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Contraviento

40 años de «Democracia»: farsa en “famiglia”

31 marzo, 2025

 

Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Se le olvidó agregar: la primera vez como tragedia, la segunda como farsa.» Karl Marx en su “18 Brumario de Luis Bonaparte”

 

En el presente año de 2025, se cumplirán los 2 siglos del inicio del comúnmente llamado “Proceso Independentista” que, Convención Preliminar de Paz negociada por Inglaterra, sentaría las bases para que, 2 años después, se efectivizara la definitiva Independencia de la Provincia Oriental como Estado libre e independiente.

Desde siempre, quizás por la precariedad de ese propio pequeño Estado entre gigantes, en un continente convulso, fue importante para la construcción de nacionalidad y tradición, la conmemoración de los considerados hitos nacionales.

Así fue como, en pleno proceso militar de facto, en 1975, el régimen se encargó de organizar amplios festejos de lo que llamó el “Sesquicentenario de los Hechos Históricos de 1825” declarando a ese año como el “Año de la Orientalidad”, con evidentes intenciones de reafirmación nacionalista luego de un proceso de guerra interna que había echado por tierra las Instituciones.

Tanta importancia se le asigna a la simbología que, necesitados de algo que conmemorar, la izquierda montevideana adelantó 2 años la fundación de la Ciudad de Montevideo en 1726, para festejar y conmemorar los 300 años de su creación.

Temporada de Teatro Festejemos Democracia

 

La libertad no está en la democracia sola, sino en las instituciones que la contienen y la dirigen” Alexis de Tocqueville, “La democracia en América”, Ed. Resumen, Vol. I Cap. 4

 

Precisamente en el momento en que el concepto mismo de democracia aparece más vacío de contenido, el sistema decide conmemorarse a sí mismo, apelando a la épica de la “reconstrucción democrática” de 40 años antes, inicio del primer período tras el régimen militar, en marzo de 1985.

Como pudimos ver en los hechos del pasado señalados en los párrafos iniciales, este tipo de apelaciones al pasado, nunca son casuales ni neutros, teniendo como hilo conductor una intencionalidad política cuando menos, partidaria muchas veces.

Puesta en escena

El jueves pasado, en la Casa del Partido Colorado, se puso en escena “40 años de “Democracia”, un farsesco festejo en ‘famiglia’. Parafraseando a Marx, el guion parecía iniciarse con el rescate de la épica de la trabajosa recuperación democrática -lo que, en la práctica, ponía final a la tragedia dictatorial- para, a través de 4 décadas, mostrar cómo el país había reconstruido una democracia ejemplar.

Para ello, contaban con los actores de siempre —Sanguinetti, Mujica, Lacalle, sobrevivientes al tiempo y circunstancias— recitando guiones gastados de heroísmo y tolerancia.

En el introito leído por el actual inquilino de la Sede de calle Martínez Trueba, el Dr. Ojeda trajo algunos de los más conocidos lugares comunes, tales como que Uruguay cuenta con una ejemplar “calidad democrática, institucionalidad, fuerte sistema de partidos y capacidad de convivir” -según lo consigna Montevideo Portal en su nota sobre el evento- haciendo especial énfasis en que la foto que reúne a los sobrevivientes del hecho, junto al presidente en funciones, es única y nuestra democracia es la envidia de países más grandes y poderosos que el Uruguay (sic).

Al introductor, le siguieron luego las intervenciones -vía virtual- del más reciente expresidente Lacalle Pou, del presidente en funciones y por supuesto, la de los 3 ex presidentes que eran protagonistas de la primera hora de ese bebé que, ahora, se ha convertido en una señora de 4 décadas.

Ninguna nota discordante podía esperarse de ello, habida cuenta que la puesta en escena tenía por objeto la foto y en distintos tonos y retórica, los plácemes por cómo el elenco político por ellos representados había sido capaz, no solamente de conseguir “deponer” al régimen militar –sin disparar una bala-, restaurar las instituciones, administrar la transición y tras 40 años, mantener una democracia donde los diferentes dialogan sin el facón atravesado en el cinturón ni la 45’ en la mano.

