Argentina muestra cada vez con más claridad lo doloroso, difícil y costoso que es resucitar tras el populismo estatista y sus medidas voluntaristas, efectistas, irresponsables e ignorantes
La picadora de carne de candidatos y el cambio en el proyecto del nuevo gobierno no son exclusivamente fruto de la improvisación, sin perjuicio de que es muy difícil planificar cuando se es precedido por un gobierno o sistema mentiroso que oculta en las cifras y en las palabras los efectos de las barbaridades que hizo y hace.
Bajo cada piedra que se levante se encuentra un nido de gusanos, o de termitas, o de alguna clase de insecto presupuestario repugnante que cambia lo que se había imaginado hasta un minuto antes. Tampoco es cierto que haya ninguna clase de colaboración en serio en la transición. Más allá de la foto y los discursos, el kirchnerismo le ha arrojado por la cabeza el problema al nuevo presidente y se restriega las manos disfrutando de su futuro papel de opositor que indudablemente será efectista, tendrá muchas debilidades sobre las que golpear, todas cuidadosamente creadas por el kirchnerismo en especial en el último año y medio de Massa.
A ese hecho se agrega que no está resultando tan fácil resolver una ecuación que el Ejecutivo electo se plantea acertadamente: cómo empezar a crecer, cómo empezar a bajar la inflación, cómo empezar a equilibrar el presupuesto sin aumentar la pobreza ya intolerable, y sin desestimular la inversión en el intento ni provocar una corrida cambiaria o bancaria.
Coctelera de nombres
Al mismo tiempo, la futura administración busca alianzas políticas que le permitan soñar al menos con que algunas de las leyes de su ambicioso y necesario paquete de reformas y derogaciones sean aprobadas o al menos tratadas, cosa que está lejos de lograrse.
Esos cambios en la magnitud de los problemas que se van encontrando, la dificultad de conseguir crédito externo con cualquier formato que algunos imaginaron factible en algunos de sus planes – como el de la dolarización – más la decisión de Milei de aplicar un shock aunque fuera filosófico para comenzar el cambio de paradigma, más la designación en el ministerio del Interior de Guillermo Francos – un burócrata de casi nula experiencia en el mundo político, también son culpables de esa coctelera de nombres, designaciones con marcha atrás, números puestos que pasan velozmente y desaparecen como estrellas fugaces.
Tómese el caso de la presidencia de la Cámara de Diputados, cuyo titular debe ser propuesto por el Ejecutivo. Un cargo clave, acaso el más trascendente en la tarea de lograr algún acuerdo que permita conformar mayorías aunque fuere transitorias o circunstanciales. Originalmente lucía como número puesto para esa tarea Cristian Ritondo, un hombre del PRO, de larga trayectoria con actuación, conexiones, experiencia y lealtades cruzadas prácticamente con todos los partidos.
De pronto, aparece la figura de Florencio Randazzo, un kirchnerista defenestrado y sin predicamento, que se autopostula para el cargo supuestamente porque de ese modo se garantizará la adhesión de los legisladores fieles a Schiaretti. (Hay otras mil maneras de asegurarse ese apoyo del cordobés). Ningún conocedor de la política cometería el error de estar dudando entre Ritorto y Randazzo. Pero Guillermo Francos, que no es exactamente un experto en ese paño, postula al ex kirchnerista y lo sostiene.
El resultado final sólo puede ser malo o terminar con la pérdida de un cuadro de suma importancia para la gobernabilidad. Porque ¿cuánto soportará Ritondo el manoseo? ¿Y por cuánto tiempo soportará Milei a Francos?
¿Quieren perder a Bullrich?
Bullrich, que tras haber digerido su democión de candidata presidencial a casiministra de Seguridad, ahora aparece cuestionada por el propio Mauricio Macri (esto no está confirmado) y por la vanidad de la nueva vicepresidente que intenta con una visita de apuro a la Policía Federal eclipsar el indiscutible liderazgo de Patricia sobre las fuerzas de seguridad. ¿También querrán perderla?
Algo parecido ocurrió con el casipresidente del Banco Central, Emilio Ocampo, padre discutido de la versión de dolarización que vendió a Milei, paper en el que todos están de acuerdo que sirve para arreglar muchos de los problemas de la economía… pero que sólo se puede aplicar una vez que esos problemas estén resueltos. Su destino estaba escrito en los astros, como el de su también renunciante sucesor a casipresidentedelbancocentral, con ideas altamente peligrosas sobre el dinero bancario digital, de inspiración vonderleyenista, o sea socialista encubierto.
El balotaje ha acercado demasiado la fecha de la consagración del presidente con la de toma del poder. Los problemas que deja minado el kirchnerismo son dramáticos, explosivos y urgentes. El resultado también es una sorpresa, como lo fue la irrupción del Pro en favor de Milei en la segunda vuelta. Esa mezcla infernal de situaciones inesperadas se está definiendo en vivo y en directo en una especie de Gran Hermano donde todo pasa en la intimidad pero todo se conoce. No en vano hay gente aparentemente seria que pensó en Yanina Latorre como posible vocera presidencial.
