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Contraviento

Big Brother Lula

3 septiembre, 2024

La payasesca censura de las redes: la libertad desespera a los tiranos

 

La censura de Brasil a X, antes Twitter, ofrece en un solo caso todos los ejemplos de la evolución de los procesos dictatoriales de todos los tiempos, a la vez que una alerta sobre la unánime estrategia woke que han adoptado las izquierdas populistas de todo el mundo, usen el nombre que fuera, desde Estados Unidos a la Unión Europea, desde España a Uruguay y, por ahora, agazapada en Argentina a la espera de un fracaso de Milei.

Hace falta un recordatorio previo. El sistema de justicia brasileño, en especial la justicia federal, es de una complejidad que puede fácilmente tornarse complicidad. Un mecanismo infinito de instancias de apelación hace que las sentencias se vuelvan firmes sólo cuando conviene, o cuando no perjudican a los múltiples amigos empresarios y políticos.

El juez Sergio Moro, el impulsor principal de la causa del Lava Jato, que culminara con el escandaloso caso Odebrecht, según sus propias palabras, hizo todo tipo de esfuerzos para evitar que la causa contra Luiz Lula da Silva, en la que abundaban las pruebas, fuera sacada de los tribunales de Curitiba y transferida a la justicia federal porque las amistades del expresidente en ese fuero garantizaban su impunidad.

La justicia federal, amiga de Lula desde siempre

Finalmente Lula fue condenado a nueve años, sentencia que nunca se confirmó en la Corte y que terminó siendo anulada por tecnicismos, nunca revocada. Obviamente, por el fuero federal. Muy parecidos, tanto el caso como su licuación, a la historia de la doctora (honoris causa, solamente) Cristina Fernández en Argentina, que ahora con la casi segura designación del juez Lijo en la Corte seguirá el mismo camino. Los hermanos sean unidos.

Esa misma justicia federal dudosa es hoy el mayor soporte de Lula da Silva para sus persecuciones ideológicas, que ahora se han ensañado con X.  No muy distinto al caso Maduro. Lula ha adherido a la Patria Grande, es decir a la cruzada antisoberanía de las naciones, y brega, como todo el movimiento woke, (nuevo apodo del comunismo) por un gobierno supranacional no electo por los votos ciudadanos que anule inexorablemente las democracias nacionales, como ocurre en Europa.

Como se sabe, un juez del Supremo Tribunal Federal (la Corte Suprema de Brasil) y también presidente de la poderosa Corte Electoral, decidió aplicar diversas sanciones primero a Starlink , la empresa de servicios de Internet de Elon Musk, y luego a X por negarse a revelar identidad de usuarios, a bloquear contenidos y a entregar el listado de grupos de usuarios a las autoridades. Esa decisión, que de acuerdo al sistema de Brasil puede ser tomada por un solo ministro de la Corte, fue luego ratificada por mayoría de una de las Salas del Superior Tribunal.

Moraes, el Torquemada do Brasil

No se trata de una medida aislada, sino de una pléyade de decisiones similares del Juez Alexandre de Moraes, el moderno Torquemada de la censura del vecino país. Ya Telegram sufrió avances parecidos en 2022, donde se le obligó a designar un representante legal local para recibir las notificaciones oficiales, una imposición que sufren todas las empresas que usan las redes para sus streamings o servicios de cualquier índole.  También Whatsapp se rindió ante las amenazas al poner a disposición parte de sus contenidos.

El dueño de ambas empresas, Starlink y X, Elon Musk, se negó a acatar las decisiones, por lo que en una comunicación por la exTwitter el Juez lo emplazó al cumplimiento de sus mandatos bajo severas amenazas en contra de sus redes. Una especie de paradójica caricatura.

La red X sospecha que si designa un representante legal, caerán sobre su cabeza una serie de sanciones, por lo que no va a designarlo salvo que se produzca una negociación integral. Lo que el Juez Moraes pretende no es nuevo ni exclusivo: que X se ocupe de censurar el contenido de las publicaciones de los usuarios de acuerdo a los lineamientos y órdenes que le imparta el gobierno, y de denunciarlos espontáneamente o a pedido del gobierno cuando lo considere oportuno.

