Cuando el sindicalismo y los jueces impiden arbitrariamente cualquier cambio, la democracia empieza a carecer de sentido
Entre las diversas medidas, nunca explicadas ni justificadas, y a veces ni siquiera conocidas durante la malhadada (y costosísima) gestión de Raúl Sendic en ANCAP una fue la compra a un costo de 55 millones de dólares de un horno para la producción de cemento portland, la actividad deficitaria y básicamente inútil que el ente estatal considera estratégica.
Luego de más de 10 años sin que ni siquiera fueran desembalados sus componentes, parecía natural que algún ser humano sensato decidiera desembarazarse de la supuesta inversión, para llamarlo de algún modo y recuperar algo de la pérdida vendiendo la chatarra flamante. Eso es lo que anunció el monopolio estatal que estaba considerando hacer. Rápidamente el FANCAP, el sindicato que ordeña a ANCAP y sus empleados, decidió retomar su clásica gesta que imagina patriótica para evitar lo que declama un ataque contra la producción de un elemento clave para el país como sostienen que es el portland que a costo anticompetitivo produce el monopolio supuestamente petrolero.
El horno en el que se cocinó el patrimonio de ANCAP
Se aceptará que es una pena que durante todos estos años en especial durante la gestión del Frente Amplio, ahora en manos de su central, el PIT-CNT, el gremio no se haya preocupado por el destino y los costos de estas y otras llamadas inversiones y acciones que llevaron a una pérdida multimillonaria en dólares al ente estatal, ni tampoco por averiguar las razones y motivaciones que pusieron en tan alto riesgo una misión de tanta importancia para el país, según su visión. Hasta podrían haber recurrido al vicepresidente Sendic para pedirle que analizara la gestión del funcionario Sendic, a cuyo cargo estuvo el horno en que se cocinó el patrimonio de ANCAP con esta y otras “sendeces”, lo que además de ser una blasfemia, sería una pérdida de poder (y de negocios) inaceptable para el gremio. Y como una burla adicional a la población, el gremio pide ahora en su carta-amenaza nuevas inversiones para «modernizar» la elaboración del cemento y hacerlo competitivo. Eso podría llamarse irónicamente «tener cara de cemento».
Falta ahora la reacción simétrica del SUNCA, como hace un año, que se siente autorizado a sabotear la producción del producto que jura defender.a muerte. Se trata nuevamente de acciones de presión contra el gobierno y contra el estado, en cuya gestión los sindicatos no tienen injerencia, salvo la que se han atribuido y se les ha permitido atribuirse durante 15 años o acaso más. O para ponerlo más claro, los sindicatos pretenden ordenarle a los funcionarios del estado qué medidas deben o no tomar, y transformarse en un virtual contralor de su gestión, tarea que ciertamente no les corresponde, para no calificarlo en términos del código penal.
La inmunidad contra la democracia de los entes monopólicos
No tiene mucho sentido cansar al lector repitiendo que ni el portland tiene nada que ver con la tarea de ANCAP, suponiendo que el ente monopólico tenga que existir, ni tampoco aclarar que se podría conseguir portland, no solamente en el exterior sino de producción privada local, mucho más barato. Si no se hubieran impedido con iguales prácticas que ahora la inversión de particulares en el rubro, claro.
Para sintetizar, un gobierno constitucionalmente elegido no sólo tiene pocas posibilidades de cambiar las autoridades del omnipotente ANCAP, sino que tampoco puede ni siquiera intentar cambiar sus dislates. Es decir, el monopolio petrolero y afines no se subordina a la democracia. Su sindicato tampoco.
Este comentario es un pequeño ejemplo de lo que puede ocurrir si, además, el gobierno fuera afín a la ideología de los sindicatos, o estuviera en sus manos, como podría ser el caso en pocos meses.
Justicia previa
Cambiando bruscamente de frente, aunque no de concepto, el Juez Alejandro Recarey, de triste memoria durante la pandemia, resolvió hoy ordenar a OSE que no suscriba el contrato por la ejecución del imprescindible, postergado y manoseado proyecto Neptuno, y que suspenda cualquier acción sobre el mismo, argumentando que contraviene normas constitucionales que obligan a que tanto el saneamiento como el abastecimiento de agua deben ser prestados por el estado.
Los constitucionalistas deberían analizar si ese tipo de condicionamientos deben formar parte de la Constitución, pero dejando de lado ese detalle, no deja de ser curioso que la misma justicia que se abstuvo de investigar y juzgar actos de gobierno y gobernantes como la descapitalización de ANCAP, las raras inversiones y desinversiones del presidente Mujica, el ANTEL Arena y otros casos igualmente disparatados e inexplicables, decida ahora juzgar e instruir a los funcionarios sobre cuál debe o no debe ser su decisión en un caso determinado.
Y como si eso fuera poco, decide hacerlo antes de que se tome la decisión, con lo cual se supone que la justicia es una especia de niñera de los funcionarios, anticipándose a su accionar, una suerte de auditor previo del porvenir, un agente dirigiendo el tránsito y disponiendo quién puede avanzar y quien no.
Los monopolios estatales no están sujetos a las decisiones democráticas
Adicionalmente, también en este caso OSE es otro ente que queda fuera del accionar de cualquier gobierno electo por los votantes. O sea que una actividad considerada tan importante como para que la Constitución determine quién es el único que puede realizarla, no está en manos de la democracia, sino de algún rey que escribió una Carta Magna de procedimientos. Sus directores son simples empleados del estado, que juegan a ser empresarios con los impuestos y el sobreprecio que paga la población.
Además de las dos ineficiencias e inoperancias que estos procederes implican, bendicen y colaboran a perpetuar y ocultar, cabe preguntarse cuál es el valor de ganar una elección y ser consagrado por el pueblo, si cualquier apartarse del estatismo socialista le está vedado por la razón o por la fuerza.
El gobierno, en esas condiciones, es rehén de la burocracia, la ineficiencia y hasta de la corrupción, muchas veces. La sociedad también.