
En este momento, desde medios de comunicación y organismos oficiales, además de políticos y personas afines, se insiste en utilizar una jerga inadecuada y repetitiva. La imposición del autodenominado ‘lenguaje inclusivo’ no es algo inocente o producto de una moda pasajera. Forma parte de una persistente estrategia de degradación del lenguaje con la finalidad de acotar y condicionar la capacidad de razonamiento independiente.
Maestros, familias, alumnos…
En las últimas semanas, he tenido la oportunidad de asistir a varios actos escolares en establecimientos públicos y privados. En todos los casos, incluso en un establecimiento confesional, directoras y docentes utilizaron en sus discursos la exasperante redundancia de artículos determinativos femenino y masculino. Tuve la oportunidad de preguntar por qué utilizan tal jerga en un ámbito educativo. La respuesta fue concluyente y sin espacio de diálogo: ‘porque incluye a todos’.
No solo directoras y maestras, los funcionarios de la actual administración política, desde el presidente y sus ministros, incurren en la misma modalidad. Al menos en público. Sus visibles esfuerzos contra el natural fluir del lenguaje deja en evidencia lo poco práctico de tales giros. Por lo que es válido deducir que su insistente y dificultosa utilización correspondería a algo más que un simple guiño hacia sus partidarios.
Insustanciales, repetitivos y redundantes
Quienes expresan una decidida oposición a tales dislates sostienen que se trataría de una manipulación política del lenguaje. Tendría la finalidad de moldear o condicionar la opinión pública y avanzar en determinadas agendas sectoriales y no representativas del conjunto de la sociedad.
Al tergiversar o modificar el significado de determinadas palabras, o eliminarlas del uso mediante coacción, lleva a que a las personas se le dificulte expresar sentimientos o pensamientos divergentes de los conceptos que se pretende imponer.
Como ejemplo práctico de esta situación, considere que a usted ya le han erradicado del lenguaje coloquial la referencia ‘negro’ hacia una persona. De expresarlo será conminado a utilizar eufemismos que conformen al comisariado. O mediante penalización.
Ya en 1949, George Orwell, autor de la fundamental obra ‘1984’, entrevió la importancia de la manipulación del lenguaje al incluir, entre las acciones del régimen totalitario opresivo que desarrollaba en la novela, el apéndice «Los principios de neo lengua». Donde expone el mecanismo de adulteración del lenguaje como un medio de dominación y control social.
«Se esperaba que la neo lengua reemplazara a la vieja lengua hacia el año 2050. Entretanto iba ganando terreno de una manera segura y todos los miembros del Partido tendían, cada vez más, a usar palabras y construcciones gramaticales de neo lengua en el lenguaje ordinario». Muy actual. Quizás, demasiado actual.
Cayendo en la telaraña
En consonancia con lo anterior, un reciente trabajo de investigación señala que «En los últimos años han surgido distintas propuestas de usos inclusivos de la lengua, entre ellas el llamado lenguaje inclusivo de género (…). Estas propuestas involucran desde la duplicación (los y las estudiantes), el uso de sustantivos epicenos (el estudiantado) hasta la creación de innovaciones morfológicas por fuera del sistema binario femenino-masculino (les estudiantes)».
En primer lugar, debe precisarse que tales expresiones no representan un lenguaje, sino que son apenas un conjunto de palabras y giros específicos del idioma, utilizado y promovido por determinados grupos. Por lo que técnicamente es una jerga, al carecer de gramática y un sistema uniforme de escritura como los lenguajes estructurados.
No obstante, la destrucción de los cimientos sobre los que se erigió occidente avanza. Además de manipular el lenguaje, se reduce el vocabulario y variedad de palabras, también la manera de vocalizar. Sencillo de verificar con tan solo atender por unos segundos (no puedo pedirle más) a las letras de las canciones de moda o escuchar las conversaciones en una parada de ómnibus.
Bastará con decir no
El profesor Biff Baker, quien ha realizado un pormenorizado análisis de la manipulación del lenguaje por la cultura woke. Concluye en que «el lenguaje es una herramienta poderosa que se utiliza para moldear la opinión pública, influir en las percepciones y promover agendas políticas. La manipulación política del lenguaje se emplea a menudo para enmarcar problemas, controlar narrativas e influir en el sentimiento público a favor de una ideología, política o candidato particular».
Es que no se trata de una simple divergencia de opiniones. Si observamos la reacción exacerbada ante un simple cuestionamiento de los términos y etiquetas utilizados por estos grupos, queda demostrado que en realidad son herramientas de represión de opiniones divergentes.