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Contraviento

Migraciones, migrantes y desestabilización: Mejor hablar de ciertas cosas

30 marzo, 2025
Migraciones y desestabilización.

Las grandes migraciones colisionan indefectiblemente con las sociedades receptoras. Los flujos migratorios concentrados hacia determinados países ocasionan en ellos alta demanda de servicios y recursos. Tal colosal presión, sin recibir contraprestación alguna, culmina resquebrajando la estructura económica y el entramado social. Por lo que resulta mejor hablar de ciertas cosas en el tema migraciones, migrantes y desestabilización.

Esa paulatina afectación económica y social de un país o región puede ser involuntaria (cuestiones humanitarias) o voluntaria (desestabilización inducida). En ambas situaciones se intenta tardíamente levantar muros físicos e imponer restricciones y prohibiciones de ingreso.  No sabemos si tales políticas darán resultado. Lo que resulta inquietante es que, previo a la emergencia, las sociedades se mostraron dóciles y hasta negaron enfáticamente los riesgos. Revisando antecedentes, comienzan a emerger evidencias de por qué tales actitudes.

Mejor hablar de ciertas cosas

En las actuales migraciones a Europa, Estados Unidos y América del Sur encontramos que en todos los casos hubo alertas y observaciones sobre posibles efectos negativos. No obstante, tales menciones fueron reprendidas y sus autores cancelados por enunciar «discursos de odio».  Toda referencia fue clasificada como xenófoba, racista, fascista, de ultraderecha y ultranacionalista o incluso nazi. Logrando, en definitiva, que del tema no se hablara. Bastará recordar cómo se esfumaban cuentas en redes sociales denunciadas por racismo o xenofobia, entre otras causales. Por lo que no debiéramos perder la oportunidad de «hablar de ciertas cosas» a fin de preservar la libertad de expresión. Esa ha sido la primera gran derrota de la sociedad. Haber permitido que se le cercenara la libertad y capacidad de pensar y expresarse libremente.

Mientras eso ocurría, cientos y miles de arribos diarios de migrantes en condiciones paupérrimas continuaban saturando los servicios de salud y agotando los recursos de ayuda social. Incluso protestando por no recibir la calidad en la atención que consideraban merecer. Cuando muchas veces, debe decirse, los migrantes recibían ayuda y celeridad vedada a los nacionales. Todo esto ocurría mientras desde Naciones Unidas, gobiernos locales y medios de comunicación masivos se promovían las bondades y beneficios de las políticas de «brazos abiertos». Nada de esto hubiera sido posible sin la trama de control social que ejerce la hipersensible y reactiva cultura woke que en todo ve perturbación o amenaza. Sin dejar de lado el timorato culto de lo políticamente correcto.

También debe señalarse como concomitante la creencia de que toda persona es libre de transitar y residir donde lo deseé. No es así. Mientras existan los Estados y estos se organicen políticamente mediante una Constitución que defina la manera de relacionarse entre los ciudadanos y su territorio, todo natural o extranjero que resida en ellos debe regirse por las leyes vigentes. De lo contrario, se estarían promoviendo «paraísos» de buena voluntad y hermandad, algo que solo existe en las religiones, mitología y comunismo. No en la vida práctica.

Otro aspecto a señalar es la confusión en cuanto a asimilar los procesos migratorios de hace cien o doscientos años, con los actuales. Son situaciones muy diferentes. Aquellos fueron procesos migratorios estimulados por países incipientes, con recursos, pero necesitados de gente que se establezca, los trabaje e invierta. Las actuales migraciones confluyen hacia países con mejor calidad de vida para usufructuar de sus beneficios o hacerse de ellos.

No todo es lo mismo

Si bien los grandes eventos migratorios aparentan cierta homogeneidad, pueden distinguirse en ellos tres grupos de migrantes. Los movilizados por mejores condiciones de vida; los aprovechadores y los militantes. Si bien cada corriente migratoria tiene sus particularidades (no son lo mismo los MENA en Europa que los venezolanos huyendo de la dictadura), los tres grupos marchan juntos, siendo sus acciones posteriores las que les situarán en uno u otro grupo o les lleven a alternar entre ellos.

Los habitantes locales suelen calificar a los migrantes según sus cualidades de mayor visibilidad: «Son muy trabajadores»; «son todos ladrones» o «son abusadores y prepotentes», según sea el caso.

