Es de esperar que lo poco que han dicho las dos fuerzas que se enfrentan en octubre no signifique que no tienen ideas ni programas, o que no se atreven a exponerlos.
Tanto la Coalición como el Frente Amplio están sumidos en un cierto sopor, o más bien se recuestan en la confianza de que el electorado votará más o menos de acuerdo a los guarismos históricos, con total prescindencia no sólo de lo que se diga o no, o se haga o no en la campaña, sino de los méritos y deméritos que puedan haber demostrado en sus gestiones de gobierno ambos contendientes.
El Frente Amplio, con su candidato a presidente que no habla ni dice nada, y su candidata a vice que habla pero tampoco dice nada, no demuestran creer que sea necesario explicar seriamente su plataforma, incluyendo por supuesto la manera en que piensa financiar sus vagas promesas de felicidad. Mientras tanto, sigue defendiendo como si se tratara del mismísimo Bolívar la gestión de un dictador opresor y criminal como Maduro, sin ningún argumento cierto, más allá de algunos eslóganes que son puras repeticiones de viejas consignas que también repite Maduro.
Su argumento central son las irregularidades y delitos que se investigan sobre funcionarios del gobierno de la Coalición, y la repetición de cifras negativas de la economía pocas veces corroboradas por la realidad.
Un error táctico de la Coalición
La Coalición, que tal vez cometió el error táctico de no conformar un partido o un lema único, como sugiriera el colega Graziano Pascale en vari as de sus notas, no evidencia haber comprendido aún la importancia de la elección de legisladores, y tampoco la mecánica particular que implica la existencia de una alianza, algo que la obliga prácticamente a tener dos internas en lugar de una, formal la primera y más silenciosa y compleja la segunda, que en rigor ocurre simultáneamente con el proceso electoral.
Esa segunda interna, en una definición poco ortodoxa pero valedera, cobra particular trascendencia en un entorno en que la presidencia se define por 20 o 30.000 votos y los legisladores surgirán de una elección donde cada candidato multicolor verá influenciado su caudal de votos por los enojos y resquemores internos de su partido.
La designación de Valeria Ripoll en el partido Nacional, para ponerlo más claro, no ha merecido ni el acuerdo ni el agrado pleno de los adeptos Blancos, y suponer que a la hora de las decisiones votarán verticalmente lo que les obliga a hacer su lealtad partidaria luce como una subestimación peligrosa, en especial en una elección donde no aparece un apasionamiento desatado en las propuestas. No necesariamente la pérdida de votos de uno de los partidos de la alianza implica que estos votos irán a los candidatos de otro partido de la alianza, lo que no pareciera tenerse en cuenta.
Las dos fuerzas confían en que sus seguidores votarán por default
Las dos fuerzas dan la impresión de creer que sus fanáticos los votarán disciplinada y aborregadamente, cualesquiera fueran las propuestas y planteos que se les propusiesen. Otra vez, una percepción de hinchada, de estadio, donde el razonamiento o la calidad de la gestión o de la propuesta tiene poco que ver. Una falta de respeto, casi.
El Frente no se ha montado sobre el caballito del plebiscito jubilatorio, que podría arrastrar el resultado de la elección, tal vez porque tiene miedo de no lograr su aprobación, tal vez porque teme ser acusado de irresponsable, tal vez porque no tiene seguridad de la composición del Parlamento, lo que puede resultar en un desastre mayor si logra que se apruebe la reforma de la reforma y luego si es gobierno no la puede financiar.
Sin ese argumento su propuesta es frágil. Acusaciones y algunos datos de la economía dudosos, o al menos no explicados. La repetida promesa de eliminar la pobreza y proveer viviendas para todos sin precisar el modo en que se logrará tal cosa. Es posible que no quiera explicitar su intención oculta de confiscar el capital y el ahorro, que tendrá efectos deletéreos inmediatos, como los tendría la aprobación del plebiscito.
