y eso era la responsabilidad social del Estado hacia las personas- pero con Raúl mucho más, cambian aceleradamente. Raúl es nombrado en el 2009, y se empieza a desmontar el sistema de seguridad social en Cuba. El cuidado de personas enfermas, la atención a los discapacitados o a las personas con muchos hijos que no podían trabajar, se fue abandonando. Se redujo en un 61% los usuarios de la seguridad social. Se desmontan aspectos muy positivos del sistema de salud pública. Los niveles de pobreza crecen en niveles extraordinarios. Las personas quedaron abandonadas a su suerte. Yo tengo escrito un artículo titulado «Cuba, señales de una crisis» donde demuestro cómo todas esas condiciones llevan al estallido social del 11 de julio del 2021, que es la acumulación de toda una serie de circunstancias que llevaron a las personas a vivir bajo unas condiciones absolutamente dramáticas. La pandemia acelera esta cuestión, pero ya todo esto venía de antes. Para mi el parteaguas definitivo fue la forma en la que el Estado reaccionó ante las protestas del 11 de julio del 21. Yo ya venía haciendo muchas críticas y escribía en medios alternativos desde finales del 2017, y ya me había convertido en una voz un poco incómoda. Pero cuando reprimen abiertamente las protestas del 11 de julio y llenan las cárceles de presos políticos, entre ellos varios amigos que fueron torturados física y síquicamente, para mi fue un momento de ruptura. Las consecuencias fueron una persecución y una hostilidad hacia mi persona.
– La propaganda del régimen atribuye a un supuesto «bloqueo» de Estados Unidos las penurias económicas de la población. ¿Cuál es su punto de vista al respecto?
– Con relación al bloqueo, a mi me parece más sensato llamarlo «política de sanciones del gobierno de Estados Unidos a Cuba», porque afecta a ciudadanos que no son parte del gobierno. Eso es innegable. Existe la política de sanciones. En los años 90 incluso adquiere carácter extraterritorial porque se pierde la esencias del diferendo entre dos gobiernos. Por ejemplo, hay personas que no pueden recibir remesas por vías establecidas desde fuera de Cuba, no sólo desde Estados Unidos, porque las sanciones lo impiden. Eso no es positivo, y es un argumento que el gobierno ha sabido usar muy bien para victimizarse, porque es cierto que hay consecuencias negativas con respecto a estas políticas de sanciones. Pero yo deslindo muy bien dos cosas. En primer lugar, la política del gobierno de Cuba no depende de las sanciones, que existen desde el inicio, y que es una consecuencia de determinaciones tomadas por dirigentes del proceso. Eso no lo estableció el bloqueo. Yo puedo perfectamente decir que no estoy de acuerdo con la política de sanciones del gobierno de los Estados Unidos, porque al final nunca han logrado su objetivo, que es derrumbar al gobierno de Cuba. No lo ha logrado, pero le ha dado argumentos al gobierno en foros internacionales, y si ha afectado a la población, porque determinados medicamentos, por ejemplo, no pueden ingresar a Cuba, o porque determinadas personas no pueden venir a visitar Cuba si no tienen familiares acá. Esto obviamente afecta a Cuba desde el punto de vista económico. Ahora bien. También hay que decir que las intenciones hegemónicas de los Estados Unidos, y de incidir en los procesos políticos de Cuba no nacieron con la Revolución de 1959. Vienen de antes. Yo como historiadora lo tengo que tener muy claro. La política exterior de los Estados Unidos siempre ha visto a Cuba como un país sobre el cual siente que tiene determinados derechos a establecer influencia política. Y eso no es del 59.Viene desde antes. El embajador de Estados Unidos, por ejemplo, intervino en la Revolución de 1930, cuando ocurrió la caída de la dictadura de Machado. Hay una política histórica de intervención en los asuntos cubanos, y eso yo no lo voy a negar. Pero tampoco voy a decir que las características del sistema cubano, su autocratismo, su dogmatismo, el carácter arbitrario de la política, el partido único, se deben a los Estados Unidos. Nosotros como ciudadanos no podemos dejarnos engañar de esa manera. Hay voces que dicen que cuando se quite el bloqueo podrá haber más democracia, más flexibilidad en Cuba. Eso no es así. No tiene nada que ver una cosa con la otra. El sistema político es autoritario por sí mismo, no porque Estados Unidos lo haya impuesto. En ese sentido, yo no tengo que escoger entre dos opciones. Yo he firmado cartas contra la política de sanciones de los Estados Unidos, y lo seguiré haciendo. Y también seguiré pidiendo dentro de mi país, porque como ciudadana tengo derecho a hacerlo, cambios políticos por vías no violentas, transformaciones radicales de tipo político en Cuba
– ¿Cuál es el impacto que ha tenido internet en la acción de los opositores al gobierno?
