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Contraviento

La Confederación Oriental del Uruguay.

17 marzo, 2025

Hay quien dice que somos un país de consensos y por eso no cambiamos. Dicen que aunque nos quejemos, al final del camino coincidimos tanto que todo queda igual. Al menos así nos interpreta el sistema político. Es por eso que las propuestas electorales son siempre tan parecidas y que nuestra «ventana de Overton» (rango de ideas políticas que son aceptables para una sociedad) parece más bien una «rendija».

Pero… ¿Alguna vez nos hemos puesto a pensar que probablemente sea todo lo contrario, que quizás tengamos disensos tan profundos que no logramos ponernos de acuerdo y por ello no nos movemos, quedando paralizados y disconformes?

El Uruguay está «trancado» y el modelo actual no parece dar solución a este dilema. Hay quien habla de «dos mitades», pero cuando se hurga en las opiniones de los ciudadanos, esa resulta una sobre-simplificación peligrosa. Son muchos los matices dentro de cada «mitad», incluso los grupos con coincidencias y discrepancias con ambos «bandos».

Es difícil encarar las profundas transformaciones que el país necesita, tratando de armonizar disensos tan importantes.  Es por ello que, a pesar de que el electorado clama por soluciones de fondo, los cambios no llegan, o lo hacen en forma de transformaciones «placebo»: hacer como que se cambia para que nada cambie.

¿Cómo lograr entonces que las cosas cambien y que a la vez la mayoría de las personas quede conforme con los cambios?

«Small is beautiful».

Desde la antigüedad, pasando por el medioevo y hasta la edad moderna, la ventaja de las estructuras de dimensiones «humanas», descentralizadas y autónomas ha sido clara.
Ahí están para atestiguarlo las polis griegas, fuente de conocimiento, riqueza y hasta poder militar: autogestión en todo ámbito a la vez que capacidad de coordinación y respuesta ante retos exteriores. Este modelo permitió la coexistencia de cosmovisiones alternativas tan diferentes como Atenas y Esparta, a la vez que, a partir de una cultura común en tanto «helenos», la fuerza suficiente para defenderse con éxito, incluso de un superpoder como el Imperio Persa en las tres Guerras Médicas.
Los ejemplos del éxito de lo «pequeño» y autónomo (pero coaligado) se extienden por los tiempos y la geografía: Fenicios con Tiro, Bilbo, Sidón o Cartago haciendo del comercio, la intrepidez y la capacidad de adaptación, una cultura, o las ciudades de la Liga Hanseática, precursoras del Capitalismo en el Mar del Norte y el Báltico.

En el mundo moderno, los ejemplos más claros los encontramos en países confederados, siendo quizás la Confederación Suiza el caso en el que la autogestión de pequeñas unidades administrativas tiene el protagonismo más importante.

«Small is beautiful», como escribía Schumacher. Mientras más cerca están las decisiones de los decisores, más eficaces tienden a ser, por dos razones fundamentales:

  • Involucramiento o «la piel en el juego» (Taleb dixit): No es lo mismo que la decisión la tome un burócrata o político sobre un ciudadano ignoto, a que la tome el propio ciudadano (que va a sufrir o disfrutar de sus consecuencias) frente a una urna o en su defecto, un representante que es su vecino y con el que se cruza en la plaza. Inevitablemente ambos buscarán la mayor eficacia y eficiencia posible, los primeros por protagonistas, los segundos por la inmediata y diaria rendición de cuentas.
  • Conocimiento más preciso de la situación: No es igual la información con la que cuenta un burócrata o político de un gobierno central que la que tiene el ciudadano o su representante más cercano en el territorio.

El modelo confederado o cantonal, tiene además, otra importante ventaja:

  • Permite a cada unidad administrativa gestionarse según su mejor saber y entender sin necesidad de dejar de ser parte del todo (la Confederación). Así cada cual puede ser espartano si quiere, o ateniense si quiere sin dejar de ser heleno.

La Confederación Oriental

Es común escuchar propuestas de reducir la cantidad de departamentos para bajar el gasto público. La realidad es que enajenar aún más al ciudadano de la toma de decisiones nunca puede llevar a mayor eficiencia.

El problema de la ineficiencia actual de la administración en los tres niveles de gobierno es que simplemente estos no tienen responsabilidades claras, se solapan pasándose culpas los unos a los otros mientras los recursos siguen saliendo de las arcas públicas, la deuda aumentando y los problemas no se resuelven. Se engorda una burocracia intermediaria y en ese laberinto, se toman decisiones de cientos (miles) de millones de dólares con la impunidad de estar totalmente desconectados del ciudadano.
Este es un fenómeno que no es exclusivo del Uruguay. Es común incluso en países federales (como Argentina).

