Por Graziano Pascale
El paso dado esta semana por el Comité Ejecutivo del Partido Colorado en favor de la creación del lema «Coalición Republicana» para participar en las elecciones departamentales del 2025, tiene una enorme trascendencia política, cuya magnitud habrá de verse en los próximos meses.
Aunque la decisión tomada no implica aún la comparecencia de la Coalición bajo un lema único en la próxima elección nacional, es obvio que ese será el camino inexorable, independientemente del resultado de los comicios del 2024.
Una victoria del Frente Amplio no haría más que acelerar ese proceso, aunque la retención del gobierno tampoco la podrá retrasar, si es que los partidos miembros hacen una lectura correcta de lo sucedido durante el gobierno de Lacalle Pou.
Como hemos dicho en otras columnas sobre este tema, la dinámica de una coalición de gobierno integrada por partidos diferentes obliga a que sus miembros sean socios y rivales al mismo tiempo, ya que las necesidades electorales obligan a mantener un perfil propio para evitar la hegemonía de un único partido, lo cual significaría la muerte de la propia Coalición.
No hay forma de escapar a esta «ley de hierro» si no es a través de la formación de un lema común, una especie de «partido de la Coalición» pars entendernos mejor. La otra posibilidad es avanzar hacia un sistema de gobierno de tipo parlamentario, en el que las coaliciones son circunstanciales, y responden a las realidades electorales del momento.
Lo que es meridianamente claro es que este «coalición multicolor» no tiene una perspectiva de largo aliento fuera de las dos posibilidades señaladas.
Una obligación con los votantes
Quienes se oponen al lema común a nivel nacional repiten hoy los mismos argumentos por los cuales se oponían al lema común a nivel departamental. La realidad loa terminó convenciendo, al punto de que en Montevideo ya ensayaron dos experimentos fallidos: el de la Concertación en el 2015, y el del Partido Independiente en el 2020.
Ambas experiencias fueron fallidas porque no se basaron en una visión de largo plazo, sino en una mera alianza electoral forzada por las circunstancias, que no supo transmitir el entusiasmo y la convicción para un cambio político en Montevideo.
La decisión tomada esta semana por el Partido Colorado, que seguramente será seguida por los otros partidos de la Coalición que ya vienen tratando el tema al más alto nivel, implica un paso más osado que los anteriores, porque trasciende las fronteras de Montevideo, y apunta a otros departamentos en los que la elección departamental es más competitiva con el Frente Amplio.
Este paso se da en el sentido correcto, y no tiene retorno. El lema común, que en principio funcionaría en Montevideo, Canelones, Rocha, Salto y Paysandú, según ha trascendido, generaría una dinámica de mutua cooperación para alcanzar el objetivo común, sin obligar a sus miembros a competir porque debilitaría el propio instrumento y el objetivo perseguido.
Las encuestas de intención de voto a nivel nacional conocidas hasta el momento hacen presagiar una campaña muy reñida para el 2024, en la que se hará sentir con fuerza la «influencia directriz» de la Presidencia de la República, ya que los dos candidatos que ocupan los primeros lugares en la intención de voto del Partido Nacional han surgido del entorno más cercano del Presidente de la República.
Es lógico presumir que eso alentará suspicacias en el resto de los partidos, ya que la elección interna del próximo año, por carecer de un lema común, otorga una gran ventaja a los candidatos del partido mayoritario.
El sistema de doble vuelta electoral otorga un poder decisivo a las minorías. En la jerga de los politólogos se conoce este fenómeno como «el tercero excluido», que termina funcionando como un árbitro en el balotaje.
Visto desde esta perspectiva, los partidos menores de la Coalición Republicana, en el marco de una elección muy polarizada y reñida, pueden inclinar la balanza en un sentido contrario al que a priori podría esperarse.
Un político brasileño ya desaparecido solía decir, refiriéndose a las reglas no escritas del oficio, que «en política lo único incierto de la traición es la fecha».
En ausencia del antídoto contra ese veneno, lo mejor que puede hacerse es mejorar la cooperación entre socios y aliados, para que la recompensa de la «traición» sea tan baja que no valga la pena.