– Oposición al gobierno existió desde el primer momento. Pero no hay que olvidar que un sistema de tipo totalitario, con control absoluto desde los primeros años del proceso de la prensa, la educación, los medios y el discurso político, desmoviliza a las personas, y hace que el señalamiento hacia cualquier voz opositora sea visto siempre con peligro, con discrepancias, sin apoyo. Así fue durante mucho tiempo. El sistema siempre logró que las voces opositoras fueran vistas como enemigos, falsos, mercenarios, o cualquier otro calificativo del estilo. No hay que olvidar que en algún momento, al no tener posibilidades de hacerlo dentro de Cuba, esas voces obtuvieran espacio en medios de Estados Unidos, como Radio Martí, y eso hizo que la gente se inhibiera un poco porque le temían a los problemas que podrían sobrevenir al apoyar a estas voces disidentes. El hecho de que no pudiéramos tener acceso a determinadas propuestas inhibió ese apoyo. Ese el caso de Oswaldo Payá, por ejemplo. Cuando supe de sus propuestas me parecieron excelentes. En su momento el «Proyecto Varela» que él auspició en 1998, y que buscaba reformas políticas y mayores libertades individuales, fue presentado por el gobierno como algo gestado desde los Estados Unidos. Esa acusación siempre latente inhibía a las personas. Eso implicó un alto costo personal. Tuvieron que resistir solos maltratos físicos, sicológicos, prisión. Al ver el apoyo que yo estoy teniendo, me apena todo lo que pasó antes, porque estas personas estuvieron muy solas en su momento buena parte del tiempo. Quizás algunas de sus propuestas yo no las hubiera apoyado, pero tenían derecho a presentarlas, a ser escuchados y a ser respetados. , independientemente de que fueran seguidos más o menos por la gente. La llegada de internet a Cuba cambió las reglas del juego porque democratiza el disenso, y ya no es necesario pasar por el hecho de ser miembro de una organización opositora. Yo, por ejemplo, no pertenezco a ningún organización. No he pertenecido al Partido Comunista, y tampoco pertenezco a ninguna organización o movimiento de oposición. Yo soy una voz independiente, soy una ciudadana que tengo mi propia voz. Eso ha descolocado al gobierno. Es decir que existe un movimiento autónomo, que no pertenece a ninguna organización, y que está ahí. Y que recaba visibilidad, apoyo y simpatía. Muchas personas tienen su propia voz, y no tienen que estar sumándose a ninguna organización. Yo no digo que sea malo sumarse. Digo simplemente que se puede expresar un disenso en forma autónoma y personal. Eso si es un problema para el gobierno. Porque el gobierno está acostumbrado a operar contra las organizaciones, a desmontarlas, para impedir que tengan una gran membresía. Eso frustraba a cualquier movimiento de oposición. Pero ahora no, porque se trata de voces independientes. ¿Cómo se van a cortar tantas cabezas? Si lo intentan, pero ya a un costo extraordinario de credibilidad, de prestigio ante la comunidad internacional. Lo que antes eran secretos a voces sobre la represión, hoy se ve abiertamente. Uno puede tomar una foto a un represor, decir que están en la esquina de la casa impidiendo que uno salga, y eso ya es dar luz sobre una zona muy oscura del Estado cubano, que eran sus órganos de represión. Antes se hablaba con mucho miedo de la Seguridad del Estado, del G 2, y hoy la gente ve cómo trabajan, y en la medida en que estas cosas salen a la luz, la gente tiende a temerle menos. Este sistema siempre jugó mucho con el control. Y el control necesita del miedo, de que la gente se inhiba. Y esta es una etapa en la que la gente se inhibe cada vez menos,y siente cada vez menos temor.