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Contraviento

El barco y el mar: Uruguay y su inserción internacional.

13 diciembre, 2023

El comercio es el camino de la prosperidad, el complemento de la división social e internacional del trabajo. Mientras esta permite la especialización y con ello que cada cual produzca aquello en lo que es más competitivo (relativamente eficaz y/o eficiente), aquel permite el intercambio que cierra el círculo y nos libera de ser «todólogos autosuficientes ineficientes».
En materia de comercio internacional, el «barco» de la economía uruguaya no navega por las mejores aguas. Mientras otros países con economías similares firman aceleradamente acuerdos buscando «vientos» y «corrientes» más favorables, el Uruguay «timonea» en las «aguas mansas» del Mercosur, atrapado entre los dos gigantes proteccionistas que lo flanquean: «Escila» y «Caribdis» comerciales.
Ante esta situación, surgen enconados debates: «Mercosur ¿sí o no?», «¿miembro fundador o estado asociado?», «TLC con China ¿sí o no?», en resumen: ¿Cambiamos el rumbo buscando «corrientes» más favorables o seguimos navegando exclusivamente en los mares de los últimos 30 años? La discusión sobre las aguas es sustantiva, pero… ¿Del barco no hablamos?
No importa cuán favorables sean las condiciones externas, si no tenemos un casco bien limpio que genere la menor resistencia, un velamen acorde que aproveche el viento al máximo, una tripulación entrenada para sacar el máximo del barco y los elementos, no nos moveremos a la velocidad necesaria. Lo mismo cuando el entorno se torna tormentoso: casco y arboladura resistentes, tripulación capaz, no solo permiten que se sobreviva al temporal, sino que se siga avanzando dentro de él.
A la par de tomar decisiones trascendentales en materia de inserción internacional, de poner rumbo a «mares» de mejores oportunidades y a la vez de mayor competitividad, el Uruguay debe revisar seriamente el estado de su «barco» y mejorarlo con diligencia.
El mercado laboral uruguayo es de los menos eficientes del mundo: 138 de 141 en prácticas de contratación y despido, 138 de 141 en relaciones de cooperación entre empleado y empleador, 141 de 141 en flexibilidad para fijar sueldos, 121 en 141 en relación entre pago y productividad, según el Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial, en su edición 2019. Sin una buena «tripulación» no hay barco que llegue a buen puerto.
Uruguay necesita transformar profundamente su normativa laboral si pretende atraer capital humano capacitado, inversiones, mejorar su productividad, su ingreso medio y resolver su histórico problema de desempleo.
En el plano normativo, un sinnúmero de regulaciones, tanto del gobierno central como los departamentales, asfixian a las pequeñas empresas, favorecen la creación de oligopolios o monopolios de hecho, los cuales inciden directamente en los costos de producción y de vida. A esto súmense los monopolios de derecho (estatales o privados) y el peso de la burocracia, con igual impacto negativo en la competitividad.
Otros problemas del «buque» podrían destacarse: presión impositiva/previsional/arancelaria, déficit de infraestructura, alto costo de las energías o ineficacia del sistema educativo. Todos ellos de solución propia, imprescindible y urgente, más allá del esquema de integración internacional elegido.
Para enrumbarse hacia el desarrollo, al Uruguay no le queda otra que dar un golpe de timón y salir a navegar a otros mares. Su estabilidad e institucionalidad reconocida son quizás la quilla que le permite navegar con firmeza. En materia de inserción internacional cuenta, además, con otra ventaja: el tamaño de su economía no representa una amenaza para ningún mercado relevante. Los acuerdos comerciales no se logran por contar con muchos entusiastas promotores, sino por tener la menor cantidad (y «calidad») de detractores.
Con poco «calado», el barco uruguayo puede navegar en aguas poco profundas que son para otros impensadas. Necesitamos mejorar su resistencia y maniobrabilidad, no solo para aprovechar al máximo las nuevas corrientes y vientos, sino porque, ante nuestro menor movimiento, «Escila» y «Caribdis» vendrán (en mayor o menor medida) por nosotros. De nuestra capacidad e ingenio dependerá salir victoriosos: sobran ejemplos en la Historia.
Realicemos con urgencia las reformas necesarias. Subamos el buque al varadero: a cambiar tablones podridos, calafatear, pintar, mejoremos los mástiles, las velas, los cabos, revisemos el timón, entrenemos a la tripulación y una vez listos, salgamos a navegar a todo trapo: el mundo nos espera.

Foto de Raimond Klavins en Unsplash