Las definiciones de Milei
El futuro presidente ha dado algunas definiciones que son fuertes, disruptivas, pero al mismo tiempo imposibles de refutar o discrepar de ellas. La primera: “si no se resuelve el problema de las Leliqs no se puede seguir avanzando”. La segunda: “el enfoque es de shock, no hay tiempo que perder”. La tercera: “si no hay plata no se gasta”. La rotación y el cambio permanente de funcionarios están garantizados. El secreto estará en ver en qué funcionarios se confía y a quiénes se descarta.
El problema de las Leliqs no ha sido entendido en general, a veces aún por los propios especialistas, catedráticos y tratadistas, que se aferran a soluciones propias de las políticas de planificación central. Décadas de acostumbramiento les impiden comprender la Acción Humana como base de la economía.
Por qué se deben eliminar las Leliqs
Por qué eliminar las Leliqs? Las Leliqs, el mecanismo con el que el estado financió el déficit fiscal, garantiza la emisión creciente y como tal la inflación creciente, en una espiral hacia afuera de proyección logarítmica infinita. Su contrapartida son los plazos fijos, que necesariamente correrán la misma suerte que las Leliqs, su correlato bancario. Todo el sistema está fundido, por supuesto, y se sostiene la ficción de que ello no es así sólo mediante más emisión, ya que la tasa de interés de esa deuda del estado con los bancos y su contracara de los plazos fijos, la deuda de los bancos con los privados se paga imprimiendo más moneda. Como esa emisión implica más inflación, ello no sólo es un camino seguro a la hiperinflación, sino que también impide el levantamiento del cepo al dólar, porque la interacción combinada de ambas variables tendrá efectos impredecibles, pero necesariamente catastróficos. Por eso Milei condiciona a la solución de ese problema el avance en el resto de su programa.
Descartadas todas las ideas de hacer desaparecer el problema rescatando las Leliqs con pesos, que deben imprimirse, o con ideas que también implican el riesgo de la acción humana, como la de bajar de golpe a una cuarta parte la tasa de interés que se paga por esa deuda o por los plazos fijos, queda la desesperada alternativa de conseguir dólares para recomprar esas Letras de liquidez con dólares, a un tipo de cambio que se verá.`
Una aclaración. Técnicamente, si se bajara drásticamente la tasa de interés al 50 o 60% del 250,260% o más de hoy, hay posibilidades serias de que – en un escenario de presupuesto equilibrado no deficitario – la inflación tienda a bajar. ¿En cuánto tiempo? ¿En cuánta pobreza adicional? La opción de conseguir un préstamo en dólares y cambiarla por esa deuda en pesos, es una de las peores, éticamente, económicamente, académicamente. El problema es que no parece haber otra disponible. Las Leliqs y correlativos son un moral Hazard, pero también un chantaje.
El que consiga los dólares será ministro
La condición para elegir ministro de economía es entonces, ahora, encontrar a alguien que tenga el conocimiento, las relaciones, la expertise, o como se le quiera llamar, de conseguir 30.000 millones de dólares de préstamo para hacer el trueque o al menos para respaldar algún mecanismo parecido al que sugería Ocampo, de vender la chatarra disfrazada de papeles con valor, con alguna garantía milagrosa.
Por eso los candidatos a ministro de economía desaparecen, y aún el mismo Luis Caputo, que hasta hace 48 horas era considerado y hasta bendecido como titular de la cartera, ahora pasa a ser apenas candidato al Banco Central, o un eximio financista, como lo define Milei, o un bombero voluntario financiero, como se quiera ponerlo.
Nada de lo que se intenta hacer está mal, ni merece una crítica descalificante o una condena técnica u ortodoxa. Simplemente a veces parece que Lázaro lleva ya demasiado tiempo muerto como para querer hacerlo levantarse y andar.
La antidemocracia de la calle, especialidad peronista
Como trágicas comparsas , los ladrones de Aerolíneas Argentinas, los capangas de los planeros, ahora convertidos en sindicalistas de los que no trabajan, los cientos de miles de manifestantes a sueldo, han comenzado ya a movilizarse para atacar al nuevo gobierno, en una vieja maniobra que siempre ha usado el peronismo, de declamar democracia pero burlarse de ella, golpearla y destituir presidentes.
La amenaza de hacer caer sobre ellos la fuerza de la ley, no los detendrá. Las masas apedreadoras del peronismo no suelen razonar como individuos. Y Jorge Macri no es alguien que se jugará para hacer cumplir la ley. Más bien se refugiará en un nuevo manual de pusilanimidad muy parecido al de Rodríguez Larreta.
Tal vez para los orientales sea complicado entender la situación. Sin embargo es lo que fácil y rápidamente puede ocurrir si se da poder al populismo estatista autodenominado izquierda moderna. Y difícilmente tenga solución.
Cambiar las prácticas y las supuestas conquistas puede ser impracticable. Basta el ejemplo de lo que le ocurre al actual gobierno oriental: pese a contar con el ejecutivo, la mayoría parlamentaria y la LUC, no ha podido ni siquiera eliminar la estafa del portland estatal en manos de ANCAP, ni se ha conseguido eliminar el monopolio de la distribución de nafta, causal de la reciente huelga, ni declarar esencial las actividades evidentemente esenciales.
Como el cáncer, el estatismo socialista y populista sólo libera al enfermo cuando éste se muere. Ese es el problema al que se enfrenta Javier Milei. Y todo el país.