La solución no es más centralización sino todo lo contrario: mayor poder y responsabilidad a nivel local.

¿Por qué alguien debería impedirles a los montevideanos tener el sistema de jubilaciones que quieran, el impuesto a la renta a las personas físicas o actividades económicas o al patrimonio que quieran? ¿Por qué impedirles (si quieren) tener un sistema educativo estatal, mientras quizás en Rivera prefieran uno privado con «vouchers»? ¿Cuántas más opciones se pondrían sobre la mesa a los sufridos departamentos de frontera si pudieran ordenarse como quisieran? ¿Artigas sin IRPF, IVA del 10% e IRAE del 25% sobre la utilidad distribuida (que no de la utilidad neta como sucede hoy a nivel de país) cuánta inversión y población recibiría?

Nuestra propuesta es:

Hacer de cada departamento un «cantón» con todas las potestades de gobierno salvo las relaciones internacionales: esto da la posibilidad de tener 19 alternativas administrativas (pequeñas «polis») ergo de «votar con los pies», sin tener que abandonar el territorio oriental. De esta manera, mientras algún cantón pueda elegir tener un Estado, regulaciones e impuestos mínimos, otro decidirá lo contrario y así 19 combinaciones posibles compitiendo entre sí y con el mundo por personas e inversiones. Imaginemos, por un momento, a los cantones fronterizos pudiendo manejar su Economía con independencia y acorde a su mejor saber y entender ante la diferencia cambiaria con Argentina o Brasil, sin depender de Montevideo.

Eliminar el gobierno central, estableciendo un cuerpo con representantes de cada cantón: este cuerpo no tendrá capacidad para establecer impuestos, aranceles, tasas de ningún tipo, ni de contraer deuda. Es decir: no podrá obligar económicamente a ciudadanos actuales o futuros.
Su función será netamente de coordinación para asuntos comunes a la Confederación, incluyendo temas de relacionamiento internacional, infraestructura, sanidad, seguridad, entre otros. Se financiará con aportes de cada cantón, a partir del erario de cada uno y estará integrado por los representantes que cada departamento (cantón) elija.

De esta forma, se evita cualquier tipo de duplicación de funciones y evasión de responsabilidades.

La soberanía reside en el pueblo y se expresa totalmente en sus representantes cantonales. No hay forma de culpar a un gobierno central de incompetencias propias si este no existe, ni que burócratas lejanos secuestren instituciones de la mano de corporaciones aliadas. Es la libertad (autonomía) y con ella, la responsabilidad.

Requisitos imprescindibles son la libre circulación de personas, bienes y capitales dentro del territorio de la Confederación.

El inicio de un debate.

Lo acá propuesto no es más que un puntapié para el debate. Un poner a rodar una idea a partir de una propuesta general y conceptual.

Llevar la República a un modelo confederado nos permitiría:

  • Mejores decisiones (eficaces y eficientes) ajustadas a la realidad del territorio.
  • Forma más ágil de tomar decisiones y alcanzar consensos al estar acotadas a un menor espacio, problemáticas y cantidad de personas.
  • Que cada cual viva donde mejor se sienta sin tener que abandonar su país.

Los beneficios son claros. Los retos son muchos, tanto de diseño como de implementación. Van desde temas a dilucidar como la moneda, la representación cantonal (peso específico) en los órganos confederados, hasta la clara necesidad de un reforma constitucional. Se requiere analizar uno por uno los distintos campos de la vida pública, considerar propuestas con objetividad, pragmatismo y sobre todo, mente abierta: Es un cambio tectónico.

Quienes se oponen, alegan problemas de «escala» de los departamentos, sin reparar en que muchos países y territorios exitosos a nivel mundial son sustancialmente menores que el Uruguay (Estonia, Israel, Bélgica, la propia Suiza) incluso que algunos de sus departamentos (Hong Kong, Singapur, Luxemburgo), que hay algún cantón suizo con bastante menos población que Flores, que tanto la población como la economía son consecuencias de la acción humana y que, en un modelo de autonomía cantonal, dicha acción dependerá de las decisiones que tomen los habitantes del territorio.

Son muchas las combinaciones y posibilidades que se abren una vez que uno abraza la idea. Una ventaja ya tenemos en la tradición: que Uruguay fue considerado la «Suiza de América» y que el «Primero de los Orientales», José Gervasio Artigas, era un convencido federal.

Quizás lo mejor sea seguir andando juntos, pero no revueltos. Puede que sea esa la forma de desatar el nudo y liberar toda la fuerza del Uruguay.

¿Nos animamos?