
Las elecciones en el país amigo y socio definen una geografía política – no en el sentido cartográfico sino en la orientación ideológica y filosófica práctica – imposible de ignorar
Escribe: Dardo Gasparré
Tras la abrupta salida del closet de Lula – ahora patriagrandista y woke asumido – el subcontinente, en breve tal vez el continente, tiene un solo bastión capitalista: Paraguay. Si bien ya lo era, con todas las objeciones que un gobierno y un sistema que no se han destacado por su trasparencia tienen, las elecciones del domingo han vuelto a confirmar la preferencia de su sociedad por el único camino exitoso para los países menos desarrollados que se ha inventado hasta ahora, más allá de los paraísos que prometen con nuevos nombres y viejas ideas quienes han fracasado siempre en repartir la riqueza (ajena) pero han sido exitosos en repartir miseria (propia) con generosidad.
El ultimo baluarte del capitalismo
Desaparecidos Brasil y Argentina, tocados Chile, Perú y Colombia, México -disfrazado de norteamericano en manos de un delirante – la población guaraní parece por ahora conservar un dejo de sensatez que la hace comprender que, pese a todos los males que se le puede imputar, su sistema económico y social sólo puede mejorar dentro de las pautas del mercado, y en especial del mercado internacional.
En los tiempos que se avecinan en la región, léase tiempos de confiscación patrimonial y aumento de gabelas, tasas e impuestos a nivel de asalto, Paraguay asoma como ha ocurrido en muchos casos recientes, como el último refugio de quienes intentan protegerse del socialismo pobrista que reparte derechos que no puede satisfacer y dinero que sólo produce inflación.
El inmediato comentario que esta aseveración producirá es seguramente “¿y Uruguay?”. Uruguay podría ser en muchos aspectos una alternativa, si en serio fuera capitalista, para decirlo con todas las letras. El modelo aplicado por el Frente Amplio durante sus quince años de gobierno y aún su influencia remanente vía PIT-CNT en la actualidad, es de ordeñe del sistema capitalista. O sea, es la variante encontrada por el comunismo-socialismo o como se le quiera apodar cuando comprendió que era incapaz de producir nada, y que entonces debía usar hasta su agotamiento a las empresas privadas y cobrarles carísimo su vocación de riesgo.
Esta columna, a través de varios medios, durante ocho años, ha tenido siempre un único propósito: evitar que a Uruguay le ocurra lo mismo que a Argentina, o peor, dado que su fragilidad en muchos aspectos lo torna tremendamente débil. Pero siempre ha chocado contras la cómoda creencia de que el oriental es atípico y de que esta sociedad no sufrirá lo que sufren otras, vaya a saber por obra y gracia de quién.
Dejando de lado esa idea algo determinista, justamente propia de autoritarismos ideológicos innombrables, hay que empezar por reiterar una y otra vez que lo que le ocurre a Argentina, no es culpa de Cristina Kirchner, ni del kirchnerismo, ni aun del peronismo ni de la estupidez colectiva, ni de la soberbia porteña, por más real, grave y nocivo que fuere todo ello. Es simplemente la resultante de aplicar medidas y tomar decisiones, bajo cualquier ideología, que inexorablemente conducen al desastre. Asusta ver lo cerca que está Uruguay de vivir la misma o peor situación que el vecino país en desgracia.
Basta con analizar cinco o seis puntos centrales que implican un riesgo gravísimo a corto plazo, si no se logran neutralizar algunas amenazas de fondo que en su defecto tendrán un correlato económico-social casi fulminante.
La imposible democracia del wokismo
La primera de todas es la creencia de que no hay posibilidad de un regreso electoral del Frente Amplio y su socialismo y la convicción adicional de que aunque éste volviera a tomar el poder se comportaría con una cierta reflexión y con un sentido de consenso y responsabilidad, como pudo haber ocurrido en mandatos previos.
Ambas esperanzas son sólo eso: esperanzas. No distintas a las del macrismo argentino cuando clamaba “no vuelven más”, ante cada observación similar, como ya se ha dicho aquí. Basta recordar el penoso y acezante triunfo bandera verde en el referéndum de la LUC para entender que sin importar ni el contenido ni la calidad de la argumentación, la sociedad está dividida en dos sectores de votantes con caudales similares. Uruguay puede pasar a ser socialista declarado en un día.
