Escribe Oscar N. Ventura
Como todos los octubres, entramos este año nuevamente en la semana del otorgamiento de los premios Nobel. Sería tedioso repetir lo que van a encontrar en millones de publicaciones alrededor del orbe. En lugar de ello, quiero centrarme en un aspecto muy poco conocido de la actividad científica uruguaya: aquellos científicos que fueron propuestos para recibir el premio Nóbel en algún año de los que se conocen. El Comité Nobel guarda en secreto por al menos 50 años el nombre de los nominados y los nominantes, pero gracias a su rica historia, podemos conocer al menos qué sucedió entre 1901 y 1971.
Y sí, Uruguay puede proponer nombres para el premio Nobel. Y, también, hubo nominados uruguayos. Quizá quien provoque el mayor asombro sea Gabriel Terra, que fuera nominado para el premio Nobel de la Paz en 1934. Fue propuesto por Abel Pérrez, de quien no tengo muchas referencias, más allá de presumir que fuera el Dr. Abel J. Pérez, inspector nacional y escritor de varios libros sobre educación. Por supuesto, Don Gabriel Terra no recibió el premio ese año (ni ningún otro). Lo recibió en cambio Arthur Henderson.
Otro nominado, esta vez en Physología y Medicina, fuel el Dr. Juan Cesar Mussio-Fournier, endocrinólogo y neurólogo uruguayo, fallecido en 1961. Entre sus numerosos logros está justamente la descripción de la patología Mussio-Fournier y otras. Fue Consejero de la Facultad de Medicina, Doctor Honoris Casa de la Universidad de París, y Ministro de Instrucción Pública (1931-1932). Publicó más de 200 trabajos en revista científicas internacionales, demostrando la capacidad científica que Uruguay supo proyectar.
Tercera nominación y, para mí, por mi profesión, la más importante: el Químico Domingo Giribaldo, Decano de la Facultad de Química entre 1938 y 1941. Don Domingo Giribaldo, ilustre ciudadano de la ciudad de Pando, estudió nada menos que con Marie Curie, en sus clases de física en la Universidad de París, inmediatamente después de que hubiera recibido su segundo premio Nobel. Poteriormente estudió en Alemania, tomando clases con Walther Nernst (también premio Nobel, en 1920) en el Instituto de Química-Física de la Universidad de Berlín. Este instituto ya no existe, pero se tomó como base para la edificación del Instituto de Química, primero parte de la Facultad de Medicina y luego germen de la actual Facultad de Química. También estudio luego en el Laboratorio de Electroquímica de la Escuela Técnica Superior de Charlottenburg, con Franz Fischer (el creador del famoso proceso de Fischer-Tropsh). Vuelto a Montevideo fue el Director del Instituto de Química y en el lugar que ocupaba la Dirección se creo (mucho más tarde) la Cátedra de Química Cuántica y Espectroscopía dirigida por el Prof. Dr. Ing. Quím. Ramón Sosa, quien introdujo la Química Cuántica en Uruguay luego de sus estudios en Italia. Ahí fue donde me eduqué yo, lo que justifica el cariño que le tengo. Citando Wikipedia:
«Y a tal grado llegó su nivel de profundización en el tema, que luego de sus estudios en Alemania, crearía el llamado método de electrólisis con celda de diafragma que patentará en Berlín. De regreso a Uruguay, y en condiciones casi domésticas, Giribaldo comenzó a diseñar un complejo proceso para obtener hipoclorito de sodio, logrando producirlo por primera vez en América del Sur en 1925. Este suceso convertirá a Uruguay en el primer país del continente en erradicar el cólera y el tifus, marcando además un mojón decisivo en la ciencia uruguaya.»
Domingo Giribaldo fue el fundador de la empresa pionera en química industrial Efice (que sigue funcionando hasta nuestros días) y fue nominado en 1949, entre otros, por Juan F. Saredo, otro histórico profesor de la Facultad de Química, Juan Chiarino y María Mercedes R. R. de Menafra. Ese año, lamentablemente, el premio lo ganó William F. Giauque, por experimentos a muy baja temperatura que confirmaron la tercera ley de la termodinámica.
Al presente, 77 países tienen premios Nobel, desde Alemania a Yemen. Uruguay no figura aún en esa lista, aunque alguna vez anduvimos pegándole cerca.
Es una tarea pendiente.