Grandes sorpresas trae el ingreso a la recta final rumbo al balotaje del próximo domingo 30, en el que Bolsonaro buscará la reelección enfrentando a un candidato arropado por un compacto bloque compuesto por los principales medios de comunicación, las encuestadoras más citadas por esos medios, y la propia justicia electoral, que en una decisión que mereció destaque en el propio The New York Times, prohibió que en los medios y redes sociales Lula sea llamado de «ex presidiario», a pesar de haber pasado más de 500 días en prisión cumpliendo pena por delitos de corrupción.
A menos de dos puntos porcentuales de obtener la victoria en primera vuelta, haciendo innecesario el balotaje, Lula se encuentra hoy en un escenario que los medios ya empiezan a definir como de «empate técnico», aunque la ventaja que Bolsonaro está obteniendo en Minas Gerais, el segundo colegio electoral del país, que le había sido adverso el pasado 2 de octubre, hace presagiar que ese «empate» terminará transformándose en un triunfo de Bolsonaro.
Este cambio de escenario no debería sorprender a nuestros lectores, que en los últimos días han ido recibiendo desde nuestras redes sociales las noticias y análisis que hacían presagiar este cambio de tendencia, prácticamente ha sido ignorado en la prensa uruguaya, que insiste con las encuestas de Datafolha, pese a haber sido la que más se alejó del resultado electoral de la primera vuelta.
Como reflejo de una visión ideologizada, donde a priori los «buenos» y los «malos» ya tienen su lugar asignado en el escenario, los últimos movimientos han escapado al radar de esos medios, cuya máxima contribución parece haber sido sumar a los 48 puntos de la primera vuelta e Lula, los 9 puntos que sumaron los candidatos Ciro Gomes y Simone Tebet, despreciando el poder poder político y electoral de los gobernadores de los dos estados con mayor número de votantes (San Pablo y Minas Gerais), que pese a no pertenecer al partido de Bolsonaro, ya anunciaron su apoyo al actual presidente para la elección del domingo 30.
Otro detalle pasado por alto en esos análisis es la razón última del voto en una segunda vuelta, donde se suele votar «en contra de» luego de haber votado «a favor de» en la primera vuelta. Desde esta visión, el índice de rechazo a los candidatos pasa a tener un valor más importante que el índice de aprobación o apoyo. De haberse detenido en este aspecto, el rechazo a Lula por su pasado delictivo vinculado a hechos de corrupción, incluso entre votantes de izquierda reacios a Bolsonaro, era un impedimento importante para sumar a la mayoría de los votantes de Simone y Ciro.
La importancia de esta cuestión ha quedado demostrada por la decisión del Supremo Tribunal Electoral, controlado por un hombre afín a Lula, de prohibir el uso de expresiones como «ex presidiario» y «jefe de una organización criminal» para referirse a Lula en medios de comunicación y redes sociales.
Finalmente, el incremento de ayuda sociales a sectores más desfavorecidos, concentrados en zonas donde la votación en favor de Lula ha sido aplastante, ha mejorado la intención de voto de Bolsonaro allí donde, como en el empobrecido nordeste, había sufrido severas derrotas en la primera vuelta.
Por último, las marchas y contramarchas de Lula entre los votantes evangélicos, entre los cuales temas como el aborto y la ideología de género tienen un rechazo frontal, ha permitido a Bolonaro ampliar su base electoral en un sector de votantes que puede llegar a ser decisivo el próximo domingo.
El cúmulo de estos factores ha contribuido en forma decisiva para equilibrar las posibilidades de ambos candidatos, en una elección que será muy reñida, pero en la que el favoritismo de Lula se ha ido esfumando con el correr de los días.