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Contraviento

Domingo de militancia del FA(scismo)

11 octubre, 2024

 

“El destino del país no se decide en el parlamento, sino en la calle y en los campos.”

“No hay individuos, solo hay personas que son una parte de una masa.”

 

Hoy nos hemos calzado las botas de goma para, brevemente, intentar caminar por la campaña electoral uruguaya sin embarrarnos la ropa. Y lo hacemos casi con un único propósito: el de advertir a incautos, que el cuento de Caperucita y el Lobo sigue tan vigente como siempre y aplica no sólo a niños: las más de las veces lo hace con los adultos que creen serlo.

A los hechos.

El Uruguay, a las puertas del Bicentenario del proceso independentista, se dio a sí mismo como nación la forma de una república, con un sistema de gobierno representativo, con la existencia de los tres poderes básicos, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, independientes entre sí, y electos los dos primeros en elecciones libres, generales y abiertas en un período determinado. Todo ello bajo un Contrato Social escrito en una Constitución de la República, ley madre para todos sus ciudadanos.

Aunque restrictiva en sus inicios, bajo la forma de democracia representativa, a lo largo de las décadas y al vaivén de la evolución de las sociedades, fue ampliando derechos, haciendo del voto universal (y obligatorio) un pilar fundamental.

Fruto de la obsesión de algunos dirigentes que marcaron época, se llegó, no a cuestionar el carácter representativo de la democracia, sino a intentar ampliarla, limitando el poder del Ejecutivo -que, por su esencia, podría avanzar sobre las libertades- con la conformación del famoso colegiado, experiencia fallida.

En ese mismo espíritu de participación ciudadana, es que la Carta Magna recogió los institutos de la llamada “democracia directa” -plebiscito y referéndum- dándole al cuerpo electoral, bajo ciertas condiciones, la posibilidad de convertirse en co-legislador y, como es el caso de las iniciativas plebiscitarias a votarse el próximo 27 de octubre, en constituyente.

 Lo que, en las innúmeras reformas y parches que se le han adosado a la Constitución, nunca se osó poner en tela de juicio fue el carácter de democracia representativa.

En nuestra democracia, considerada hoy en día una de las pocas democracias plenas del mundo, las palabras significan exactamente lo que dicen.

Estos conceptos, tan básicos como para un curso de Educación Cívica de Secundaria, se traen a colación por lo que se dirá.

Si bien es cierto que el sistema sigue plenamente vigente, no lo es menos que por décadas, en especial desde los años 60 del siglo pasado, un sector -por entonces- menor en términos electorales, pero de enorme gravitación en la capacidad de generar opinión y acción directa, había incorporado a su discurso el diagnóstico de la muerte de la democracia representativa como mero instrumento de las clases dominantes, verbigracia, las oligarquías.

Ese diagnóstico, crecido bajo la larga sombra de las democracias populares que proliferaron al calor de la Guerra Fría, sirvió como pretexto para el mayor intento de derribo con la guerrilla del MLN Tupamaros.

Fracasó, es cierto. Y la Coalición nacida en 1971 bajo la lógica de los frentes populares, el Frente Amplio, terminó dando cobijo años más tarde, incluso a los que habían descreído de esa democracia representativa pero que, pasado el tiempo, se sirvieron de ella hasta llegar al poder.

Lo que no fracasó fue el propósito de los sectores marxistas-leninistas y/o castristas, por mantener el más o menos explícito cuestionamiento a la democracia “burguesa”. Minoritarios por años, se refugiaron en las bases y las corporaciones (sindicatos, Universidad, estamentos culturales) a la espera de lo que, tras tres períodos de gobierno, habían predicado: la inutilidad del modelo representativo para conseguir un sistema auténticamente popular, vale decir, una democracia “diferente”, directa, a mano alzada.