La campaña de la Coalición tampoco se destaca por su potencia
La campaña de la Coalición tampoco se destaca por su potencia. La candidata a vicepresidente, cuya designación fue percibida también como una irrespetuosidad por algunos, no ha respondido hasta ahora a la expectativa de su supuesta tracción del electorado juvenil en base a la defensa de sus planteos y demandas, como sostuviera Delgado el día de su sorpresiva nominación. La multicolor tiene para colmo el potencial contrapeso de Cabildo Abierto, de una dualidad que debería preocupar en cuanto a la respuesta de sus votantes.
Atrapado el Ejecutivo por el miedo a “influir en la elección”, nadie ha ejercido una adecuada defensa de la gestión brillante de la ministra Arbeleche, denostada gratuitamente por el FA. Tampoco se ha recordado el proceso de la pandemia, con todos los efectos negativos sociales y económicos que debió superar este gobierno, tanto en ese momento dramático en términos sociales, como en su consecuencia residual sobre todos los indicadores económicos, que costó tanto remontar.
Tampoco se le ha recordado a la ciudadanía las ponencias de la oposición durante ese período, que de no haberse rechazado de plano habrían configurado un verdadero drama socioeconómico para el país. Ni se ha comparado la gestión del Covid del gobierno con la de Argentina, a cargo de un partido con los mismos criterios e ideas del Frente, tanto en lo específico de la Salud y el aislamiento extremo y nocivo, como en la ideología, con los resultados ampliamente conocidos, aún no juzgados en el país vecino.
Y tampoco se le le enrostra al rival los conocidos y costosísimos casos de dispendio presupuestario, para denominarlos con cierta generosidad y tolerancia, que nunca fueron explicados seriamente ni en el ámbito político ni en el ámbito judicial como debería hacer ocurrido.
El contrapeso de las dos candidatas principales a Vicepresidente
El Frente Amplio se ha dado el lujo de designar candidata a vice a una funcionaria con dos notorios fracasos en sus recientes gestiones, además de una más que dudosa transparencia en sus contrataciones, que han sido “explicadas” por la candidata en una forma que también ofende la inteligencia de sus parciales y de la sociedad toda.
La Coalición tampoco ha presentado un programa de gobierno que la represente y que galvanice la opinión del electorado. Como si hubiera un cierto temor de esbozarla, en un medio que cree en general que “todo es más o menos lo mismo”, con pequeños matices. Una creencia que. Puede llevar a decisiones electorales de complicados resultados.
Hay quienes sostienen que el presidente aparece como desinteresado en el resultado porque piensa en su retorno dentro de 5 años. Descabellado. Y algo que se contradice con la prohibición constitucional de participar en tal proceso, lo que hace que se lo acuse cada vez que respira.
El peligro de la izquierda subordinada al bloque regional supranacional
Como siempre, los independientes, si existe tal categoría, tendrán un gran peso en el resultado. Lo que nadie está intentando explicar es que las izquierdas están mostrando una peligrosa tendencia en la región a eternizarse cuando toman el poder por el medio que fuera. La lamentable actuación de Lula da Silva, socio ideológico de lo peor de la región, en el robo descarado de la elección venezolana, no es un hecho aislado.
La creencia de que “Uruguay es distinto” y entonces su izquierda es diferente a las demás izquierdas simplifica peligrosamente muchos conceptos, en especial la veneración común al grupo de Puebla y la Patria Grande, un encolumnamiento ciego que pasa por encima de la soberanía, la nación y la democracia misma, y que hiere fatalmente a la libertad.
Para quienes de buena fe piensan en la antigua izquierda que “se diferenciaba sólo en matices” de las ideas de libertad económica y personal, habría que hacerles presente que esta izquierda de hoy y aquella de entonces ya no son las mismas, como diría Neruda. Lula es el triste ejemplo. Los ataques coincidentes a la libertad de expresión en las redes y en los medios del mundo de todos los gobiernos neomarxistas no son una casualidad.
Ese tendría que ser uno de los temas centrales de la campaña, alguien debería levantar ese estandarte. El discurso del representante oriental ante la OEA simboliza la historia y la idiosincrasia de Uruguay. Eso es lo que está en riesgo. Eso deberían saber los votantes, de cualquier ideología. Mucho más los inasibles independientes que creen que todo es más o menos lo mismo.