Por Silvio Moreira
Conversaciones en el jardín de los cerezos, a la hora en que la clepsidra deja caer pequeños chorros de agua fresca sobre la flor de loto del estanque.
-Maestro Po, ¿Cómo puedo mejorar mi canto ritual kung-fu?
-El camino es lento, Pequeño Saltamontes; debes tener una enorme disciplina, conocer todos los secretos de tu garganta, y por encima de todo, llegar a dominar la fortuna simbólica que todo cantor de kung-fu debe obtener. Con ese dominio, tu voz podrá llegar a los confines del universo, y con su potencia podrás cortar la cabeza del dragón.
-No comprendo tus palabras, maestro Po, más las sé llenas de sabiduría. Explícame.
-Para amasar tu fortuna simbólica, deberás comenzar por peregrinar, en el final de la primavera, a las penumbrosas cumbres de los montes Huh, y llegado ahí, en absoluta soledad, cantar todo tu repertorio, para luego traer bajo un solo brazo todo el bambú que puedas cortar. Ve y hazlo.
(5 meses después)
-¡Maestro Po! ¡Aquí deposito a vuestros pies todo el bambú que pude cortar siguiendo al pie de la letra tus instrucciones! He cantado en absoluta soledad, y luego cortado todo el bambú que pude. Son 70 varas las que traje debajo de mi brazo.
-Pequeño Saltamontes, ahora repetirás tu periplo pero esta vez a los humedales de la planicie de Lih, temida por sus rastreros animales ponzoñosos. Ve, canta tu repertorio y corta ese bambú.
(8 meses más tarde)
–¡Maestro Po! ¡Pude cortar bastante pero me demoré porque las serpientes al oírme se precipitaron sobre mis piernas! He podido traeros 120 varas de bambú.
-Me satisface tu firmeza y devoción, Pequeño Saltamontes. Para finalizar tu viaje simbólico, deberás traer una vez más todas las varas de bambú que puedas sostener debajo de un brazo solo, luego de cantar tu repertorio esta vez de las pantanosas costas del Lago Shin, infectadas de insectos malignos.
(un año más tarde)
-¡Maestro Po! ¡Maestro Po! ¿Me reconoce? ¡Soy Pequeño Saltamontes! ¡Las picaduras y enfermedades producidas por los insectos me han deformado completamente, pero aún así he podido traeros lo que me habíais pedido! ¡Demoré mucho en poder cantar mi repertorio! ¡Maestro Po, estuve meses enfermo, pero al final dejo aquí a tus pies estas 22 varas de bambú, que fueron las que pude traer!
-¡Has llegado a la meta, Pequeño Saltamontes! ¡Te nombro Director del Teatro del Monasterio y tendrás el poder de cortar, con tu sola voz, la garganta del Dragón!
-Me siento agradecido y orgulloso, Maestro Po, pero no termino de entender todo el contenido simbólico de estos viajes…
-¡Queridísimo Pequeño Saltamontes! Abandonando el lenguaje simbólico y allegándonos a la realidad cotidiana, tus viajes te han hecho cantar tu repertorio delante de nadie, delante de serpientes y delante de insectos, pero tu actitud constante de esclavo sumiso también te ha dotado de doscientos doce palos. ¡Estamos hablando de doscientos doce palos, cabeza hueca!!!! – Dijo sonriendo el Maestro Po, pensando en la lista de dragones que le proporcionaría a su novel iniciado para que les cortara servilmente la cabeza, mientras la clepsidra echaba pequeños corritos de agua sobre el loto perfumado del estanque.