“En tiempos de paz, el belicoso guerrea consigo mismo” Friedich Nietzsche
Por Jorge Martínez Jorge
En los tiempos turbulentos de la España de “los indignados” , con la estrella del sesenta-y-ochesco Pablo Iglesias poniendo en jaque el status quo político, el supuesto activista social pregonaba por plazas y teles una frase convertida en mantra, que rezaba más o menos como “…yo no quiero ninguna dictadura; lo que quiero es que los niños no tengan que buscar comida en los cubos de basura de los hoteles cinco estrellas…” , donde Iglesias, típico leninista ortodoxo, aplica lo del título, la sinécdoque, al pie de la letra: presenta a la parte como el todo y a la anécdota como categoría.
La realidad es que, en España, aún en plena crisis muy pocos, por no decir ningún niño, rebuscaba comida en cubos de basura, por no mencionar que menos de uno de cada diez hoteles lo eran de cinco estrellas.
La sinécdoque (tropo consistente en extender, restringir o alterar la significación de las palabras, tomando el todo por la parte, o viceversa; el género por la especie, o, al contrario; la materia por la cosa formada de ella, etc.; v. gr.: Mil almas, por mil personas) es el alma del leninismo según la definición del historiador Stéphane Courtois en su ensayo “Lenin, el inventor del totalitarismo”.
En su relectura de la (casi) infinita obra de Lenin –compuesta más de notas que hojas, más de artículos que libros– Courtois encuentra la clave del razonamiento leninista, inspirado en los escritos de Engels (que sirvieron a Marx en su teoría del empobrecimiento creciente -e inevitable- de la clase obrera) en donde, basado en arbitrarias extrapolaciones camufladas detrás de profusas e indemostrables estadísticas, convierte a los campesinos en obreros, a los pobres en medio ricos y a los proletarios libres en siervos.
Un siglo después lo mismo hace Iglesias, porque en materia del dogma marxista-leninista y en la dialéctica y retórica de las que se sirve, poco o nada ha cambiado hasta hoy día.
Aguas van
Impregnados por el concepto de progreso tan caro a nuestra civilización occidental, tendemos a pensar que el mundo evoluciona de manera permanente y siempre en un sentido positivo. Pues no, no siempre.
De la época colonial proviene la vocación aguas van para designar, en los usos y costumbres de las ciudades, el aviso a voz en cuello proferido desde dentro de la casa, antes de lanzar por la ventana el contenido de las bacinillas nocturnas. Aguas negras, se entiende.
El no cumplimiento de ese aviso previo, que podía acarrear al peatón que acertara a pasar por debajo en ese preciso momento verse expuesto a una indeseada lluvia, era pasible de multas considerándose tal conducta como una falta al buen orden ciudadano.
Pasados tres o cuatro siglos, contradiciendo ese concepto de progreso en sentido positivo, se perdió la costumbre de avisar de manera previa antes de lanzar aguas negras, tanto en el sentido literal como el metafórico.
Es lo que hizo el Sindicato de OSE, con la complicidad y/o apoyo del Frente Amplio, recurriendo al auxilio de la Internacional, en la persona del exdiputado podemita Pedro Arrojo-Agudo -devenido Relator Especial de la ONU para el Agua, gracias ¡oh sorpresa! a los buenos oficios de Pablo Iglesias- en la guerra no declarada contra el gobierno uruguayo por la crisis hídrica.
Un caso paradigmático
El pasado 18 de julio, en plena controversia luego de conocido el Informe “El uso del agua para consumo humano debe estar por encima de cualquier uso industrial”, escribimos una nota para Contraviento.uy (https://contraviento.uy/2023/07/18/las-aguas-de-la-onu-bajan-turbias/ ) en la que no sólo nos referíamos al contenido de dicho informe, sino también, y fundamentalmente, al origen de un documento que aparecía como sospechosamente extemporáneo y carente de toda práctica de buenas costumbres en el relacionamiento de la ONU con sus estados miembros.
En esa nota consignamos el dato del relacionamiento directo del Sindicato de OSE con el camarada Arrojo, a quien anteriormente se le había solicitado, por parte de la jefe de Cooperación Internacional del ente Adriana Marquisio, una carta para terciar en una posible “privatización”. Dijimos allí que, quien pide una carta y la obtiene, luego bien puede pedir un informe, sospechando que el informe tenía todo menos espontaneidad, no obedecía a ningún estudio que se estuviera realizando en el país y aparecía, claro está, como un convidado de piedra en la controversia entre gobierno y sindicato.
