El peligro de los representantes de las ideologías importadas y los gobiernos y alianzas regionales supranacionales para un sistema democrático que defiende la libertad, la propiedad privada y la convivencia
La columna no es particularmente afecta a los panegíricos póstumos, pero expresa su profundo pesar por la muerte de Danilo Astori, uno de los últimos grandes baluartes de la democracia oriental, o mejor, uno de los últimos arquetipos de un estilo de político y servidor público que ya no existen en el mundo, lamentablemente.
Fue ese estilo el que llevó con justicia a Uruguay a sentirse distinto al resto del planeta, algo que está por verse si se puede sostener en la actualidad o podrá sostenerse en el futuro, con perdón de los presentes.
Una de cal
Este columnista, en varios trabajos durante los dos últimos gobiernos del Frente Amplio, se ocupó de resaltar la importancia de su influencia en la gestión económica, que no sólo preservó el prestigio uruguayo en el mundo, sino que mantuvo dentro de parámetros ortodoxos y serios la economía, sin por eso resignar los principios que lo impulsaron a fundar esa alianza.
En un encuadre universal en que el socialismo en cualquiera de sus formatos consiste en el saqueo por el estado de la propiedad privada para “repartirla” generosamente – y mientras alcance – entre los infinitos necesitados que el propio socialismo suele crear más que ningún otro sistema, Astori supo trazar un camino distinto, preservando así la seguridad jurídica del país, su crédito, su inversión, el respeto a la libertad y la propiedad privada y también evitando que el propio FA cayera en facilismos por los que hubiera pagado duro precio político, y Uruguay también.
… y una de arena
La columna, asimismo, criticó algunos de sus proyectos como senador durante la pandemia, como la idea de gravar los ahorros privados para “colaborar” al financiamiento del ensayo general de Renta Universal vía parálisis de la actividad que proponía el Frente, que además de ser un error sanitario, implicaba un bloqueo a la libertad y un inútil y costoso empobrecimiento nacional, incidentalmente demasiado parecido al apotegma marxista que se oculta tras este tipo de experimentos sociales colectivos estatistas.
Quien mejor definió esa erupción proencierro social y parálisis económica rentada fue la ácida ministra de economía del gobierno de la Coalición, cuando sostuvo que lo que el FA quería era una excusa para gastar más, simplemente. (La columna agrega: y en consecuencia para aplicar nuevos impuestos, el sueño húmedo de los sistemas de planificación central, como enseñara el inolvidable Hayek)
La encomiable gestión de Astori tuvo otro efecto: el hacer creer a la ciudadanía que el Frente Amplio era así, como él lo concebía, o que seguiría siendo siempre así, pese a la inexorable renovación a que el tiempo y la muerte obligan. Es así que muchos creen que Marcelo Abdala, Pereira, Bergara, Cosse, Orsi y todos los nuevos dirigentes y figuras principales del movimiento neomarxista (perdón si no les agrada la categorización) se comportarán del mismo modo que los antiguos líderes simbolizados aquí en Danilo.
¿Habrá otro Astori marcando el límite?
Eso tiende a otorgar una cierta comprensión, casi una resignación, ante la posibilidad de que los treinta o cuarenta mil votos que separan la libertad y la propiedad privada del estatismo confiscador y ladrón giren en el sentido opuesto al actual. Un cierto sobreentendimiento de que se respetarán las instituciones, la ortodoxia económica, la juridicidad, la propiedad privada y aún la libertad. Peligrosa creencia, en Uruguay y en todo el mundo, como muestra el ejemplo lastimoso de España, entre otros, que puede pasar de la riqueza a la miseria, del orgullo nacional a la desintegración o la guerra civil en un suspiro y sin darse cuenta, algo que hasta hace un instante parecía impensable. O puede recurrirse a la evidencia empírica argentina, que queda más cerca.
Como ya no estará el Catón del frenteamplismo – como se definiera a Astori en esta tribuna – para defender el prestigio y la seriedad de la República de la ciega ideología hoy enquistada en la tiranía de la antidemocrática y cleptómana Patria Grande, importa reflexionar sobre esta pérdida, que no tiene reemplazo, pero sí puede implicar posibles graves y sobre todo irreversibles consecuencias.