Roque García
Los uruguayos fuimos caudillistas, es verdad. Ese fenómeno político dejó una marca en nuestra historia nacional, con divisiones y luchas que hace más de un siglo mancharon nuestra tierra de sangre. Hoy, sin embargo, nuestra relación con los líderes ha cambiado. Somos un país más pacífico; los seguimos, claro, y solemos aceptar sus orientaciones, pero siempre nos reservamos el derecho de decir que no y de actuar según nuestro propio juicio. Es parte de nuestra identidad. Incluso Batlle, uno de los caudillos más citados, decía que uno podía ser colorado sin ser batllista.
Con este espíritu, los líderes de la coalición actual enfrentan un gran desafío: pedirnos que, después de votar a un candidato, apoyemos sin reservas a otro. Y los datos hablan claro: entre octubre y noviembre, siempre hay una pérdida de votos. En una elección tan reñida como la que se avecina, cada voto cuenta. ¿Cómo pueden estar seguros los votantes de partidos minoritarios en la coalición, como Cabildo, de que sus sensibilidades serán tenidas en cuenta? ¿Cómo sabemos que temas cruciales, como la reconciliación nacional o el respeto al medio ambiente, no quedarán relegados? No basta con que los líderes se reúnan y digan que están de acuerdo. Al final, el voto es secreto y cada ciudadano es libre de decidir si quiere o no acompañar.
La idea de que el partido mayoritario pueda imponerse genera recelo. Claro que nos une el espanto, pero nadie milita el espanto; al final, o votamos resignados… o directamente no votamos.
La solución, sin embargo, existe desde hace tiempo: se llama instituciones. Las instituciones son acuerdos para proteger a los más débiles; los fuertes no las necesitan. Son fundamentales para construir confianza, estableciendo normas y un marco de convivencia que brinda estabilidad. A través de las instituciones, la sociedad preserva sus valores y asegura que cada voz, grande o pequeña, tenga un espacio y una protección.
Creo que la Coalición Republicana debe avanzar rápidamente en el camino de la institucionalidad. La propuesta del Dr. Pedro Bordaberry de nombrar a Pablo Mieres como secretario general o coordinador me parece un buen comienzo. No porque Mieres vaya a ser el defensor exclusivo de Cabildo en la coalición, sino porque confío en que asumiría un rol de buscador de consensos y podría ser una referencia a la que los ciudadanos de a pie puedan recurrir cuando sintamos que el rumbo se desvía, o que los de arriba parecen perderlo.
Uruguay en 2024 enfrenta necesidades demasiado importantes como para votar solo por temor. Quiero votar por amor a mi país, a mis compatriotas, y con esperanza en el futuro de nuestra patria. La coalición republicana debe ser un proyecto político que supere la situación actual y no una simple alianza electoral si pretende enamorar a los electores.
Necesitamos certezas, de esas que solo se encuentran en las instituciones y en las reglas claras. Que nos una el amor y no el espanto.