Pasados los días, fue el propio Relator Arrojo -entrevistado desde Montevideo por el periodista Pablo Londinsky- quien confirmó que había mantenido contactos directos con FFOSE que originaron el informe.
Quedó entonces plenamente demostrada la intencionalidad política del supuesto informe técnico, lo que explica el coro periodístico internacional que integra la claque massmedia de la ONU.
Dicho esto, es a otro aspecto del informe al que nos queremos referir, el del uso de la sinécdoque -de cuño leninista e hija dilecta del materialismo dialéctico prohijado por el tándem Engels-Marx- para su elaboración y posterior difusión. Veámoslo.
La sinécdoque del Relator
Efectivamente, en la fecha del informe, 13 de julio, EN Uruguay había una crisis en el suministro de agua dulce potable para consumo humano, que afectaba a la zona metropolitana de Montevideo y Canelones.
Desde el inicio mismo, el libelo del Relator Especial Arrojo hace gala de un uso excelso de la sinécdoque, cuando afirma que un considerable aumento en los niveles de salinidad está afectando la calidad del agua potable en Uruguay, afectando a más del 60 por ciento de su población.
Solamente referido a este párrafo, el cual originó la casi totalidad de los artículos de prensa internacionales, se advierte el uso del recurso, toda vez que alude al todo (Uruguay) cuando se refiere al 60% de la población radicada en la zona afectada, Montevideo y Canelones.
Cuando alude a que, con su exhortación al consumo de agua embotellada, el Estado crea el riesgo de privatización de facto del agua para el consumo humano, obligando a la población a comprar agua, el relator recurre no a la sinécdoque, sino a una hermana, la metonimia. En efecto, desde sus dominios europeístas, el arrojado podemita induce al error que consiste en designar una cosa con el nombre de otra con la que existe una relación de contigüidad espacial, temporal o lógica por la que se designa el efecto con el nombre de la causa. Ese “error” inducido por la retórica de Arrojo, consiste en confundir al lector mezclando en un solo párrafo conceptos diversos con significados diferentes.
Lo que el Relator debe (o puede) reclamar es el cumplimiento de la obligación del Estado de proporcionar el acceso a toda la población de agua suficiente y de calidad para solventar sus necesidades básicas. Punto.
Esa exigencia, no implica en modo alguno, que el Estado la provea directamente, menos aún de forma gratuita. El cómo, mediante quién, a qué precio, con qué prioridades, son todos aspectos estrictamente internos, materia de gobierno sometido al control legislativo y judicial, bajo mandato constitucional.
Para mostrar el uso perverso que hacen los hijos de Lenin de estas figuras retóricas, ambos ejemplos alcanzan y bastan.
Para demostrar la falsedad del informe a la carta, basta remitirse a lo expresado por la propia ONU por boca de su representante en Uruguay, desautorizando al operador podemita.
Una conclusión y una recomendación
De este episodio podemos extraer una primera conclusión, que es que hoy día sigue tan vigente como hace un siglo atrás, la máxima leninista de que el fin justifica todos los medios utilizados para llegar a él. Si es preciso valerse de un mercenario para infligir un daño al irreconciliable enemigo de clase, pues, hágase sin demora ni pruritos. Si ese mercenario tiene vínculos y es financiado por organizaciones de fachada de un delincuente internacional, condenado en Italia -y perseguido judicial en otros varios países- por delitos contra la salud pública en su condición de «Rey del amianto», y los «contratantes» lo saben, entonces no cabe duda que cualquier medio, pero cualquiera, es válido para ese fin.
No piense el lector que este ha sido un caso aislado. Todo lo contrario. Fue, lo es y seguramente seguirá siendo, el modus operandi de la izquierda en todos los ámbitos, político, sindical, cultural, y allí donde sea posible desarrollar su propio relato.
Invito al lector a que haga el ejercicio. Basta hacer un recorrido por notas de prensa, declaraciones y artículos, para que en un somero análisis encontremos los cangrejos bajo la piedra.
Menudo trabajo.