Migración militante: La invasión musulmana a Europa es un ejemplo práctico de migración militante. El descomunal flujo de personas tiene por finalidad, según lo expresado por sus integrantes, desestabilizar a las sociedades receptoras y su posterior conquista. «Son abusadores y prepotentes», atinan a quejarse los ciudadanos. Tales migrantes no se adaptan a las costumbres locales. Imponen las propias y son desafiantes, provocativos y hasta violentos con quienes les cuestionan. Aprovechan todos y cada uno de los beneficios sociales originalmente diseñados para una mejor contención y calidad de vida de los ciudadanos que aportan al sistema: (vivienda, renta, salud, asistencia social, etc.) El aporte económico de ese tipo de migrantes es negativo aunque algunos desempeñan tareas remuneradas.

Migración de aprovechadores: Asistimos a este tipo de migrantes principalmente en los países de América del Sur: Chile, Argentina y Uruguay. En menor medida, Perú y Colombia. Hemos detallado en el anterior trabajo la detección de migrantes sin país de destino definido. Se asientan en lugares que le provean de servicios, documentación y manutención. Cuando estas ventajas se agotan, se trasladan a otro país. De manera eventual desempeñan tareas remuneradas. Se les relaciona con los arrebatos, hurtos e incluso con asaltos a viviendas. Suelen ser quienes protagonizan conductas públicas irritantes para los locales (mendicidad, arrebatos, usufructo del espacio público, desorden, basura, modales impropios, etc.). El impacto social de sus acciones genera aversión hacia el resto de sus connacionales. Independientemente de que ejerzan otro tipo de vida.

Migrantes trabajadores: Uruguay y Argentina han acogido a la mayoría de este grupo. En menor medida, Chile y Colombia. Al predefinir un país de destino y desempeñar labores con regularidad, generan ciertas afinidades con las sociedades locales. Es cierto que en los planes de muchos de ellos está el consolidar su situación personal, legal y familiar para dar el salto definitivo a Estados Unidos. Es respetable, ya que muchos conciudadanos planean lo mismo.

Flujos migratorios

En el Informe sobre las Migraciones en el Mundo 2024, de la Organización para las Migraciones (OIM), dependiente de las Naciones Unidas, se estima que en la actualidad habría unos 281 millones de migrantes, un 3,6 % de la población mundial. Debe mencionarse que 5,4 millones son solicitantes de asilo y 5,2 millones desplazados, principalmente venezolanos.

Del total de migrantes, unos 190 millones (casi un 80%) se concentraron en países con índices de desarrollo humano alto o muy alto. Lo cual es lógico. Nadie emprende la incertidumbre de emigrar sin aspirar a una mejor calidad de vida y oportunidades. No hay datos ni referencias sobre procesos inversos de migraciones. Es decir, migrantes, asilados o desplazados regresando a sus países de origen. El que se va no regresa, y ese es el punto de origen de algunos conflictos. Porque ocupan espacios que ya estaban ocupados. Hasta aquí son datos reunidos u obtenidos por organismos internacionales.

Mirando para otro lado

Los procesos sociales son dinámicos, pero requieren de asimilación e integración. En nuestra región (Chile, Argentina y Uruguay) hemos asistido al arribo de decenas de miles de personas en un breve lapso de tiempo. Hubo, en general y al comienzo, buena voluntad de las sociedades de acogida y de los migrantes en la integración. No obstante, una vez superada la capacidad de absorción y atención de los contingentes de migrantes, comenzaron a surgir conflictos. Se soslayó el hecho de que recibir corrientes migratorias numerosas y continuas podrían desestabilizar sus economías y estructuras sociales.

Las reacciones comenzaron al comparar la cantidad y calidad de ayuda recibida por los migrantes con el acceso a las mismas por parte de la población local. Es que en la medida que las crisis económicas locales se agravan surgen sentimientos de rechazo hacia los migrantes. Representan, muy a su pesar, un ideal de culpabilidad que justifica las carencias propias o errores políticos. También es cierto que el grupo antes descrito de «aprovechadores» no colabora en absoluto en atenuar los conflictos. Como consecuencia, se aplican modificaciones en los sistemas de recepción y permanencia. Es lo que están implementando Chile, Perú y Argentina. Esta situación de conflicto potencial es reconocida por la OIM:

«Los dirigentes son conscientes de los riesgos de seguridad que supone la migración, ya que las sociedades han buscado protegerse de las amenazas y, al mismo tiempo, prosperar mediante los intercambios comerciales, financieros y culturales que propicia la migración. Hoy, está claro que la migración afecta de manera directa a dos de los elementos constitutivos de los Estados, a saber: una población permanente y un territorio determinado. Por lo tanto, se considera que la regulación de la migración (la entrada y la estancia de las personas) es un derecho de los Estados soberanos.»