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Contraviento

El merecido desempleo juvenil

14 febrero, 2023

Escribe Dardo Gasparré

Una semana atrás el país fue sorprendido por una desagradable noticia: la cifra de desocupación de los jóvenes era significativamente mala, triste récord en la región.

Lo que no se entiende es el porqué de la sorpresa. Uruguay ha hecho un consistente esfuerzo en disminuir la calidad de su educación. Sea por facilismo de los educandos, de sus padres, de los gobiernos, de la oposición, de las eternas declamaciones inoperantes sobre la necesidad de una política de estado, del accionar de sus gremios docentes, mayoritariamente trotskistas como en el resto del mundo, más allá de que lo nieguen o adopten otros rótulos.

La educación de excelencia que fuera con todo derecho motivo de orgullo y progreso, de creación de oportunidades y símbolo de acceso a mejores condiciones económicas, sociales y hasta espirituales, ha sido reducida a una obligatoriedad formal teórica tanto para quienes aprenden como para quienes imparten la enseñanza.

La mentira de que la educación y el conocimiento no sirven

Bajo la falsa excusa, (y es eso, una excusa sin correlato en la realidad) de que tal ascenso en todos los órdenes no se logra con la formación escolar, liceal o académica, la educación es hoy reputada como una formalidad, un obstáculo, una mochila, casi una pérdida de tiempo.  A ello se agregan los argumentos vacíos sobre la necesidad de evitar estigmatizaciones, de la tolerancia, del miedo inducido a la discriminación que supuestamente implican las notas, del efecto de la repitencia en la deserción, de la igualdad (inexistente en cualquier aspecto de la naturaleza y de la vida) supuestamente garantizada por la ignorancia, de los supuestos derechos de los niños y los jóvenes a eludir las responsabilidades y el esfuerzo.

Y en algún lugar, aunque moleste, se agrega la cómplice tolerancia y hasta la exigencia de los padres y tutores – y de los propios alumnos – desesperados porque alguien les saque de encima la molesta responsabilidad de vivir, de cumplir con su familia y su comunidad. La cultura de la lástima y la sensibilidad tanguera.

No ha sido factor menor en este vergonzoso logro la prédica neomarxista versión woke que se ha ocupado de devaluar en lo ideológico y en la práctica el concepto mismo de la educación, y que además de no ocuparse de los temas importantes, se ha concentrado en la deformación conceptual de los alumnos y en la destrucción de todo orden moral, social, familiar y cultural en un proceso que recuerda casi milimétricamente la concepción estalinista de la acción del estado en la formación de los jóvenes.

No hay que despreciar, en esta tarea sin pausas, la acción sindical, incluida la industria del juicio, dedicada a ahuyentar todo tipo de oportunidad laboral, radicación, apertura comercial o el mínimo atisbo de competencia que perjudiquen los intereses de sus líderes. Tratando de ser benévolos al juzgar intenciones.

Y como remate, debe recordarse la indoctrinación contra el patrón cruel y opresor, que hace que cuando alguien esté contratando a alguien tenga dudas de si no está cobijando a un futuro enemigo o saboteador o al menos a un futuro demandante a corto plazo. 

Si a esto se agrega el sesgo proteccionista de la economía, que termina en la apreciación del peso que castiga la creación de valor agregado, sobre la que tanto se ha advertido aqui, los resultados no son sorpresivos.

La sensibilidad en vez del rendimiento y el compromiso

Es obvio que el individuo así fragilizado y sin oportunidades, será cliente, mendigo y esclavo del estado, al que necesitará para subsistir como los siervos del feudalismo necesitaban la protección del señor feudal.  La Renta Universal que tanto defendió el socialista Thomas Piketty no es nada más que la materialización de ese servilismo. Una versión más disimulada de ese concepto es el empleo estatal o en una empresa del estado – la misma cosa – mecanismos de sumisión e ineficiencia que alguien pagará vía algún impuesto nuevo a crearse.

Para lograr esa dependencia, es imprescindible asegurarse de que el individuo carezca de todo recurso para autosostenerse, porque eso pondría en peligro la concepción mafiosa del miedo y la debilidad, imprescindibles para dominarlo y someterlo. Y por supuesto, privaría a la Nueva Clase burocrática política de su mayor herramienta, que es la promesa, imposible de cumplir, de repartir bienestar, seguridad, justicia e igualdad.

Influye en ese dudoso logro no solamente la prédica local, sino una tendencia mundial cada vez más ridícula, absurda, inconsistente y lejana de la demostración por la evidencia empírica, pero cada vez más aceptada, probablemente porque, como en el feudalismo, está siempre apoyada en el miedo y la inseguridad personal. No hay que bucear demasiado para encontrar verdaderos desatinos sostenidos por gobernantes, países y entidades con dirigentes políticos de cara circunspecta y muchas veces frondoso prontuario.

Ganarás el pan con el sudor ajeno

Además de la necesidad imperiosa que tienen los jóvenes orientales de estar formados para enfrentar un futuro necesariamente cambiante, (Toffler sostenía ya en los 90, que quienes antes cambiaban 3 ó 4 veces de trabajo en su vida ahora cambiarían 3 ó 4 veces, pero de profesión) el tipo de actividad disponible para este medio lo requiere imperiosamente. La competitividad y versatilidad que hace falta no se logra reclutando jóvenes que fingen saber y que preguntan impacientes en su entrevista laboral cuántos días de vacaciones le tocan, o atienden displicentemente su celular, o preguntan por sus perquisites. Por supuesto hay que ser valiente para no contratarlos, ya que cualquier exigencia se considera abusiva.

Para colmos, no existe hoy el pulmón laboral que significaba Argentina para la juventud oriental en el pasado, perforado por la misma clase de pandemia que aquí se describe.

Importantes empresas americanas e internacionales, Twitter, Goldman Sachs, Amazon, Apple, Google, están descubriendo que este tipo de empleados no tienen utilidad alguna, al contrario, son una rémora que impide el desarrollo y la innovación. Es de esperar que esa práctica continúe, por el bien del consumidor universal, como mínimo. Causa terror pánico pensar en una sociedad mundial en manos de incapaces que se creen capaces.

Por eso, para Uruguay, estos jóvenes así deformados, no ya en su condición de factores económicos sino en su concepción de vida, son gastos-impuestos-deuda-inflación futuros. Por más que se premie a sus padres con una asignación por hijo como si estuvieran criando a auténticos patriotas y salvadores de la economía.

Las empresas que gozan de favores y prebendas del estado, o se asocian espuriamente con sus funcionarios, necesitan tal vez llenar sus plantillas con inútiles todo terreno. Las otras no. Las otras pagan un duro precio si contratan incompetentes. Como ocurre con el Estado. O sea, lo paga usted. Porque el sueldo, en condiciones de inutilidad, es meramente una coima para conseguir votos y apoyo.

Hay un punto más contundente que el económico. Que por supuesto se oculta:  la educación es lo más parecido a la libertad que se pueda concebir. Y eso es lo que está bajo amenaza.