
Graziano Pascale
Cuando el 2 de febrero el presidente electo Yamandú Orsi anunció que proyectaba convertir su casa particular de Salinas en la residencia presidencial durante los próximos cinco años, estaba lejos de imaginar que aquel anuncio generaría el impacto que hoy está teniendo en las redes, y que seguramente en pocos días llegará también a los medios tradicionales, si es que no prospera el intento de silenciar la polémica que ya está instalada.
Razones para que el debate vaya escalando hasta llegar al propio sistema político no faltan, aunque tampoco eso asegura nada. Es un hecho que ese límite poco claro entre la esfera pública y la privada de los presidentes de la República suele desinflar este tipo de polémicas, como si fuera una regla no escrita del debate político en el Uruguay.
Sin embargo, aquí está escondido el secreto mejor guardado del avance del Frente Amplio en la escena política, que pasó de ser casi un outsider a ser la fuerza hegemónica del país, que impone el discurso público, elige los temas, alienta a quienes se hacen eco de sus posiciones, y silencia o ningunea a quienes los desafían. En algunos casos esa estrategia se basa en los errores de sus adversarios, pero también en la convivencia de quienes, derrotados y humillados, se aferran a un rol secundario con tal de no desaparece de la escena. Así, quienes callan se convierten en aliados de sus adversarios, y en enemigos de su propios partidarios. Ese es el precio que se paga por la mezquindad, en algunos casos.
En este caso concreto se advierte con claridad lo que viene de decirse. El anuncio de Orsi claramente está en la línea trazada por sus predecesores Vázquez y Mujica, en el sentido de renunciar a la residencia oficial del Presidente de la República en Suárez y Reyes, en el Prado, como señal de «austeridad», y también -por qué no decirlo- para marcar una diferencia con los presidentes de otros partidos, en el entendido de que esa vieja casona, enclavada en el corazón de un barrio históricamente asociado a «la oligarquía», representa un tiempo que debe ser superado, en aras de una mayor «democratización» del poder político.
Orsi debe haber creído que ese discurso ya estaba plenamente aceptado por la sociedad, y no dudó en plegarse a él mediante su anuncio. Pero esta vez algo falló. Las redes sociales, que hace una década no tenían el vigor que hoy muestran en la sociedad como ámbito preferido de la conversación pública, tenían reservada una sorpresa. Bastó que el tema irrumpiera en las redes, para que miles de voces se sumaran con una fuerza que tornó inútil el intento de silenciarlo a través del simple método de ignorarlo.
Este columnista aún no puede salir de su asombro ante la repercusión que tuvieron sus posteos en la red X sobre este asunto. En pocos días, diversas publicaciones sobre el tema, incluyendo «retuits» de quienes lo agredían por haber osado desafiar el discurso hegemónico de «la austeridad», han sumado en conjunto más de 200.000 visualizaciones, que generaron cientos y cientos de interacciones de diversos actores de esta red. La columna de Jorge Martínez Jorge en este portal también generó una gran repercusión, al colocar el asunto en la perspectiva de un debate que todavía el sistema político y los medios tradicionales se resisten a validar.
El relato y la realidad
Aunque la renuncia de Orsi a la casona de Suárez y Reyes está en línea con la de sus compañeros predecesores, es claro que el «modelo» que lo inspira es más cercano al de Mujica que al de Vázquez. Mientras este último siguió viviendo en el Prado en su casona de la calle Buschental, Mujica optó por su chacra en Rincón del Cerro, en línea con el estilo de vida bohemio que lo caracterizó en las últimas décadas. La diferencia es que mientras la chacra de Mujica tiene más de tres hectáreas de superficie, en una zona rural donde la población es escasa, la casa de Orsi en Salinas está construida en un terreno de 590 metros cuadrados, rodeada de viviendas familiares que hace tiempo dejaron de ser casas de veraneo para convertirse en un centro poblado permanente.
Aunque diferentes en su estilo y localización, las tres casas buscan transmitir una idea de «cercanía» del gobernante con la sociedad, que no se modifica por el hecho de ocupar el cargo político más alto del Estado, ni se ve tentado por el estilo de vida más lujoso que suele asociarse con las mansiones rodeadas de enormes jardines, como es el caso de Suárez y Reyes.