Aquél Frente Amplio, que había abrazado el sistema republicano, de la mano de los Astori, los Vázquez, comenzó a morir cuando se fue a la cama con los Tupamaros como medio de llegar al Gobierno -que no al poder, dirían los viejos seispuntistas- y terminó desconectando el respirador cuando, obligado por la virtual anarquía producida por el terremoto electoral de 2019, decidió celebrar un matrimonio por conveniencia con su, hasta entonces, brazo sindical, convertido desde entonces en virtual okupa de la fenecida “fuerza política”.

La iniciativa frenteamplista que motiva esta columna es producto de esa realidad y esa lógica. A ello, vamos.

Para remontar los sueños

Sin que haya mediado ni una tímida autocrítica, en shock por lo que entienden nunca debió pasar, una derrota electoral del campo popular a manos de las derechas reaccionarias y oligárquicas, retornar al gobierno se convirtió en obsesión.

Rehenes de varios hechos sobre los que la política interna ha perdido control, como lo ha sido la iniciativa plebiscitaria unilateral del pitceenté -con la que Abdala y su barra creen haber puesto al Gobierno contra las cuerdas- y la realidad emergente de las elecciones internas que convirtió al frenteamplio en un artefacto político-sindical -de incontrovertible raigambre corporativista- bifronte y binario: el MLN Tupamaros (rebautizado MPP) frente al viejo PCU aliado con el vetusto y raquítico Partido Socialista (reivindicador de Trías, el espía del whisky) y claro, el pitceeneté, en incómodo concubinato electoral.

Con una fórmula que no se pone de acuerdo ni para hacer caras en sus comparecencias públicas, empeñados en decir nada que pueda molestar a sus respectivas bases electorales, o sea, condenados a la nada misma, llegan con supuestas chances de disputar ambos desafíos: Plebiscito y Elecciones.

Aunque, claro está, hay nerviosismo. Y producto de ello es la Jornada “Para remontar los sueños” cuya convocatoria, publicada por el Diario “El País” reproducimos a continuación:

El «día D» será el domingo 13, cuando el FA desplegará su estructura en «una de las mayores de barriadas de la historia», según lo definió su presidente, Fernando Pereira. Un «hito en la campaña», como se la describió en el documento, y que tendrá como objetivo contactar ese día a un millón de personas.

Según consta en el documento, la iniciativa tiene el objetivo de «mostrar ante la opinión pública la enorme capacidad de movilización» del FA y, de paso, «embanderar al país» para evidenciar la adhesión ciudadana a la fuerza opositora a través de la identificación de casas con balconeras y banderas de Otorgués.

En el texto se incluyó una serie de instrucciones que deberán cumplir los frenteamplistas que recorrerán un territorio previamente asignado, que será de cuatro manzanas. Irán en parejas -en zonas que así lo ameriten- en grupos de 10 personas, que estarán integrados por militantes de base y de sectores, dirigentes y simpatizantes. La idea supone llamar a la puerta de los hogares y hacer contacto con las personas que circulen en la zona. El objetivo: «conversar e invitarlos a votar por el Frente Amplio en octubre».

Tal como adelantó este viernes El País, habrá algunos conceptos que se procurarán transmitir a la población. Son en total 18, que giran en torno a la falta de empleo, a la pérdida de poder de compra, al aumento de la pobreza infantil y de la gente en la calle, y a la falta de medicamentos en los centros públicos.

También al agravamiento en los problemas de seguridad pública y a determinados «hechos opacos», según se planteó, que marcaron a este gobierno. La idea es que estos puntos estén en las oratorias y discursos de los 20 mil militantes que el FA piensa poner en la calle ese día.

A las personas que se encuentren con «buena disposición» se las deberá invitar a tomarse una foto para subir a las redes de la coalición de izquierda. El «hashtag», una vez más, será: «Para remontar los sueños». Al finalizar el recorrido, cada pareja o grupo retornará al punto de origen para entregar los materiales sobrantes -folletos, balconeras o banderas- e «informar» los resultados. (Textual de nota de Diario “El país”, las negritas y subrayados son nuestros)

Algunas particularidades de esa convocatoria merecen ser analizadas.

