Escribe Alcides Mló
El gremio de fiscales y su presidente William Rosa, creen, en clásica dinámica humana, que la institución para la que trabajan es lo más importante del mundo y él, que parece creer ser uno de sus principales dueños, lo segundo más importante.
Este fenómeno ya lo había visto el sociólogo alemán Luhmann a finales de los 70: los sistemas sociales tienden a tener la continuidad de su existencia como norte principal de toda su acción.
Esto lo tomó de la biología, analizando el trabajo del biólogo chileno Maturana en la naturaleza, y lo llamó «autopoiesis de los sistemas sociales».
Los sistemas biológicos quieren subsistir y reproducirse como pulsión central: es la autopoiesis de los sistemas vivos.
Cuando los sistemas sociales se desmadran en sus fines autopoiéticos, se llenan de personajes del tipo del fiscal Rosa, que además las apartan de sus fines iniciales, en este caso, la provisión de democrática justicia para dirimir los conflictos humanos mediante la transparente y previsible aplicación de la ley.
Hay que ser totalitario, no comprender la democracia republicana y estar en ataque de autopoiesis para salir a denunciar a la Onu, a la la amiga de Hammas, y a otras instituciones en rápido desprestigio, que en su país la prensa libre y los políticos que se oponen a su trabajo y el de los suyos, los están «atacando» y sometiendo a un insoportable acoso que los presiona en su trabajo altruista y los estresa en su vida personal. (ruido de vidrio rompiéndose)
Acá entra a jugar el tono en el que vibra la izquierda de cristal y esta generación milenial, frívola, histérica y poquito cultivada, autorreferente y despiadada.
Malas noticias fiscal Rosa: aunque ud. se cree muy listo al estar utilizando todos los recursos a mano para la obtención de sus metas, desde afuera se ve cuáles son estas metas, que con fuerza aparentan distar de ser una mejor, eficiente, transparente y justa justicia para los ciudadanos de esta patria que lo vio nacer, lo educó y le paga.
Lo que hace Ud. y el gremio que preside es poco ético, pero sobre todo es antidemocrático y totalitario ya que lo que se pretende es construir inmunidad en su entorno, y que nada ni nadie pueda criticar su pésimo trabajo que resquebraja los pilares del Estado de Derecho y tampoco su ética apátrida.
Ojo que puede ser una proyección al colectivo de cómo su generación maneja íntimamente cualquier mínima adversidad: negándola primero, quejándose siempre y ubicándola en el mal después, pero siempre huyendo, para luego atacarla mientras la denuncia reiterada, monótona, insoportable y aburridamente. Antes se le llamaba cobardía, ahora somos mas sofisticados al describir su actitud.
PD. Te acordás cuando antes se decía «andá a quejarte a la Onu»? para ridiculizar una queja estúpida.