Ahora bien. Mientras el «relato» es sencillo y fácilmente adaptable al ciudadano uruguayo promedio, la realidad plantea desafíos que desarticulan rápidamente la idea que se busca transmitir.
El deseo de Orsi de seguir residiendo en su casa de la calle de la calle Yacó esquina Carabela, en la localidad catastral de Pine Park (Salinas) coloca a los responsables de la seguridad del Presidente de la República y de su familia directa ante una coyuntura especial. Esa responsabilidad es compartida por los ministerios de Defensa Nacional, a través de la Casa Militar y del Regimiento «Blandengues de Artigas» de Caballería No. 1 que se encarga de la custodia de Torre Ejecutiva, la residencia de Suárez y Reyes y la estancia Anchorena, y por el de Interior, a través del Servicio de Seguridad Presidencial, creado durante el gobierno del presidente Jorge Batlle.
Una vez que la decisión de Orsi tomó estado público, a distintos niveles de esas reparticiones comenzó la evaluación de todas las medidas necesarias para cumplir con el mayor rigor profesional el cometido que se les asignará. La mayor preocupación reside en la propia residencia privada de Orsi, que deberá ser sometida a diversos trabajos para dotar de seguridad y máxima privacidad el desarrollo de las actividades personales y familiares de la máxima jerarquía del estado uruguayo.
Diversas fuentes consultadas por este columnista coinciden en que los trabajos más urgentes refieren a la construcción de un muro perimetral no menor a tres metros de altura, capaz de resguardar por un lado la intimidad de la familia, y por el otro el posible ingreso de intrusos, ya sea con propósitos de robo o de cualquier otra circunstancia que supongan un riesgo para la vida del presidente y de su familia. De acuerdo con la superficie del terreno, el muro deberá tener una extensión de 100 metros lineales, utilizando materiales que otorguen la mayor seguridad posible. A su vez todo el perímetro deberá contar con iluminación y un sistema de videovigilancia monitoreado durante las 24 horas. Por tratarse, además, de un hogar en el que por ninguna razón puede faltar energía eléctrica , será necesario contar con un equipo generador con una capacidad de 10KVA como mínimo, según las fuentes consultadas.
Además de lo anterior, será necesario organizar un sistema de control de vehículos que se desplacen por la zona, a los efectos de minimizar posibles eventos peligrosos, así como una vigilancia exterior permanente, que sirva de «filtro» para liberar el acceso de visitas autorizadas, así como de diversos proveedores. Se requerirá, además, que se impida el sobrevuelo de drones sobre la vivienda, estableciendo una zona de restricción del espacio aéreo, que la ponga a cubierto de los curiosos o de factores potencialmente dañinos.
Los efectivos policiales abocados a esas tareas deberán, además, brindar seguridad a los desplazamientos de los miembros de la familia del presidente electo para el desarrollo de sus actividades cotidianas. Finalmente, una ambulancia y un médico deberán estar disponibles las 24 horas del día durante los 365 días del año en previsión de cualquier episodio imprevisto que pueda afectar la salud del presidente electo.
Aunque puede parecer un detalle menor, a la vista de la motivación de la «austeridad» que parece inspirar esta decisión de Orsi y del reclamo de que «gobierne la honestidad», no está de más recordar que todas las reformas edilicias que deberá sufrir la casa de Salinas para dotarla de la seguridad que requiere el hogar del presidente de la República, y que por lo tanto deberán ser asumidas por el Estado, accederán a la propiedad, que por esa razón incrementará en forma sustancial su valor de mercado.
El tren de la austeridad al que alude el título de esta columna necesitará un manejo muy cuidadoso, y el silencio cómplice de muchos, para que no descarrile a 40 kilómetros de la capital.
………..
La ilustración que acompaña esta columna se realizó con Inteligencia Artificial, simulando el muro perimetral que deberá construirse alrededor de la residencia privada de Orsi en Salinas