Apelar al recurso cil de asimilar al FA con el FAscismo, puede resultar exagerado y ofensivo -en tal caso, el columnista se disculpa con quienes acrediten no ser merecedores de tal- aunque, por lo que se mostrará, tampoco cree que sea FAlso.

No se ha dicho, pero el lector atento, podrá haber adivinado que las dos citas del acápite, las que tienen que ver con la descalificación del Parlamento (vale decir, de la democracia representativa) y del individuo (es decir, del ciudadano en cuanto tal) pertenecen a Benito Mussolini -factótum del Fascismo, el italiano, el original, luego plagiado por Hitler con el nombre de Nazismo- y tienen directa relación con algunos aspectos de la actividad convocada.

Una actividad proselitista, en el marco de una campaña electoral, no tiene nada de extraño, y es, huelga decirlo, perfectamente legítima y legal.

Sin embargo, a poco que se analiza, tiene elementos que, tanto los convocados como posibles receptores de esa acción política, deberían tener en cuenta.

La primera y más preocupante es la de que se aliente e incentive a tomar fotos de las personas, de esa manera, censadas. El uso que se hará de ellas, aparte de subirlas a las redes sociales de la fuerza política, quién puede saberlo. Que se hayan presentado 100 mil firmas truchas ante la Corte Electoral dice mucho de qué podrían hacer con ellas.

No menor es este otro aspecto: a su retorno, cada “unidad” volverá a su punto de origen con el objeto de informar los resultados. Supongo que el tal “informe”, cual si de un censo se tratara, contendrá qué inmuebles fueron visitados, qué personas habitan allí, y lo más importante, qué respondió cada uno. Inclusive y más importante todavía, saber dónde viven y quiénes son los que, previsiblemente, le hayan cerrado las puertas en las narices o mentado sus madres.

Si se tiene en cuenta que esas unidades, seguramente estén integradas por personas de larga adhesión partidaria, también muy probablemente tenga conexiones directas con funcionarios y mandos del Estado, lo que implicaría, sin mucho esfuerzo de imaginación, la posibilidad de cruce de información y con ello, la pérdida del carácter de secreto del voto, y por tanto de la posible filiación partidaria siempre que el ciudadano no la haga pública voluntariamente. Dato no menor, que abona el sentido de aquellas dos frases del principio.

Además, hay que tener en cuenta que se proponen visitar y tratar de entrevistar a un millón de personas, dentro de las cuales es dable suponer que haya un importante porcentaje de, por ejemplo, beneficiarios del MIDES. En Venezuela desde hace un cuarto de siglo, y en Cuba desde siempre, ese sistema ha dado grandes resultados.

Que, en las hipotéticas entrevistas, saquen un repertorio que, de lo conocido, casi todas son flagrantes mentiras, en el más puro estilo de la campaña “anti-LUC”, es apenas anecdótico.

Si el “frenteamplio pitceentero” lo hizo entonces, y lo repitió con la falsaria campaña para forzar el Plebiscito de la Seguridad Social, con un 25% de firmas amañadas arrancadas a pura falsedad, estos soldados no dudarán en volver a hacerlo. Que alguna gente, a pesar de todo ello, les crea, entra dentro del terreno de una posible patología social.

Para finalizar, el llamado es a militar, dirigido a la militancia. Militar, como verbo intransitivo, significa servir en la guerra o profesar la milicia. Como enseñó Víctor Klemperer, judío sobreviviente al nazismo y filólogo estudioso del fenómeno nazi, el lenguaje hace al carácter y propósito de una ideología u organización.

Por todo ello, porque tiene una indudable connotación, por decirlo elegantemente, poco democrática, piense bien qué respuesta dará si el domingo tocan a su puerta.

Tiene todo el derecho a ignorarlos.