La Rebelión en la Granja

 Verdaderamente enternecedor, si no fuera porque esta vez, el telón se rasgó: una desconocida Ximena Grignoli irrumpió en escena, y a voz en cuello les reclamó a los autocomplacientes constructores de perfectas democracias, que lo construido no era tan perfecto, en tanto se mantenían ancianos -llamados a las armas por esos mismos protagonistas apoltronados para combatirse entre ellos- como presos políticos a perpetuidad y que el Estado de Derecho había muerto cuando fue apuñalado con alevosía y premeditación desconociendo, por dos veces, los pronunciamientos populares que ratificaban la Ley de Caducidad, sino además cuando a caballo de mayorías circunstanciales habían aprobado una flagrantemente inconstitucional “ley interpretativa” que les posibilitaría el atropello.

La ‘famiglia’, sintiéndose agredida en el Pacto de “buenmodismo” impuesto como valor en sí mismo, una suerte de sublimación de la hipocresía acordada que no debía ser violada, rápidamente reaccionó indicándole, fornidos guardias mediante, el camino de salida.

Es fama que en alguna oportunidad -previa al Gran Terror supongo- en que un Plenario, un bolchevique hacía las de Grignoli y el aparato corría a acallarle, el Padrecito Stalin los frenaba y dejaba que el camarada expresara sus ideas. Días después se lo encontraba en un tren sin ventanas rumbo a Kolimá.

Grignoli tuvo menos suerte, porque como en la Granja de Orwell las ovejas balaron más fuerte y los popes del pacífico entendimiento creyeron del caso darle prioridad al respeto al protocolo de buenas maneras por sobre la libertad de expresión y le mostraron roja directa. Tuvo más suerte porque en Uruguay Siberia no hay, aunque, eso sí, no se salvó del verticalazo político y en menos de dos días la echaron de la agrupación y del Partido, directo al Gulag político.

Todo ello en el Salón donde reina la frase de Batlle “la historia de las Asambleas es la historia de la libertad”

La hipocresía hecha un arte

 La reacción del pope locatario Dr. Sanguinetti, apelando a una ironía tan destemplada como falta de lugar le mostró, desnudo como el Rey del cuento de Andersen, en su faceta más autoritaria -desmintiendo que la ancianidad nos haga más sabios- propia de uno de los dirigentes, de indudable vuelo intelectual, más afrancesado de nuestra intelligentzia, como siempre más próximo a Robespierre y Mr. Guillotin, que, a Condorcet, en esa faceta jacobinista que le granjeara una joven fama.

El hecho es grave por múltiples aspectos, no sólo porque la censura de hoy es la autocensura de mañana -que es el meta-mensaje que Julio María I quiso enviar- sino también porque deja al desnudo un pacto mucho más amplio que el de las buenas formas. Es el pacto del sistema, vuelto endogámico, encerrado en un conservadurismo cerril -del que la izquierda es eje y centro- que le tiene terror pánico a cualquier cosa que amenace sus viejos privilegios de casta.

Aunque no hubiera mediado el error forzado por la intempestiva intervención de la convencional Grignoli, estaba ya tan preñado de contradicciones que constituía una fiesta para quienes como, nosotros desde esta columna, y tantos otros, venimos sosteniendo que el pacto de las apariencias, destinado a mantener un status quo que solamente beneficia al establishment político, tocaba a su fin.

Restauración no es recuperación ni recreación

Con los mismos protagonistas del período anterior al Golpe de Estado, las mismas estructuras políticas, sindicales, económicas y empresariales, que desde el surgimiento del MLN Tupamaros había sido denunciado como la rosca, (principal argumento para el acuerdo golpista del ejército crecido bajo la Doctrina de la Seguridad Nacional -hija de la Guerra Fría- con la cúpula tupamara) lo que se produjo en Marzo de 1985 fue una restauración.

