Saltar al contenido
Contraviento

Magritte y el “nudo uruguayo”

16 diciembre, 2023

Por Carlos Abel Olivera 

En materia de cambios necesarios, Uruguay está sobre diagnosticado. ¿Quién no sabe que el país necesita transformar su Educación, que el Estado requiere ser reformado, que las cárceles no reeducan? ¿Quién no sabe que se requiere bajar la inflación, mejorar la inserción internacional, eliminar los asentamientos irregulares? Más allá de partidos, una parte importante de la ciudadanía parece estar de acuerdo (con matices) en estos y otros temas, sin embargo, nada (o muy poco) pasa.

Cada vez que se analizan las causas de ese inmovilismo, se llega a un tronco común: los “corporativismos”. Sería ese el “freno” al “impulso” (diría Real de Azúa), el “trombo” que obstruye la vitalidad de la Nación. Sin embargo, ¿Cómo es posible que estas “corporaciones”, o mejor dicho, quienes las controlan, tengan tanto poder? ¿Cómo se entiende que la sociedad marche democráticamente por un lado y las “corporaciones” le tuerzan constantemente el brazo?

La respuesta está en el propio imaginario uruguayo y como consecuencia en su institucionalidad.

Si a alguien le preguntan qué ve en el cuadro de Magritte, dirá sin dudar “una pipa”. Sin embargo, Magritte lo deja claro: “esto no es una pipa”. Es una representación de una pipa. Así mismo, los dirigentes de un sindicato no son los “trabajadores”, ni los de una cámara son “los empresarios”, ni quienes dirigen una organización social son las “feministas”, o la “colectividad LGBT” o un largo etc.

Quienes dirigen una organización representan legítimamente solo a sus afiliados, y esto solo si se cuenta con ciertas garantías democráticas en el funcionamiento de esta, como elecciones libres y secretas con alta participación (por ejemplo). De lo contrario, los “representantes” solo se representan a sí mismos y sus intereses, o los del reducido grupo que los apoya. Sin embargo, “usan” el poder que les otorga la supuesta representatividad de sectores enteros.

A pesar de esto, los Convenios Colectivos en Uruguay (solo por poner un ejemplo) los negocian quienes dirigen las Cámaras Empresariales, con quienes dirigen el Sindicato “más representativo” del sector correspondiente. No importa si estás afiliado o no, si el sindicato tuvo elecciones democráticas o no, lo que allí se decida será vinculante para los trabajadores de esa rama en todo el país. Lo mismo pasa con los empleadores: no importa que no sean socios de la cámara de marras o que esta no tenga elecciones democráticas y participativas. Y a fin de cuentas, ¿Qué tiene que ver una gran empresa en Montevideo con una pequeñita en el interior, aunque sean de la misma industria? ¿O un empleado de esa gran empresa montevideana con uno de la segunda? Nada. Sin embargo, ambos son representados en la pintura institucional con la misma “pipa”.

Esto no solo sucede en materia laboral, sino en cada campo de actividad del país. El Uruguay, en pos de una supuesta institucionalidad, otorga un poder ilegítimo a estos “intermediarios”, poder que luego termina siendo secuestrado por los grupos más activos y organizados, que no dudan en usarlo.

Se crea así esa “rosca”, esa “oligarquía de pipas” pintadas y surrealistas, que negocian entre sí y poco tienen que ver con lo que las verdaderas “pipas” quieren y necesitan. Una oligarquía a la que no le interesa que nada cambie.

Si se pretende transformar para bien el país, el primer paso es desmantelar esos poderes, esas falsas representatividades. Si eso no se logra, cualquier esfuerzo reformista será en vano. Décadas de transformaciones fracasadas lo demuestran.

Como Gordia, Uruguay también tiene su nudo. Así como aquel prometía la conquista de Asia a quien lo desatara, el nudo charrúa promete a la República Oriental el desarrollo, si algún “Alexandros” se atreve a cortarlo.

“Esto no es una pipa” (Ceci n’est pas une pipe) serie de cuadros “La traición de las imágenes” del pintor René Magritte