Nada más que esa simple realidad bastaría para tomar la fundamental elección sobre a qué país confiar los bienes, patrimonios, ahorros o producidos de toda una vida. Ese concepto de provisionalidad es gravísimo en las decisiones de inversión y de radicación en serio. (Exclúyase a los ladrones públicos de esta cláusula)
Igual análisis vale para la idea de un frenteamplismo democrático, contemporizador, de diálogo amigo entre veteranos de la política. La nueva versión woke del comunismo-socialismo-socialdemocracia-democraciacristiana-doctrina-social-equidad-igualdad-de-todo-derechos-infinitos-Gini-cero-felicidad-en-la-pobreza, o cualquier otro apodo, por las dudas, con la excusa de la democracia directa a mano alzada, sin republicanismo y sin controles, no se parece al pasado en ninguna parte del mundo, tampoco en Uruguay, por distinto que fuera.
Reforma de vuelo corto. Gasto de largo plazo
Ahora se puede avanzar sobre algunos aspectos concretos. Empezando por la reforma del sistema de seguridad social. La columna se apresura a afirmar que está conteste con que se aggiorne la ley, la edad de retiro, y los cambios que se han legislado. No es ese el punto. El punto es que en vez de ser una ley que dure medio siglo, será cambiada con un plebiscito en menos de dos años. Y no sólo se perderá la votación, sino que será una bandera de triunfo para el partido ahora conducido por el PIT-CNT. También algo dicho hace al menos un año por esta columna. Y no harán falta muchos argumentos: basta un cartel que rece: “la reforma jubilatoria te perjudica”. Invierta a su propio riesgo.
Ni siquiera hace falta que se apruebe una disposición legal aumentando impuestos. Basta con que se aumente el gasto. El impuesto se produce como consecuencia de ello. O la inflación que es lo mismo, pero peor. Y esa es la política central de la oposición. Aumentar el gasto con cualquier motivo. El resto se da por añadidura.
Dentro de la discusión sobre este tema – que además parte del error de los supuestos liberales-capitalistas de mezclar retiros con subsidios diversos que nada tienen que ver con la jubilación, lo que preanuncia un fracaso en el análisis siempre y en todo lugar – se comete el desatino de decir que el problema se debe a que hace falta más gente. ¿Alguien puede explicar qué haría para conseguirle trabajo a medio millón de orientales más, por ejemplo? La teoría de que toda demanda produce su propia oferta y viceversa vale para un mercado laboral desregulado y super flexible. Los economistas capitalistas locales deben esa materia. Pero se afirma esa grave barbaridad con naturalidad y elegancia.
El desempleo inflacionario
Otra amenaza que estallará en breve, a la que se agrega el punto siguiente. La combinación del sistema que ajusta por la inflación pasada todos los costos internos y hasta da preferencia a los empleados del estado, que ganan más que los privados, es un torpedo con retardo que estallará bajo la línea de flotación del crecimiento. La circunstancia de una inflación mundial ha encubierto el aumento de costos local, que tiene un destino fatal. Unido a la apreciación del peso por el proteccionismo suicida y las prebendas importadoras, más el monopolio de facto del estado en áreas clave, garantiza una desaparición a corto plazo de la exportación de valor agregado, y correlativamente del empleo.
El gobierno prefiere ignorar esos desajustes fatales y concentrarse en la seriedad de la gestión presupuestaria, que es notoria, pero no corrige los temas de fondo. ¿Cómo enfocará el problema el gobierno gremial del FA?: con más impuestos. Muchos más. Y cuando aumenten las demandas, más todavía. Y menos libertad.
Esos pocos puntos centrales no tienen respuesta ni solución. La realidad es que ni siquiera son vistos como problemas por la sociedad, no sólo por el gobierno. Y ese es el verdadero problema de fondo. Como en muchos casos, hasta se ven como virtuosos, pero cuando estallen será tarde.La respuesta a estos planteos es que el Frente Amplio cree que ha encontrado la manera de aplicar impuestos que no afectan la productividad, ni la inversión, ni el empleo, y que no enojan al agro, al contrario lo ponen del lado de los recaudadores. Argumento falso porque intenta confiscar ahorros y patrimonios y de resultados insuficientes. Pero suficientemente fuertes como para pensar mejor toda inversión o radicación. A menos que se puedan conseguir contratos tan buenos y con tantas exoneraciones y concesiones como los de UPM, claro.
Paraguay es la última frontera. Es cuestión de saber elegir de qué lado de la línea limítrofe ponerse.