por Oscar N. Ventura
A los humanos nos gustan los ordenamientos (los «rankings»). Cuántas copas tiene un equipo de fútbol más que otro. Cuántos proyectos presenta un parlamentario más que otros. Cuán grande es el PIB de un país respecto al otro, cuán baja la pobreza, cuán alta la inflación, etc. etc.
Bueno, hete aquí que a los científicos también. Pero ¿qué es lo que le podemos medir a un científico para ordenarlo? Podemos fijarnos en cuánto dinero recibe para proyectos de investigación. Pero eso puede estar influido por la temática, la simpatía, e incluso las conexiones académicas y políticas. Podemos fijarnos en su popularidad, pero, de nuevo, eso puede depender de cuestiones extraacadémicas. Podemos ver sus premios, pero hay muchísimos más científicos que premiados. Lo cual nos lleva a que lo mejor que podemos hacer es mirar su producción científica.
Un verdadero científico hace ciencia y la comunica. Es importante tanto lo primero como lo segundo. Hay científicos que empiezan haciendo ciencia y terminan siendo gerentes de grupos de investigación, una especie de patrones de estancia de la ciencia. Y otros que hacen buena ciencia, pero no hacen escuela, no comunican y no contribuyen demasiado al edificio de la disciplina. Son sabios ermitaños, cuyo trabajo suele redescubrirse más adelante por gente más «sociable».
La forma en que los científicos se hacen su propio nicho en las distintas disciplinas es la publicación científica. Pero no alcanza con publicar, que ya es un paso importante, porque hay que vencer la competencia de otros miles de científicos que buscan publicar en las revistas más exitosas que, obviamente, no publican todo lo que reciben (algunas sólo 1 de cada 10 artículos que se les envía). Pasado ese filtro, habiendo sido publicado, es necesario que lo que uno publicó le sirva a otro, que ponga argamasa sobre ese ladrillo y ponga otro ladrillo más. Por eso es fundamental la cita bibliográfica, el que otros científicos refieran lo bueno (o malo) que han encontrado en las publicaciones de uno y así se vayan acumulando citas que contribuyen al prestigio del científico. Normalmente existen sitios (como scholar.google.com) que recogen las publicaciones de los autores y el número de citas de cada uno de ellos, además de otra información pertinente.
Existen muchas formas de medir esto (llamadas métricas bibliográficas), cada una de ellas con ventajas y desventajas. Uno de los métodos más populares es conocido como el índice h, propuesto por J. E. Hirsch, que es un número muy fácil de definir: es el número de artículos h que han tenido al menos h citas (véase la gráfica adjunta). Esta métrica, como prácticamente todas, tiene muchas críticas (Jacso, Thelwall & Kousha, Bar-Ilan, etc.) pero es relativamente consistente, si se normaliza por áreas, dado que la cultura de la cita es diferente, por decir algo, en matemática, en historia, biología o economía).
Desde 2014 existe un ranking anual de científicos en función de ese índice h normalizado (llamado D-index = h-index por disciplina) realizado por Research.com. Lo más interesante en su sitio es que permite analizar tanto por disciplina como por país. Así que podemos hacer una tabla, que se muestra abajo, donde por cada disciplina analizada se muestra la cantidad de científicos uruguayos que figuran en el ranking (por supuesto, hay un punto de corte; sólo se consideran los mejores 2.000 en el mundo para cada disciplina). Tenemos entonces que hay 10 científicos uruguayos (en la tabla suma 12 porque uno de ellos, Rafael Radi, figura en dos áreas diferentes y una de las científicas, Mercedes González, ha fallecido) que figuran entre los 2.000 mejores del mundo en sus respectivas disciplinas.
Hay varias cosas para decir sobre esta tabla. Primero, que los científicos se comparan entre sí y no entre disciplinas. Los químicos con los químicos, los matemáticos con los matemáticos, los sociólogos con los sociólogos. No cabe entonces lo de pensar que no hay figuración porque en otras disciplinas publican más o citan más. Segundo, que hay áreas enteras que no tienen ningún científico uruguayo relevante. Matemática, medicina o inmunología por citar unas pocas. Tercero, que como se ve en la tabla a continuación, no figura ningún científico de otra universidad que no sea la Universidad de la República. En investigación llevamos por lejos la delantera respecto a otras universidades uruguayas. Y cuarto, que pese a lo que podría pensarse, sí figura un investigador que trabaja en la actividad privada (Gadiel Seroussi) pero no en Uruguay. Tiene un cargo en la Facultad de Ingeniería de la Udelar, pero su actividad principal la desarrolló en USA e Israel.
Los mejores científicos uruguayos, entonces, por área de actividad, son los siguientes.
Los químicos vamos ganando la partida lo que obviamente me alegra mucho. También me da un baño de humildad el hecho de que yo no figuro (lo cual es completamente razonable, mi h-index es sólo 26 frente al 46 de Ana o el 104 de Rafael) pero ¡no hay que perder las esperanzas!
También se concluyen otras cosas, pero eso se lo dejo a la imaginación del lector.