
Roque García
Las encuestas, más allá de su declarada objetividad, son parte del espectáculo político. Reflejan tanto los intereses de quienes las hacen como de quienes las publican, y generan interrogantes: ¿en cuáles confiamos? ¿cuáles ignoramos? Pero, querido lector, la política es también espectáculo. Nos divierte, nos atrapa, nos enfurece, y a veces nos alegra. Es esencial comprenderlo, y aprender a disfrutar de esta fiesta democrática, sin olvidar a quienes, en el pasado, sacrificaron todo para que hoy resolvamos nuestras diferencias en las urnas, y no a los tiros.
En tanto que electores y también espectadores en la platea política uruguaya, observamos cómo se desarrolla el escenario. De un lado, el Frente Amplio, con su disputa interna, también digna de un show. La contienda entre el MPP y el PCU (y sus respectivos aliados) busca determinar quién se quedará con la mayor cuota de poder dentro de la fuerza política. Una alianza electoral que, en las últimas décadas, ha transitado desde un tridente formado por Astori, Vázquez y Mujica (de derecha a izquierda), a un presente en el que Mujica, aquel ícono de la izquierda radical, parece ser la voz más moderada, el que llama a la cordura y a cuidar los equilibrios económicos y sociales. ¡Irónico, no?
Este enfrentamiento interno tendrá repercusiones en las elecciones municipales en Montevideo. Si el FA decide presentar tres candidatos, repetirán la fragmentación de la elección pasada : el PCU y sus aliados se quedarán con la Intendencia y con una considerable cuota de poder económico, social y mediático. Pero si Bergara y Mujica acuerdan un candidato único, esa persona será, muy probablemente , el próximo Intendente de Montevideo.
En la otra esquina del ring, la oposición departamental ha avanzado. Se formó un nuevo partido, la Coalición Republicana, con la idea de presentar tres candidatos que, por primera vez en la historia, compitan con tiempo y estrategia en común, desafiando de manera más creíble al FA. Sin embargo, como muestran las encuestas, los cuatro partidos dentro de la coalición armarán una alianza desigual: dos grandes que van cabeza a cabeza, y dos más pequeños, con menor caudal electoral (tal vez tres, si Lust logra entrar al Parlamento).
Esta relación de fuerzas es una metáfora del Mercosur: dos grandes que imponen las reglas, y dos pequeños que las siguen o quedan fuera. En política, como en el Mercosur, los grandes llevan la agenda general, mientras que los chicos imponen sus objeciones irrenunciables, tratando de no ser arrasados por el peso de los colosos.
Y, como todo buen espectáculo, la política también está hecha de gestos. Lo que suceda después del 27 de octubre, cómo se logren los acuerdos y cómo se hagan públicos, será clave para el éxito no solo inmediato, sino a largo plazo de todos los proyectos coalicionistas. Las formas importan, y mucho.
Recuperar Montevideo de la desidia, el abandono y el vandalismo es posible, por supuesto. Pero requerirá gestos de concordia, seriedad y cooperación.
Estamos en eso.