La importancia de que la sociedad asuma de qué se tratan estas elecciones y cuáles son las consecuencias de su voto. Sobre eso debe versar la campaña que nunca empezó
Existe una tendencia oriental a analizar los resultados electorales en base a la historia de elecciones anteriores. Como por ejemplo, la creencia de que si no se anuncia en la misma noche de las internas la fórmula de un partido, eso implica un automático fracaso. Una suerte de superstición política. O tarot electoral.
En esa línea de pensamiento, o de cábala, más bien, se hacen hoy conjeturas que proyectan dudosas encuestas y suponen que ellas aciertan el resultado de la primera vuelta y entonces se le agregan al FA los puntos que perdió la coalición multicolor en las últimas elecciones entre la primera y la segunda. vuelta. De ahí se sacan conclusiones irrefutables, porque todos saben que el pasado es un gran predictor del futuro. (Ironía)
Esto vale tanto para los partidarios de cada sector, como para los analistas y politólogos que esparcen sus conclusiones. Peor aún, este parece ser el cálculo que hacen tanto la Coalición como el Frente, y sobre el que basan sus estrategias de campaña. Campañas bastante pobres, por otra parte.
El Frente Amplio ya no es una coalición. Es un partido unificado que representa las ideas del neomarxismo
Con el mismo derecho que todos ellos, con la misma arbitrariedad, y posiblemente con la misma audacia y ligereza, la columna también intenta ofrecer su percepción de un proceso que será más trascendente que lo que se cree, por una parte por la influencia del plebiscito jubilatorio, que tendrá un efecto de arrastre sobre la elección nacional, y por el condicionamiento que para el futuro gobierno puede significar su aprobación y por otra por la tendencia de la neoizquierda en todos los países a aferrarse al poder y no devolverlo con cualquier excusa o trampa. Venezuela es un ejemplo fácil.
Una consideración que se escucha a menudo es que se trata de un enfrentamiento entre dos coaliciones, con sus internas que se dirimen en la elección general solapadamente y que pueden influir sobre la decisión del votante, o al menos de una pequeña cantidad que es suficiente para inclinar los resultados en uno u otro sentido.
Ese concepto es disputable. El Frente Amplio ya no representa en términos políticos un amplio abanico de ideas de izquierda. Representa cada vez más la línea extrema de comunismo o socialismo anticapitalista con el crecimiento de la influencia del Partido Comunista y del Pit-Cnt en su conducción, lineamientos y propuestas políticas y designación de candidatos. Esto refuerza la tendencia ya tradicional de sus adeptos: en cualquier cosa que se votase votarán lo que diga el Frente, sin matices, sin discrepancias, sin chistar, como ocurre en todo el mundo y en Uruguay también.
La coalición gobernante no es un partido único
A todos los efectos el Frente Amplio funciona como un partido único, o unificado por algo más potente que un eslogan, una sigla o una lista. Da lo mismo cuáles fueran su programa, sus candidatos o sus futuros ministros. Y por eso ni siquiera se toma hoy el trabajo de explicar su plataforma ni explicitar sus posibles funcionarios. Hasta oculta sus ya tomadas decisiones impositivas. Un partido único y vertical, en el que sus adherentes no cambiarán su voto por ninguna razón, cualquiera fuera la propuesta.
La Coalición gobernante, en cambio, no es un partido único, ni funciona así. Los cinco años de gobierno no han servido para amalgamar voluntades ni ideas. Las postulaciones de Cabildo Abierto no tienen afinidad con las de sus socios. Más bien son opuestas. Las ambiciones del Partido Colorado y aún su línea de pensamiento hace que ya pasadas las internas, siga hoy jugando con la idea remota de conseguir más votos que el candidato del Partido Nacional.
El propio Partido Nacional cree que puede elegir como candidata a vicepresidente a una ex frenteamplista y que esa movida será digerida por sus propios fieles y aún por el resto de su alianza. Así, creyó que el rechazo a esa decisión sería olvidado por los blancos “cuando se les pasara la bronca” como muchos sostuvieron al día siguiente de las internas. En el mejor de los casos, cree que el votante de la coalición siempre votará por algún candidato de esa alianza. “Si se enoja con Delgado votará por Ojeda”, parece ser la esperanza.
Los votantes de la Coalición no se alinean como los del Frente
Una matemática algo forzada. Los votantes de la Coalición no piensan ni sienten ni proceden como los del Frente. No son ni mejores ni peores, ni piensan mejor o peor. Simplemente tienen sus propios proyectos de vida. El Estado es secundario en ellos. La indignación, el resentimiento y el miedo no son el motor de su existencia. Tienen otros ideales, otras banderas que alzar, un pensamiento nacional, con discrepancias y afinidades, otros proyectos de vida, otros intereses que no son necesariamente coincidentes.
Eso los torna selectivos, críticos, exclusivos, tradicionales y principistas, aún en el error en sus convicciones. Eso hace que no les de lo mismo por quién votar. La alianza será una tarea de sus partidos. Pero no de ellos. Comprenden la importancia de la libertad, y por eso aceptan que sus fuerzas políticas se unan para conseguir el poder, y sobre todo para evitar que el poder caiga en otras manos que no le garantizan ni esa libertad ni ese estilo de vida y de convivencia. Se los puede persuadir, movilizar y hasta engañar, como a cualquier ciudadano, pero no ordenarles ni subestimarlos.
Esto hace que los principios y tradiciones de su partido de pertenencia no se esfumen ni se subsuman en una alianza o coalición. Es posible que esa situación se plasme mejor en una elección de legisladores, donde cada uno de los candidatos representa, al menos en su discurso, algunos de esos ideales, intereses o proyectos. Pero en las presidenciales es otra cosa. Una abstención, un voto nulo o en blanco de unos pocos, puede cambiar el resultado, sobre todo en un medio donde los supuestos “independientes o indecisos” parecen ser muy pocos y no siempre con profundas razones o dudas.
La diferencia mayor es la libertad
Los filósofos y politólogos del frenteamplismo han sido exitosos en convencer a muchos ciudadanos de que las dos vertientes que compiten sólo se diferencian en algunos aspectos, pero no en los temas principales. El accionar de viejos políticos de otro estilo moderado, ya defenestrados en la izquierda, permitió abonar esa creencia. La Coalición no ha sido exitosa hasta ahora en salir al cruce de ese concepto y explicar que lo que se vota es la libertad, y que la libertad no tiene matices.
En ese punto central la izquierda no es equivalente a la Coalición, ni se parece ni tiene meras pequeñas diferencias de implementación o ideológicas. El Frente Amplio es Lula, es Maduro, es Kirchner, es Petro, es AMLO y su sucesora, es Sánchez, es Hamas. Si la multicolor no logra explicar esa diferencia puede llegar a pagar caro los errores de todos los partidos que la integran. Empezando por la soberbia del Partido Nacional de subestimar la opinión de sus seguidores al completar su fórmula presidencial.
Hace falta sólo un par de decenas de miles de votos para inclinar la balanza. Cualquier enojado, molesto, resentido, despechado o desilusionado puede cambiar el destino de todos. Porque esta elección no es para elegir un gobierno. Es para elegir y defender un estilo de vida, una idea, un principio. El de la libertad, por ejemplo.