Lo que pretenden Lula y Moraes es sencillamente censura

Lo que el Juez y el propio Lula da Silva, claramente adheridos a la Patria Grande y la Agenda 2030, pretenden, es simple y llanamente censura. Lo que intentan eliminar son las críticas y opiniones contrarias a su línea de pensamiento, que todo el sociowokismo mundial califica como discurso de odio cuando no le conviene. O sea que cada gobierno censurará lo que le resulte conveniente, ya que va a ser algo difícil establecer criterios de censura imparciales y universales. Venezuela, o UK.

Para cualquier usuario de la exTwitter o cualquier otra red de comunicación, será algo difícil de digerir que sus ideas, buenas o malas, equivocadas o no, de derecha, de izquierda, a favor o en contra de los gobiernos, sean pasadas por un tamiz, un algoritmo de los muchos que hay haciendo esas tareas arbitrariamente, ahora por orden del estado.

No hay que elaborar demasiado para comprender que, más que un ataque contra la libertad de prensa se trata de un ataque contra la libertad de pensamiento, o más simplificadamente, un ataque contra la libertad. El juez de Moraes y Lula, en la línea de los típicos dictadores clásicos y de ficción, incluido el inmortal personaje de Chaplin, tiene el derecho de disciplinar a la gente, que tal cosa es auditar, escudriñar, reportar, amenazar y prohibir la difusión de las redes, que son la gente misma.

Musk, por convicción o por lo que fuera, está librando una lucha en la que debería ser apoyado, como todas las redes en esa línea de pensamiento, con total prescindencia de la posición política o ideológica de cada uno. La eliminación de la opinión pública, una pretensión común en todos los dictadores, además de ilusoria, es un principio de esclavitud que debería ser siempre repudiado.

Crear el miedo a la libertad

Es posible, o más bien seguro, que se cometen excesos en las redes. Hay bots, trolls, campañas orquestadas pagas, fake news y cancelaciones, (un tema que parece no preocupar a los dictadores de la agenda 2030), pero eso es una consecuencia de la libertad, que pueden tener cualquier sentido, cualquier orientación o cualquier origen, y que siempre dependen de la credibilidad que tenga su portavoz, no distinto que el periodismo.

También los políticos recurren a esas mismas distorsiones deliberadas manipulando la comunicación y los medios rampantemente, sin que los ciudadanos tengan el derecho a censurarlos.

X ha sido suspendido en Brasil, amenazado con sanciones y multas y prohibiciones, para que sirva de escarmiento a otras redes, como ha pasado en otros países, en especial los dictatoriales y Francia. ¿Se ha beneficiado el ciudadano con estas medidas? Difícilmente. Al contrario, se ha limitado su acceso a la información, al ejercicio de pensar, aún su derecho a equivocarse, protegidos por la mano benevolente e infalible del estado.

La censura en las redes, cuando es propia de la empresa privada que los controla es simplemente despreciable. Cuando además la censura la ejerce el estado es un doble atropello inaceptable.

La censura nunca es suficiente

Como toda medida dictatorial siempre deja resquicios que no pueden ser tolerados por los tiranos, la censura se va propagando y profundizando al paso de los días. Como algunos usuarios de la suspendida red están usando el servicio de VPN (very private networks) que permite acceder con servidores con IP de otros países, el Torquemada brasileño quiere prohibir su uso y multar a los ciudadanos que las utilicen. Además de una estupidez imposible de cumplir, abre el camino para el uso de la Internet oscura, que nunca podrá ser controlada por el Superior Tribunal Federal.

Ya que estos gobiernos woke prohíben escribir en las redes, una idea superadora es que prohíban leer, tarea por la que van por buen camino con el deterioro planificado de le enseñanza, la falsa equidad y el odio por la meritocracia y el esfuerzo. Eso evitaría el trabajo de censurar desesperadamente, u obligaría a censurar los megáfonos y las propaladoras. O las charlas de café. Toda dictadura es siempre payasesca, por cruenta y cruel que fuera.

Los orientales que piensan que «más o menos todos los partidos son lo mismo, con matices» deberían meditarlo. Lula también era «más o menos lo mismo».

La columna, como ya lo ha señalado en otras notas, aboga por su derecho, lector, a estar en contra de lo que aquí se afirme. Y a manifestarlo como le parezca.