Sanguinetti, no podía ser otra cosa que esa, la restauración.

 Y si algún intento hubo de cambiar lo inmodificable fue a cargo del último de los triunviros: Lacalle de Herrera. Quiso, pero no pudo. Hubo “arranca brazos” por doquier y un sistema que disparó todas sus defensas en forma de furibundos ataques. Allí quedó la cosa.

Cambiemos, para que todo vuelva a ser como antes. Y los únicos que cambiaron, mimetizándose con el sistema fueron los que lo habían desafiado, haciendo parte de él, o sea, parte de la nueva-vieja rosca. Tupamaros al frente, pero también el PCU, y tras ellos la izquierda toda, que probó el elixir envenenado del Estado burgués, y ya no pudo prescindir de él nunca más, hasta hoy. Mucho más desde que, se hizo del gobierno por quince años, y durante ese período, construyó poder como ninguna otra fuerza política lo había logrado hacer antes.

Mujica, el gran mimo, artista del travestismo político, con una moral para cada caso o ninguna cuando fuere necesario.

El verdadero sentido del “40 años de “democracia”

«La República no es solo una forma de gobierno, sino el único gobierno que puede ser enteramente democrático; pues donde no hay igualdad ante la ley, ni independencia de los poderes, ni libertad garantizada por instituciones, la democracia se convierte en una palabra vacía o en una tiranía de la mayoría.» Alexis de Tocqueville, “La democracia en América”, Ed. Resumen, Vol. II Cap. 6

 

Del análisis de los previsibles, aburridos y repetitivos discursos, lo único destacable resultó la inflación de la democracia -que en la suma de discursos tuvo 13 menciones directas- en detrimento de la República, que solamente fue aludida 2 veces y solamente como adjetivo.

No es casualidad, en modo alguno.

La presentación del elenco político oficial, al completo, tenía por objetivo marcar fronteras. Conmemoran democracia solamente los partidos “oficialmente aceptados” por ese gran supra-partido que es el Partido del Poder. En gestación, luego de haber atado, en los 15 años anteriores de manejo del Estado, casi todos los resortes del Poder como entidad única. Tareas por completar durante este período: según el Manual, alguna vuelta de tuerca en el Poder Electoral -por las dudas que se precise- y una mayor y más clara infiltración en las Fuerzas Armadas, o un vaciamiento de estas en favor de fuerzas leales.

El otro flanco ya se logró cooptar durante aquel “quincenio” con la hegemonización del relato mediante el reclutamiento de periodistas, disciplinamiento de medios y acallamientos de disidencias. Huelga detallar el trabajo.

Lo que resta para implementar un régimen de partido hegemónico con un pie en la política de la eternidad es la existencia de una falsa oposición, dócil y funcional al proyecto -a la que se paga con cargos, contratos, silencios, complicidades, como ahora mismo si 34 o 40 sillones- lo que termina de cerrar con un régimen de democracia “tutelada” o “administrada”, que tiene apariencia del sustantivo, pero sustancia del adjetivo.

¿Y la República?

Muerta, pues. Que por eso ni la nombran. Porque es requisito para una auténtica democracia que haya previamente una república funcionando, con sus poderes establecidos e independientes, con sus contrapesos y garantías e instituciones más allá de la veleidosa probidad de los hombres.

Una República, con un ojo en De Tocqueville, en Locke, y ambos en Montesquieu, vigilante del respeto de las minorías por parte de la siempre latente tentación totalitaria de las mayorías.

Pero todo eso no se podía esperar del elenco de la Farsa puesta en escena en el Teatro colorado, porque allí estaban juntos, los que habían atentado contra ella y los que, por activa o por pasiva, habían sido parte del problema y nunca de la solución. Por eso priman los buenos modales, tan cercanos a los códigos carcelarios.

Nos queda a nosotros, simples ciudadanos y mientras aún contemos con algún resquicio de libertad, hacer sonar nuestra voz tan firme y clara como posible sea y hasta tanto lo sea.